Día 1: Piratería

575 28 25
                                    

–¡Adelante camadaras! –exclamó Anarka Couffaine, más conocida por su alias de capitana Hardrock, enarbolando su espada hacia su tripulación desde el puesto de mando del Liberty–. ¡Saquead todo lo que podáis! Y si algún ingenuo se cruza por vuestro camino haciéndose el héroe ya sabéis qué hacer... ¡No quiero prisioneros!

Todos los hombres gritaron enaltecidos por las palabras de su líder y descendieron en tropel del famoso barco pirata hacia la mítica ciudad portuaria de Le Rochelle dispuestos a acatar los deseos de su capitana. La mayor pirata que había surcado los mares del Atlántico y cuyo nombre era temido por todos los marineros honrados que navegaban por sus mismas aguas.

-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-

–¡Señorita, lo que pretende es una locura! –chilló preocupado el mayordomo de la familia hacia la joven heredera de los Bourgeois.
–Soy la hija del gobernador Jean Pascal –le recordó mirándole con severidad–. Y la capitana Hardrock acaba de atracar en el puerto de la ciudad en ausencia de mi padre y su guardia personal –comentó a la vez que se ponía las ropas de una simple sirvienta–. No pienso quedarme en casa de brazos cruzados esperando a que esos energúmenos vengan aquí y me secuestren como si fuera un vulgar trofeo.

Una vez vestida pensó en quitarse el collar de su fallecida madre para guardarlo en un lugar seguro. Pero tan sólo separarse de él le partía el alma. Así que lo ocultó con esmero entre sus ropajes para que no quedara a la vista.

La rubia salió de su habitación en dirección a la entrada principal de la mansión.

–Pero señorita, ¡salir a la calle en pleno ataque pirata no es lo más sensato! –exclamó mientras la seguía apresuradamente intentado hacerla entrar en razón–. Aunque vaya disfrazada de una sencilla doncella esos maleantes podrían hacerle algo terrible. ¡Esa gente no tiene honor! –gritó desesperado.
–No te preocupes Jean Paul –le dijo mientras tomaba un puñal y se lo anudaba al muslo mediante una correa–. Me protegeré a mí misma –constató con arrogancia–. Te aseguro que ninguno de esos bárbaros llegará a ponerme la mano encima.

La muchacha abrió la puerta de la casa y corrió a lo largo de la avenida con decisión mientras el pobre Jean Patrick empezaba a sudar abundantemente temiéndose lo peor. Pues si algo le pasaba a la hija del gobernador, él ya podía considerarse hombre muerto.

-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-

Minutos después...

Chloé se adentraba por las calles de la ciudad intentando pasar desapercibida y, de momento, lo estaba consiguiendo con éxito.

El caos que había generado el desembarco de los piratas había provocado la histeria colectiva entre los lugareños que corrían despavoridos hacia todas direcciones y nadie se molestaba en prestarle la más mínima atención.

La joven Bourgeois vio a lo lejos cómo los piratas se acercaban a su ubicación. Tenía dos alternativas: correr incesantemente mientras durase el motín o buscar un lugar seguro donde ocultarse hasta que pasase el peligro.

Inclinándose por la segunda opción, echó un rápido vistazo a su alrededor y, enseguida, localizó una pequeña caseta de madera discreta y algo maltrecha al lado de una panadería que no atraería el interés de aquellos rufianes. Así que, sin pensárselo dos veces, se dirigió allí y se metió en su interior intentado no hacer ni el menor ruido.

A los pocos minutos, los piratas llegaron al lugar y varios de ellos se metieron en los edificios cercanos saqueando y asesinando sin compasión a los pobres rezagados.

Un Mayo con LukaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora