Nunca me gustó la lluvia.
Detestaba la idea de arruinar el maquillaje que, aunque sutil, me había esmerado en construir. Y a pesar de que no me creía un experto en ignorar las miradas de desaprobación por parte de las personas que aún estaban en contra de que un chico usase un poco de polvo y delineador, la realidad era que ya no me afectaba tanto como al principio.
Me gustaba la idea de sentirme como yo mismo, con todos sus pro y todos sus contras, usando un par de pantalones comunes e iluminador en el contorno de las mejillas.
Siendo todavía un poco más sincero, nadie nunca tendría que juzgarte por como te gusta vestir o actuar, así que yo, Park JiMin, decidí que podía salir y divertirme a costa de esas miradas punzantes y entrecejos fruncidos.
Ni siquiera importaba si estaba en realidad, en medio del aeropuerto con mi maleta y mi bolso de mano, esperando a que fuesen por mi.
—¡Oye JiMin!
Sonreí enorme, detectando el timbre grueso de mi mejor amigo y mis ojos buscaron conectar con los suyos, extendiendo los brazos cuando se abalanzó contra mi y casi me hace perder el equilibrio.
Ese chico parecía olvidar que era bastante más grueso y alto que mi diminuta figura infantil.
JungKook me apretó contra su pecho y depositó varios besos en mi coronilla, mientras lo escuchaba parlotear acerca de lo increíble que era tenerme de vuelta, después de una larga temporada en Milán.
Eramos amigos desde bebés. Nuestras madres también eran las mejores amigas y aquel lazo ya venía desde que se enteraron que veníamos en camino. Incluso si era un par de años mayor que JungKook, yo siempre lo vi como mi pequeño hermanito, a quien tenía que defender de todo lo que pudiese dañarle, porque lo amaba tanto.
JungKook se separó un momento y me alejó lo suficiente, hasta que sus ojos enormes me devolvieron la misma felicidad que me causaba a mi el verlo después de una larga temporada.
—Estoy muy feliz de que estés aquí, te extraño tanto desde que escapaste a Italia.
Frunci el entrecejo y le di unas cuantas palmadas a su pecho, formando un puchero con mis labios que pareció divertirle.
—Se le llama vida universitaria y obligaciones. Pronto las tendrás.
JungKook negó, ambos en medio del aeropuerto de Seúl, con las miradas puestas sobre los dos chicos que tan amorosamente se abrazaban.
No nos importaba un carajo.
A la lluvia fuera, tampoco.
—No me voy a ir tan lejos, tu sabes.
Asentí sin dudar.
JungKook tenía razón en eso.
Él nunca podría irse. Y nadie podría, cuando se tiene tanto que perder y tanto por lo cual luchar.
Y quizá y sólo quizá, ese fue uno de mis motivos para dejarlo todo y asegurarme de resguardar el poco valor emocional que aún me quedaba.
Loto. Loto. Loto.
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Loto © YoonMin
Fanfiction"La última vez que vi a YoonGi, él estaba profundamente enamorado de mí mejor amigo. Y yo, tontamente, creí que podría contra ello."