El agua fría en mi frente me despertó. Abrí los ojos y me encontré con sus ojos grises fijos en mí. Quise levantarme pero no puede, algo me retenía.
Mis manos estaban atadas a la cama. Solté un alarido.
¿Acaso no era Assan mi protector? ¿Qué estaba pasando?
- Relajate – me dijo. – esto es por tu bien. Ya entederás.
Solté una risa histérica, nerviosa. Enojada. ¿Me estabas hablando enserio?
- ¿Me estás jodiendo, no? – suelto. En ese momento lo entiendo. Él está loco, y mi inconsciente lo ha relacionado con mi protector de forma errónea. Sin embargo, y por algún motivo que no comprendo, no le tengo miedo, y mi sentimiento más grande en aquél momento es la curiosidad.
- Akila, deja la lógica humana de un lado por un momento, por favor. Haces magia, por Dios. Intenta abrir un poco la mente.
- ¡Disculpa, es solo que se me complica un poco estando ATADA a esta cama! – le grité, tal vez algo mas fuerte de lo que pretendía.
Él me mira fijamente, mierda. Que hermoso es.
¿Qué?
Estoy mal, estoy jodida. Estoy muy muy jodida.
Entonces me doy cuenta de algo…
¿Cómo sabe lo de la magia?
- ¿Me has estado espiando?
- Te he “espiado” desde que ambos tenemos uso de razón. No me digas que no me recuerdas. Sé que sabes quién soy.
Entonces yo me detuve a observarlo a él. ¿Sería posible que…?
- Sueltame, por favor – le ruego, amablemente – no me iré a ningún lado. Necesito entender que es lo que pasa.
El suspiró, y tras pensarlo por unos segundos, comenzó a desatar los nudos que me sostenían a aquella cama.
Pensé en salir corriendo, pero… ¿hacia dónde? ¿Cómo?
No, lo mejor era terminar de una ves con estas dudas que me estaban carcomiendo. Además, no quería lastimas a Ass…
¿Qué?
Cuando me tocó, mi tatuaje empezó a latir como nunca lo había hecho. Reprimí un gritó y lo observé con la esperanza de que no lo hubiera notado.
Miraba mi muñeca fijamente, sin embargo, no hizo ningún comentario.
- ¿Has oído hablar de la profecía? – Soltó de repente.
- ¿Eh? – fue lo único que pude responder. Sabía que había sonado como una tarada, pero mi confusión era tal que no le dí importancia.
El rió. Su sonrisa me dejó atónita… ay.
- Pues no llevas esos signos en la muñeca porque sí – me dijo. ¿Signos?
- ¿Te refieres al tatuaje? – Pregunté.
- No es un tatuaje, Akila. Son signos. Los signos de las cuatro estaciones de Fairyland.
- ¿Tierra de hadas? – pregunté. Traduciendo la palabra al español.
- Tu tierra. Akila. Eres un hada.
No podía creer lo que estaba diciendo. Sin embargo, por algún motivo… lo hacía.
- Y debería odiarte por eso – concluyó.
Ahora sí que estaba confundida.