Día 2 y 9: Mitología sintoista/Suicidio

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Luka Couffaine mostró una medio sonrisa ladina al contemplar el famoso shinigami llamado Ryuk de la exitosa saga Death Note en el escaparate de aquella tienda conocida por vender artículos relacionados con el manga japonés.

Le resultaba gracioso la idea que tenían los humanos con respecto a los antiguos dioses de la muerte. Al parecer, en sus pobres mentes inferiores, se los imaginaban como unos humanoides monstruosos y deformes que deberían poseer un carácter de lo más sanguinario.

"Nada más lejos de la verdad" pensó para sí mismo el joven de cabellos azulados a la vez que continuaba su camino por la gran avenida de la ciudad.

De hecho, él era la prueba viviente de lo equivocados que podían estar esos simples mortales pues, en toda su larga eternidad al servicio de la muerte, jamás había variado su aspecto en algo tan grotesco.

Es más, empleaba su atractivo y encanto natural para convencer a sus víctimas de cometer su tan anhelado acto de suicidio... y todo ello sin mancharse las manos con una mísera gota de sangre.

Aún recordaba a una de sus últimas víctimas, se llamaba Chloé Bourgeois. Una chica hermosa de buenas proporciones, ojos azul zafiro, piel de porcelana, cabellos dorados y lengua viperina. Frente a los demás mostraba una actitud fuerte, fría y llena de despotismo pero, en realidad, tan sólo era una muñeca rota que carecía del amor de una madre. Detalle que explotó al máximo para lograr su propósito, cosa que finalmente consiguió, aunque debía reconocer que hubo un momento en que dudó de sus acciones... en que estuvo a punto de dejarla en paz para que siguiera viviendo... y todavía no entendía el por qué.

Sacudió la cabeza con efusividad intentando alejar esos pensamientos de su mente. ¿Por qué el recuerdo de Chloé Bourgeois aún lo perturbaba tanto? Centenares de miles de vidas arrebatadas por su mano negra a lo largo de los siglos y nunca le había sucedido algo así.

Echó un vistazo a su teléfono móvil para ver la hora.

En esos instantes, su siguiente objetivo habría concluido su sesión de fotos y estaría subiéndose a su limusina rumbo a su mansión.

Ya llevaba algún tiempo trabajando con él y debía reconocer que se le estaba resistiendo bastante. El carácter comprensivo y altruista del Agreste dificultaba mucho su tarea, pero su intuición le decía que ya lo tenía casi a punto. Tan sólo necesitaba un pequeño empujón para que acabara aceptando su destino y pasara a engrosar las filas de Izanami.

Alguien tan inteligente como aquel muchacho, tendría un valor incalculable para la armada de la gran diosa y estaba seguro que ella sabría recompensarle generosamente por su acierto.

Diez minutos más tarde por fin llegó a las puertas de la mansión Agreste.

Echó un vistazo por los alrededores y no tardó en divisar la limusina perfectamente aparcada en la entrada de aquella majestuosa casa, indicando que Adrien ya había llegado.

Se desvaneció de entre las sombras para aparecer de forma sigilosa en un rincón oscuro de la habitación del joven modelo. Justo en el mismo lugar donde se había aparecido las veces anteriores en los últimos días y, desde esa posición privilegiada, observó como el rubio tocaba en el piano una canción cargada de melancolía con aspecto taciturno.

El shinigami no pudo reprimir una sonrisa siniestra ante la magnífica escena ante él.

"Ya está casi listo..."

–Buenas tardes Adrien... –le saludó amablemente.

El chico se sobresaltó al oír su nombre, lo cual provocó el cese de su interpretación y se giró inmediatamente en dirección al azabache con las puntas azuladas.

Un Mayo con LukaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora