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Su último recuerdo era haber estado en cama, seguramente había muerto luego de meses de enfermedad, cuando despertó de nuevo su familia estaba por irse de aquella casa, esa casa donde pasó toda su infancia y parte de su juventud hasta su temprana muerte.
Paseo por toda la casa sin encontrar a alguien que lo ayudara o que le dijera quien era, sus recuerdos se limitaban a saber que aquella mansión era su hogar y que murió en enfermedad. Pasaron los años y vio como gente llegaba a aquella casa para luego retirarse sin tener la más mínima necesidad de quedarse, parecía un ciclo sin final, llegaba una nueva familia, se quedaban una semana y volvían a irse sin quedar satisfechos.

Llego un día en que cierta familia se instaló completamente en aquella mansión, ese acto llamó la atención del joven y comenzó a observar a la familia con mayor detenimiento, era una pareja con hijos gemelos y parecía que había un tercer hijo en camino; pasaba las tardes observando a los pequeños gemelos que parecían no cansarse nunca a pesar de contar únicamente con un año de edad, le resultaba impresionante ver toda la energía que cargaban; luego de dos meses nació en esa casa una pequeña niña de cabello rojizo y ojos oscuros, esta pequeña niña cautivó toda su atención desde el momento en que nació, ya que él no tenía un objetivo decidido cuidar de esa niña desde el momento de su nacimiento.

Él pasaba sus días observando a la niña y la cuidaba por las noches sin dormir ni un solo momento, cuando ella cumplió 3 años, el se hizo visible a sus ojos y comenzaron a jugar juntos, la niña era demasiado tranquila en comparación a sus hermanos, ella podía observar las flores por horas sin aburrirse, podía mantenerse quieta "leyendo" libros, ella prefería quedarse en casa antes que salir de viaje, todo esto lo hacía querer protegerla más, le ayudaba a cuidar su jardín, jugaba con ella en su habitación, le ayudaba a entender los libros de la biblioteca y le contaba historias para que pudiera dormir.
Los años pasaban y la niña crecía más, al igual que su belleza, el joven fantasma a veces olvidaba que estaba muerto y que no sabía nada de él mismo, le parecía suficiente saber que esa niña lo quería y le había dado un nombre; Siddharta, un nombre digno de él pues era guardián de aquella casa.

-Siddharta, ¿por qué mis hermanos me molestan?- pregunto la niña a sus 4 años después de que los gemelos le jugaran una mala broma.
-por que ellos quieren que juegues con ellos- respondía tranquilamente mientras revisaba las flores.
-yo no quiero jugar con ellos- respondió la pequeña mientras cortaba flores y las trenzaba para formar una linda Corona de estas -yo quiero jugar contigo-
-esta bien, puedes jugar conmigo, siempre estaré aquí- Siddharta le regalo una sonrisa sincera y amplia que la pequeña correspondió.
La niña seguía creciendo al igual que sus conocimientos, Siddharta pasaba las mañanas en el jardín y por las tardes jugaba con la pequeña Sophia, pero ella creció y a sus escasos ocho años ella dejó de jugar con él, ya no lo veía y mucho menos lo buscaba, de nuevo era un fantasma solitario.
Siddharta dedicó los siguientes años a cuidar de la niña aunque ella no lo pudiera ver, también ayudaba a los gemelos de vez en cuando pero nadie podía notar sus esfuerzos, para ellos era pura suerte.
Cuando Sophia llegó a sus 15 años, Siddharta no pudo evitar verla con ojos totalmente enamorados, se había convertido en una chica de belleza inigualable, su cabello rojizo, ondulado y largo la hacía ver como toda una princesa, sus ojos profundos que te llevaban a lugares lejanos y su piel de porcelana, una princesa digna de protección; Siddharta cuido de ella incluso en los peores momentos y, ahora que cruzaba a una nueva etapa, se había decidido por volver a hablar con ella, quería estar más cerca de ella para protegerla, quería que ella se sintiera protegida y así, sin pensarlo dos veces, se metió en sus sueños...

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Cuando Sophia despertó de su primer encuentro, Siddharta se quedó a su lado y la siguió el resto de ese día, no quería que le pasara nada; veía como la chica reaccionaba a su presencia, como volteaba a todos lados tratando de buscarlo, eso lo emocionaba, pero toda aquella emoción se fue en cuanto la chica rompió en llanto en el jardín, ese mismo jardín que los dos cuidaron años atrás, ese jardín donde la niña tejía coronas de flores, ese lugar que era lo más preciado para los dos; comprendió que había atormentado demasiado a la chica y entro a la casa, él no quería ser una molestia, no quería hacerle daño, su amor lo había cegado y le había hecho hacer algo que daño a quien amaba.
Cuando llego la noche no pudo evitar volver a entrar en sus sueños, quería abrazarla y consolarla, le repitió que siempre la protegería, pero le partió el corazón saber que la chica no lo recordaba, no sabía quien era o por que la amaba tanto; aún así, Siddharta no se rindió y le propuso hacer algo diferente la siguiente noche. Cuando Sophia despertó, Siddharta comenzó a pensar a que lugar podría llevarla en sus sueños al caer el sol, quería que Sophia se sintiera especial, que viera lo hermosa que era y que se diera cuenta de cuánto la amaba.

Sophia se fue a la escuela aún pensando en sus sueños tan agradables, mientras que Siddharta se quedaba en aquella mansión a planear lo que haría por su amada.
Durante sus clases, Sophia no dejaba de pensar en aquellos sueños, quería recordar en donde había visto a un chico igual, sin embargo nunca llegó a una conclusión pues sentía que era la primera vez que lo había visto, lo segundo que pensaba era en la increíble sucesión de sus sueños, estos nunca había sido iguales p sucesivos, contó de nuevo a sus amigas lo sucedido.

-tal vez estas conectada con alguien por medio de los sueños- menciono una de las dos -oh, pero dices que no conoces a nadie así-
-puede que sea su alma gemela, no necesariamente se tienen que conocer- mencionó la segunda, pero al final de todo, Sophia no prestaba atención a aquello, ella sabía que era algo más, era algo imposible de describir, al menos así lo sentía.
Al salir de clases, Sophia se dirigió como de costumbre a la biblioteca, pero un chico detuvo su camino, ella le pidió que se moviera un poco pero este siguió bloqueando su paso y riendo con ligero cariño.
-Escucha Sophia, antes de que intentes golpearme- Sophia aligera la presión en sus puños -¿crees que podemos ser amigos? Me resulta muy interesante cada vez que te veo en clase- el chico sonrió alegremente esperando una respuesta.
-esta bien, pero por favor no hables tan alto- contesto Sophia mientras intentaba voltear a otro lado -ahora, si me permites tengo que ir a biblioteca-
-¿puedo acompañante?- pregunto mientras le seguía el paso, a lo que ella asintió -por cierto, me llamo Nero- ella volvió a asentir y siguió su camino.
Los dos pasaron gran parte de la tarde en la biblioteca, leyendo y haciendo sus tareas, Nero parecía bastante interesado en conocer a la joven Sophia, pero no buscaba más que una sincera amistad, la cuestión aquí era que su forma de actuar era demasiado expresiva y hacia que la gente a su alrededor hiciera rumores de aquella tarde. Al momento en que era hora de irse, Nero acompaño a su nueva amiga hasta que estuviera al lado de sus hermanos y después se fue muy alegre, claramente los gemelos se mostraron muy confundidos ante aquella extraña situación, pues su hermana nunca había hablado con un chico que no fueran ellos, pero Sophia no quiso hablar de ellos así que regresaron a casa en silencio, parecía que nadie tenía planeado hablar del momento hasta que se diera la oportunidad.

Quédate conmigo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora