🍂 Segundo capítulo

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Doscientos invitados han de estar preguntándose por qué estoy ausente en mi propia fiesta de cumpleaños

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Doscientos invitados han de estar preguntándose por qué estoy ausente en mi propia fiesta de cumpleaños.

¿Deberían ellos juzgar mis lágrimas? Obvio no. Ni siquiera tienen que enterarse cuando el llanto corre mi delineador.

—Mantén la calma, Beatrice. —Hablo para mí misma—. Este día no será peor.

Inflo mis mejillas, para después resoplar.

Ahora, poso la mirada sobre una obra de arte, que en realidad no debería llamar así. Porque sólo es un error —uno totalmente naranja—, que estará por siempre lejos de verse en rosa melocotón.

—Esta vez sí que lo arruiné —digo, mientras contemplo ese resultado fallido, el cual ya no es más un vestido base.

Consigo ponerme en pie. Ya no quiero seguir lamentándome desde el suelo.

«Trabajé tanto, para nada» —Tal pensamiento logra arrastrarme de regreso al llanto.

Miro mis manos —todavía cubiertas por encaje—, y, pese a lo intenso de mi tristeza, intento reflexionar, sin culparme por lo ocurrido.

Tampoco puedo culpar a alguien. Entiendo que mi abuela tocó la puerta en un instante clave, así —sin querer—, pospuso mi suspiro. Su acción no la hace responsable de mi falla. Fui yo quien contuvo el aire, en vez de permitir que fluyese hacia el paso más importante.

—Beatrice. —De pronto escucho mi nombre—. ¿Quieres decirme que está pasando?

—Abuela —murmuro, y entre sollozos corro hasta la puerta.

—¿Pero qué sucede, mi niña? —inquiere, desde luego preocupada.

Recibo uno de sus abrazos.

—Lo arruiné. —Ventilo mi rostro con las manos—. Eso sucede.

—¿De qué hablas?

—Míralo por ti misma —Señalo ese horrendo vestido naranja.

Ella se mantiene boquiabierta. Creo que al igual que yo, ha entrado en pánico

—¡Ay, corazón! ¿Qué no debía ser rosa melocotón?

—Lo sé, abuelita. —Me cruzo de brazos, y niego con la cabeza—.  Así ni siquiera combinará con las decoraciones de mi fiesta.

La abuela Leelah se acerca al vestido, sus dedos —que ya muestran numerosas arrugas— se deslizan sobre esa tela.

—Bueno. —Lo escudriña con la mirada—. Debo decir que este vestido no está tan mal como piensas. —Roza el suave tul que predomina en los vuelos—. Servirá para tu baile con Vince Vern.

Tuerzo el gesto de inmediato.

—Por favor, no menciones a ese tonto.

—¿Qué ocurre Beatrice? Vince es tu asistente, siempre te ha ayudado cuando lo necesitas. —Me recuerda el hecho—. Además, es un chico dulce e inteligente.

Un suspiro eleganteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora