3
Imagen perfecta.
Antes de entrar vuelvo a repasar mis respuestas. Tome aire y golpee tres veces sobre la puerta de madera. Una voz desde adentro pronuncio apagadamente un «Pase».
Dentro las paredes son de un verde pálido iluminadas por la brillante luz de la mañana que entraba por un gran ventanal en la pared izquierda. Al lado de esta, había un escritorio y sentado detrás, una mujer de unos treinta años.
Su elegancia en su forma de vestir y su peinado me sorprendió, ya que no es lo que usualmente se ve en los dueños de cafés en el centro de una ciudad costera.
La mujer se levanto de su asiento con una sonrisa amigable. Su cabello pelirrojo oscuro estaba peinado en un moño perfectamente armado en su nuca.
—Buenos días. —dije a modo de saludo.
—Buenos días, usted debe de ser la señorita Catrine Marie Dankwoth, ¿estoy en lo correcto? —dijo.
—Sí, soy yo. Vengo por la entrevista de trabajo.
—Claro, por supuesto. —asiente. Extiende su brazo por encima del escritorio. —Un gusto conocerla.
—Igualmente. —dije, estrechando su mano.
—Siéntese, por favor.
Hice lo que ella me pedía y ella imito mi acción, acomodando su traje.
—Siento la demora, tuve unos problemas automovilísticos. —me excuse.
En realidad, me había olvidado completamente de la entrevista.
—Está bien, una persona siempre sabe qué hacer con veinte minutos de sobra. —dice, y creo que es un comentario con sarcasmo. —La próxima vez tendrá que recordarlo, porque si no es así, ya le aseguro un rechazo del trabajo. —dice.
Hago una mueca. La mujer ya no parece tan agradable. Ella me mira y ríe.
—Oh, claro. Si consigue el trabajo, ¿verdad? —dice. De pronto, su expresión se vuelve completamente seria. —Señorita Dankworth —pronuncia con un tono que yo calificaría como… ¿repugnancia? Se incorporo en su silla acercándose a mí. —le aviso ya desde ahora que este trabajo es muy estricto, duro y compromete mucho, mucho, ¡mucho! esfuerzo.
Asentí con la cabeza al instante. Me quede muda. La mujer se había convertido en un chasquido en otra persona. Parecía una jefa temible.
—Por lo que desde ahora respetara mis horarios y hará cada cosa que le diga, ¿está claro?
Volví a asentir.
—¿Esta claro? —repitió con una mueca de fastidio y desesperación. Entonces entendí porque lo hizo.
—Si-si, señora, está claro. —respondí automáticamente. —Le juro que no volverá a suceder. —Sonrió complacida ante mi respuesta y se volvió a acomodar plácidamente en su silla.
—Perfecto. —suspiro y miro el horizonte por la ventana. —Ay querida, presiento que serás muy buena en este trabajo. —dijo. Se quedo unos segundos mirando un punto fijo y cuando volvió la mirada hacia mí, su rostro se convirtió en una mueca de confusión e irritación. —¿Todavía estas aquí? —cuestiono.
—Em… sí, creo que podríamos empezar con la entrevista, ¿no? Bueno, si usted no quiere, no, por supue-
—¡Ah, la entrevista! —me interrumpió. —Pues de eso se ocupara Robert, mi asistente, está en la oficina de al lado así que… shu shu vete vete. —dijo con un gesto con la mano.
La mire desconcertada y me pare.
—Claro —me dirigí hacia la puerta. —Fue un gusto, gracias por la oportunidad y lamento otra vez haber llegado tarde es que el auto no encendía y…
—Sí, si lo que sea. No me importa, ya lo dijiste. Vete antes de que me arrepienta. —ordeno.
—Claro, claro. —dije y salí casi corriendo de aquella oficina.
Mire a mis dos costados el pasillo que se extendía hacia mis lados. Al lado izquierdo de la puerta que había cerrado unos minutos antes había una puerta idéntica.
Suspire.
Si tenía que convivir con aquella mujer en el trabajo preferiría cortarme las orejas, pero como necesitaba el dinero, me encamine hacia la puerta y toque.
Por unos segundos no se escucho nada, pero luego una voz femenina hablo desde adentro, diciendo: «¿Y ahora que quieres Myriam?»
¿Una mujer? Creí que había llamado a su asistente “Robert”.
Abrí la puerta un poco y asome mi cabeza.
—Disculpe, ¿aquí se encuentra una persona llamada Robert? —pregunte. Mis ojos primero pasaron a la mujer rubia con gafas que masticaba chicle sonoramente, con una mueca de confusión, y luego mis ojos entraron en un océano azul sin fondo.
—No, querida, te equivocaste, Robert esta la otra puerta. Pero tranquila, casi todos los novatos cometen el mismo error. —contesto. Tuve que hacer un esfuerzo para volver la mirada hacia ella.
Los ojos de aquel chico me habían dejado impactada. Y además de que sentía ahora su mirada en mí. Me sentía abrumada por ese peso.
—Oh-oh, claro perdón.
Antes de cerrar la puerta, lo volví a mirar. Ni siquiera una muestra de una sonrisa. Nada. Estaba completamente serio. Pero entonces, un movimiento de sus comisuras dejó entrever unos dientes que formaban una imagen perfecta.
Cerré la puerta.

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Azul infinito.
RomanceSi Cat ya tenía suficientes cosas por las que preocuparse, como ganar la competición Mentury de Surf por tercera vez consecutiva, conseguir un trabajo para comprar un coche y sobrevivir a otro alocado verano junto a su extraña familia, cuando su pad...