Uno

845 74 36
                                    

Sus pasos resonaron por las oscuras y vacías calles. Se detuvo frente a los cadáveres y los observo sin temor ni emoción. No sintió remordimiento alguno, siendo consciente de que de alguna manera ella los había matado.

Una silueta negra se coloco detrás de ella, le coloco una mano en su pequeño hombro y le susurró.

—No te preocupes, pequeña. Ellos se lo merecían. Ya jamás te harán sufrir.

La niña solo siguió observando los cuerpos, no siendo capaz de ver como más siluetas negras salían de las paredes y suelo, de las sombras.

—Nosotros te protegeremos, mi reina.

***

Como era de costumbre, Bucciarati salió a caminar e interactuar con sus conocidos, preguntando sobre su día y si todo estaba bien, regularmente.

El pelinegro hablaba con una de las ancianas que conocía cuando noto la pequeña figura de una niña caminando, llevaba un canguro rosado en los brazos. Tenía una expresión indiferente y unos ojos cafés sin vida.

Tenía cabello castaño claro y llevaba puesto un vestido negro, medias grises oscuro y zapatos igual de negros que su vestido.

No la reconocía. Nunca había visto a esa niña.

Pero lo más importante, ¿por que estaba sola? ¿donde estaban sus padres?

Disimulando tranquilidad, el ojiazul se acerco a la pequeña castaña.

—Hola, pequeña—la saludo con una sonrisa y se agacho frente a ella—. ¿Como te llamas?

—Lily—respondió monótonamente.

—¿Donde están tus padres? No deberías andar sola, es peligroso—dijo con preocupación.

—Están muertos—respondió sin ningún tipo de tacto.

El pelinegro se quedó en silencio, pensó:

"La muerte de sus padres parece haberla afectado mucho..."

—¿Tienes familia con la que quedarte?—preguntó el pelinegro, ya mostrando su preocupación.

Lily negó silenciosamente y miró al hombre frente a ella. Algo le decía que él era una persona especial.

El pelinegro, conmovido, coloco su mano sobre la cabeza de la pequeña.

—¿Que tal si vienes conmigo?—pregunto suavemente.

—¿Que te hace pensar que voy a confiar en ti?—le preguntó ella, fríamente.

Eso tomó a Bucciarati por sorpresa.

—No soy estúpida. Nadie me ayudaría a no ser que quisieran algo de mi.

La pequeña pasó por su lado, camino unos pasos y lo miró por sobre su hombro.

—No se puede confiar en los humanos.

Y la pequeña se marchó sin más, bajo la preocupada mirada ojiazul de Bruno.

***

—Bucciarati.

El pelinegro volteo ante el llamado de su amigo, Abbacchio.

—¿Que?

—¿Que te sucede? No has dejado de pensar en todo el día—replico su amigo.

El ojiazul suspiró y se sentó, su pandilla lo observo con atención y algo de preocupación, también con una pizca de curiosidad.

—Hoy me encontré a una niña.

—¿Y que hay con eso?—cuestiono Fugo.

—Es huérfana. Sus padres están muertos y no tiene familia con la cual quedarse. Cuando le pregunte si quería venir conmigo, dijo: "¿Que te hace pensar que voy a confiar en ti?"

La pandilla no iba a negar que eso era ciertamente preocupante.

—Antes de irse me dijo: "No se puede confiar en los humanos." Y se fue.

El ojiazul suspiró y enterró su rostro entre sus manos.

—¿Que es lo que ha tenido que pasar esa niña para ser como es? Parecía como si el simple hecho de vivir no le importara en lo mas mínimo.

Los integrantes de la pandilla no podían evitar preocuparse por su líder, pocas veces lo habían visto tan afligido.

Abbacchio gruño con fastidio.

—Si tanto te preocupa esa mocosa solo tráela, no importa si quiere o no.

Bruno observo al pelilila.

—No quiero darle más razones para que no confié en mi.

—Tarde o temprano lo hará, así que ¿cual es el punto?

Bucciarati suspiró, divertido.

—Bien, le traeré.

***

Nuevamente era de noche y la pequeña castaña se hallaba en su habitación. Estaba sentada junto a la ventana y observaba las calles fuera de su lujosa casa.

—¿Sucede algo, Mi Reina?—preguntó la oscura figura femenina, observado a su ama que yacía de espaldas a ella.

La pequeña negó sin siquiera voltear.

—Es solo que...el hombre de hoy, hay algo especial en él.

—¿Algo especial, Mi Reina?

—Si, aunque no se que.

La figura se quedó en silencio unos segundos antes de desaparecer en las sombras y reaparecer a un lado de Lily, acariciando su  corto y suave cabello castaño.

—Ya es hora de ir a dormir, Mi Reina. Mañana será otro día, y debe descansar para afrontarlo con toda su fuerza.

La niña obedeció, se dirigió a su cama y antes te acostarse se coloco una camisón blanco largo. La fémina la arropo y besó suavemente su frente.

—Dulces sueños, Mi Reina.

𝑳𝒊𝒍𝒚 [Vento Aureo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora