🍂 Decimoséptimo capítulo

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—¡Jaque mate! —anuncio, luego de hacer que Trevor muerda el polvo por tercera vez

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—¡Jaque mate! —anuncio, luego de hacer que Trevor muerda el polvo por tercera vez.

Él vuelve a reírse con nerviosismo. Durante la última partida, su esfuerzo mental fue notorio. Juraría que está a punto de colapsar, y todo gracias a los movimientos inútiles que terminaron en otra derrota.

—Bea. Sí que tienes habilidad con el ajedrez.

—¿Qué no era obvio? —alardeo, mientras sostengo la pieza blanca de la reina.

—Debí sospecharlo —replica Trevor. Su dedo índice juguetea con el alfil negro.

Mis aplausos hacen eco en el salón de visitantes.

—Trevor, pobre de ti. —Frunzo los labios—. Ahora ve a lavarte la cara —me burlo—. Que tu próxima derrota te espera.

—Cuánta empatía —masculla él con sarcasmo, para marcharse de inmediato en dirección al baño.

Mientras espero, doy un vistazo al móvil. Tengo un mensaje nuevo de Alistair Powell.

Beatrice, ¿cómo va todo?

—De lo mejor. —Tal mensaje va cargado de ironía.

—Bien. Entonces prepárate... tengo un chisme recién salido del horno.

—¿Sobre quién? —Envío el texto con rapidez.

—Se trata de Heather —informa, como si me importase.

Le respondo a Alistair con un emoji, en el que expreso mi desagrado. Él contesta con dos emojis: la zanahoria y un trofeo.

No es relevante, así que deslizo mi dedo para mirar la barra de notificaciones. Sobre la misma, recién llega otro mensaje de Alistair.

—Lamento decirte que Heather se ha llevado el premio. Ya sabes, en el bingo de la secundaria Almond.

Parece que con todo el asunto de Trevor McJaunty por fin saliendo del hospital —y la discusión que tuve con papá—, olvidé asistir al bingo anual, organizado para recaudar fondos.

Ya es demasiado tarde.  Debía impedir a toda costa que Heather la tramposa se hiciese con el premio, por una sola razón: Ella no tardará en venir aquí a reclamar su convertible Amkind, último modelo, del color que ella prefiera.

—Bea. ¿Por qué pones esa cara de angustia? —pregunta Trevor en cuanto regresa del baño.

Tuerzo el gesto.

—Pues... —Cierro los puños—. Heather tiene suerte.

—No puede ser —opina Trevor, hablando pausado. A estas alturas, él quizá ha obviado el porqué de mi reacción.

—Sígueme. —Doy la orden a mi elegante guardaespaldas—. Tenemos una arpía que recibir.

—Um... Bea, disculpa, pero yo... yo me quedaré aquí.

Un suspiro eleganteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora