LA MECEDORA QUE MIRA A LA CALLE

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Existen varios personajes muy vistosos en mi pueblo que son importantes de mención, entre ellos la señora de la mecedora, no sé cómo se llama, mi madre me ha dicho su nombre como cien veces y es imposible para mi retenerlo, es una señora mayor, tal vez tenga unos 65 años, sus hijos se fueron hace mucho tiempo y su esposo aún trabaja, él es un hombre de negocios (no tengo idea que hace), pero siempre llega tarde en un auto costoso, con trajes elegantes y una postura digna que denota su "importancia", su casa es la más fina de todas las que puedas encontrar en este fin del mundo, pero su esposa siempre parece triste, se sienta en su mecedora desde la mañana hasta la noche, viendo al horizonte, sin decir una palabra a los transeúntes, a veces pienso que ni siquiera nos ve, ve algo más, algo que se encuentra muy lejos, siento un golpe en el corazón, no deberíamos tenerle lástima a los demás, mucho menos si no conocemos sus circunstancias, pero siento lástima por ella, su mirada perdida dice tanto, duele mirarla.

Este día llueve demasiado, no traje sombrilla (como siempre) y los rayos empiezan a caer peligrosamente cerca, el bus me deja al frente de la casa de la señora de la mecedora y ella sigue allí, sin suéter, mirando a la distancia, no sé quién es más lamentable, yo con todo mi cuerpo y mis útiles mojados (¡ojalá no se haya mojado el libro que metí en una bolsa de plástico!) o ella.

Camino rápidamente por la acera, pero un rayo cae de repente y yo caigo de rodillas en el suelo por la impresión, no sin antes dar un grito un poco exagerado.

- ¿Te encuentras bien? - dice la señora de la mecedora ahora bajo la lluvia por correr a socorrerme.

-Sí, solo me golpeé un poco la rodilla- contesté con el pantalón arruinado

- Ven, te prestaré una sombrilla

-No es necesario, estoy cerca de mi casa

-No, eres la hija de Sophie, tu casa está un poco lejos aún, entra- finalizó, levantándome y ayudándome a subir los escalones de su casa.

Miré a mi alrededor y me impresioné con todo el lujo de cada detalle, se nota que estas personas no han pasado necesidades nunca, tienen cuadros hermosos en paredes cuidadas y tapetes suaves que a mi gata negra le encantarían.

- ¡Su casa es preciosa! - dije educadamente- con su permiso- terminé antes de cruzar el umbral de la puerta.

-Pasa, ven, siéntate aquí, debemos curar tu herida

-No es necesario, murmuré

-Ella solo sonrío mientas aplicaba gentilmente una solución desinfectante a la herida que desde este ángulo se veía peor de lo que pensé.

ESA COSA, estaba ahí, sentado junto a mí, burlándose, no lo veía, pero como les he dicho a veces puedo percibir su presencia aquí y allá y en los peores días él me susurra al oído repentinamente. matándome del miedo.

Mis pensamientos en todo momento no variaban, quería saber él por qué de su comportamiento, pero no quería interrogar a la señora, no era educado y debemos ser educados siempre.

-Olvídate de eso, solo has la pregunta- susurró ESA COSA

-Seee... Señora, ¿puedo preguntarle algo? - dije en voz muy baja

-Sí, ¿qué quieres saber?

- ¿Cómo se llama? - dije tontamente, después de vivir aquí siempre no sabía ni los nombres de mis vecinos más próximos.

- Ángela- dijo- ¿estas segura que es lo único que quieres preguntar?

-Rose- me llamo Rose, mucho gusto- dije intentando desviar el tema

ESA COSAWhere stories live. Discover now