II - III

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De vuelta en el comedor de los Weasley, algunos esperaban su regreso, otros simplemente habían ido a hacer otras cosas.

— ¿Está todo bien? — Pregunto Molly preocupada.

— Sí mamá, todo está perfecto, solo nos sorprendió un poco — Ginny sonreía sincera.

— Eso es genial, ven aquí cariño — Le alzo los brazos a su nieto — Cuéntale a tu abuela como ese ese chico tuyo — Albus se sonrojó ante la pregunta de la matriarca de los Weasley.

— ¿Estás bien? — Preguntó cómplice Ginny a su esposo.

— Estoy perfecto, solo estoy preocupado por él — Respondió siguiendo a su hijo con la mirada.

— ¿Porque está enamorado de un chico o porque es de Scorpius? — Ella lo miraba atenta.

Harry la miró en silencio unos segundos.

— Tengo miedo de que el muchacho le rompa el corazón — Suspiró cabreado — No tiene nada que ver con Draco — Ella lo miró con una sonrisa resignada.

— Yo no he nombrado a Draco — Se giró y se acercó a su hijo y a su madre.

Harry la quedó mirando, Ginny Weasley aparte de ser su esposa, era su amiga y antes de casarse con ella, le contó de aquella relación que habría consumido sus días y sus noches. Ella misma lo había ayudado a superarlo. Se conocían demasiado bien, sabía que mentirle no era una buena opción, después de todo, ella mejor que nadie, sabía de aquel amor reprimido de su juventud. Nunca había sido un secreto entre los dos.

Se sintió cansado de pronto y se retiró a la habitación que usarían ese fin de semana. Estando allí sus memorias borbotaban, una tras otra, cada vez con más intensidad. Cuando supo que Albus era amigo de Scorpius Malfoy no le causó ninguna mala impresión, se dijo a si mismo que era irónico que se hicieran amigos desde el primer año, cuando él y su padre solo se habían odiado desde el principio.

Aun así estuvo tranquilo, él sabía quién era Draco realmente y si su hijo se había hecho amigo del suyo, era porque el muchacho merecía su amistad. No necesitaba nada más. Después de todo el amor que alguna vez se profesaron había concluido desde hacía muchos años, por lo que una amistad entre sus hijos no le provocó mayor revuelco en sus antiguos sentimientos. Albus siempre le habló de lo buen amigo que era Scorp y eso era lo único que necesitaba saber, para que él también le tuviera cariño.

En esos años no había coincidido con Draco en ningún lugar, solo en el principio cuando apenas hubo terminado la guerra, supo que Draco estaba comprometido y que se marchaba a Francia con su familia para luego casarse con su prometida. En ese momento, todo lo que pudo hacer fue llorar su perdida en brazos de Ginevra Weasley. Ella en ese entonces seguía enamorada de él, así que, al paso de las semanas y de estar todo el tiempo que Harry la necesitó, él decidió casarse con ella.

Ginny sabía que Harry no la amaba, pero que sí la quería, para ella eso era suficiente y Harry le había jurado que dedicaría su vida a intentar hacerla feliz. Se sentía afortunado de tenerla, porque ella había sido siempre incondicional, su pilar fundamental cuando supo que su amor estaba perdido.

Por eso, cuando el apellido Malfoy volvió a su vida a través de su hijo, no interrumpió el hilo de su vida. Sabía que había superado ese amor, que lo había olvidado. Pero cuando escuchó a su hijo hablar de amor fue otra cosa, que su hijo amara a un Malfoy era una ironía demasiado cruel del destino. No porque sintiera que él lo amara aún, sino porque no quería ver a su hijo sufrir, ya que él mismo había sufrido mucho a causa del amor, de ese amor.

No pudo evitar revivir los momentos del pasado, esos que tanto le había costado superar y que ahora resurgían al ver en su mente las palabras amor, Potter y Malfoy en una misma oración. Después de todo, fue un amor inconcluso, uno que terminó abruptamente con la muerte de Dumbledore y que incluso después de tanto tiempo, le provocaba ese malestar en el estómago que lo tenía con los nervios de punta. Y no, no porque siguiera enamorado, claro que no, solo era que tal vez se sentía aún herido.

El Valor Que No TuvimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora