¡Perdido! (ShakaxAioria)

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ADVERTENCIA: ONESHOT BOBO.

El motor del auto hizo un ruido extraño y no se movió más para frustración del ocupante qué, golpeó con fuerza el volante, lanzando una maldición al aire por su propia insensatez. Sí, porque solo a él se le ocurría, salir en una negra y fría noche de invierno, sin revisar el tanque de combustible. Suspiró de frustración.

El rubio de ojos azules, intentando mantener la calma, decidió que lo mejor era pedir ayuda. Tomó su celular, solo para darse cuenta que se encontraba en zona muerta y no tenía señal; volvió a maldecirse por su estolidez y falta de pericia. Bajó del auto y azotó la puerta como sí ésta fuera la responsable de su desgracia.

Se encontraba en un paraje boscoso que en su vida había visto, se tensó más, ¿cómo es que había terminado en lugar desconocido?, ah, sí, había estado más ocupado maldiciendo a Milo que prestando atención al camino. Miró en todas direcciones, sopesando cuál era mejor seguir; definitivamente no podía regresar, la última estación de combustible la había pasado hacía más de media hora y no había vuelto a ver señales de civilización, por lo que ir al frente le parecía lo más sensato.

Caminó pues, en la dirección que consideró más prudente, lanzando una nueva exclamación de frustración al aire, no llevaba zapatos adecuados para caminar grandes distancias, de hecho, unas pantuflas con orejas de gato, no eran adecuadas ni para salir de casa. Definitivamente, era el idiota más grande del universo.

Ni siquiera culparía a Milo por su situación actual, porque él no le había obligado a irse de casa, al contrario, le había intentado detener, había intentado razonar con él, e incluso le había dicho que sí iba a salir, mínimo se pusiera un suéter. Era de verse y él, terco, cual Pegaso de bronce, no había escuchado razones, ¿y todo por qué? ¡Un estúpido chocolate!

Paro su andar un momento para llevarse una mano a la cara en frustración, deteniendo sus recuerdos en seco; estaba perdido, con la única compañía de un árbol y sí seguía recordando lo sucedido una hora atrás, se echaría a llorar. Se sentó en el frio suelo, debía ser realista, no llegaría lejos. Estaba solo, perdido, sin gasolina, ni señal y lo mejor era mantenerse positivo—en la medida de lo posible—, porque sí de algo estaba seguro el rubio, es que las desgracias, solo atraen más.

El camino estaba desierto y, recordaba que, mientras estuvo conduciendo, no había encontrado ningún otro coche, las esperanzas de encontrar a alguien a quien pedir ayuda se apagaban a cada segundo. De de pronto se puso nervioso ¿y sí se encontraba en un lugar abandonado?, ¿sí lo robaban?, ¿lo violaban?, ¿lo asesinaban?

Mientras su mente imaginaba una tragedia peor que la anterior, no reparó en el auto que se estacionaba cerca de él, su imaginación comenzaba y no fue consciente del hombre que se paró a su lado hasta que este le habló.

—Oye amigo...

El grito qué pegó el rubio, asustó al chico que estaba a su lado y al otro que estaba dentro del auto.

—No me hagas daño, te prometo que te daré todo lo que quieras, pero por favor, no me lastimes, soy puro y casto y no quiero morir tan joven...—las palabras salían disparadas de los labios del rubio, logrando una mirada de incredulidad en el otro.

—Oye... —intentaba el castaño hacer reaccionar al rubio—tranquilízate, por favor, no te voy hacer nada...

El recién llegado, al ver que no lograría nada hablando, lo tomó con fuerza de los hombros, obligando a aquel rubio histérico a mirarle a los ojos... Unos ojos verdes que lograron que el de ojos azules callara en el acto y se sintiera estúpido por su reacción. La expresión divertida del castaño, no lo ayuda en nada.

—Disculpa, ¿sí?, no era mi intención asustarte, soy Aioria, no voy hacerte daño, lo prometo.

—Perdón—las mejillas del rubio se encendieron por el carmín qué las coloreó—, actúe como un bobo—como lo he hecho toda la noche de hoy, pensó con ironía—. Soy Shaka, mi coche quedó sin gasolina, mi celular sin señal y no tengo ni la más remota idea de dónde estoy—dijo desviando la vista de su interlocutor.

—Ya veo. Mi hermano y yo vimos tu auto estacionado cerca de la entrada a esta vereda y supusimos qué alguien necesitaba ayuda, este camino da a una propiedad abandonada, no es muy recomendable que sigas por este rumbo—el castaño sonrió, el tinte de vergüenza todavía era notorio en la piel blanca de Shaka, se veía adorable.

—Sí quieres te podemos ayudar.

—¿Harían eso por mí? —el tono esperanzado en la voz de Shaka, casi hace reír a Aioria.

—Claro—dijo otro chico acercándose. Shaka lo encontró muy parecido a Aioria, pero lucía un poco mayor, no tuvo duda que se trataba del hermano—. Soy Aioros, puedes quedarte en nuestra casa, queda cerca de aquí y mañana puedes llamar a un taxi o un amigo a que venga a traerte combustible, porque puedes estar tranquilo, tu auto no irá a ningún lado.

Shaka asintió sintiéndose más tranquilo, debía agradecer al universo que no le haya cobrado el golpe que le dio al pobre de Milo cuando salió de casa y es que —de manera literal— le había estrellado la puerta en la cara cuando intentó detenerlo. Ahora, le debía dos cosas a su mejor amigo, el estúpido chocolate y una disculpa y algo más, si olvidaba y aceptaba ayudarlo el día siguiente.

Para felicidad del castaño más joven, Shaka aceptó ir con ellos y agradeció a su hermano que le dejara acaparar la conversación con el rubio, esperaba que al llegar el día siguiente pudiera tener el número de celular de Shaka y, al finalizarlo, una cita.

Por su parte, Shaka pensaba en cómo agradecería la ayuda brindada, pero más, en cómo seguir en contacto con Aioria. Pensó que podía invitarlos a comer a su casa, pedirle a Aldebarán cocinara algo para ellos, atraparlos con la comida del brasileño y no dejar ir a Aioria.

Porque sí, él era Shaka y, a pesar de las vicisitudes que su propia testarudez y genuina insensatez le causaba, quería conocer al castaño, meterlo en su vida y, quién sabe, tal vez a algún otro lugar más íntimo y no dejarlo ir nunca. Aioria miró en su dirección y le sonrió, y obvio, le devolvió la sonrisa.

Se acomodó mejor en el asiento trasero del auto, estaba agotado. Cerró los ojos dejando su mente en blanco, por la mañana se ocuparía de tranquilizar a Milo, llenar el tanque de su auto y atrapar Aioria en sus redes. Se quedó dormido.

Miscelánea Saint Seiya. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora