Encuentro Casual (PandoraxMu)

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Nota: esta historia se desprende del fanfic «una boda y muchos problemas».

Esta pareja crack por alguna razón, me parece atractiva.

Mu, pensaba en lo buena que había sido su suerte ese día, lo habían mandado a Frankfurt, Alemania por un pequeño encargo que había hecho su diosa y eso lo llevó a encontrarse con Pandora, que, para su sorpresa, se encontraba sola. Lo cual lo animó acercarse a ella en cuanto la vislumbró caminando por la calle de aquella ciudad.

No había pasado desapercibido para el santo que Pandora lucía un tanto ausente al notar que no se daba cuenta de lo que había a su alrededor, ya que él no evitó chocar con ella y apenas logró escuchar una pequeña disculpa distraída de parte de la comandante del Inframundo y no dudó en retenerla, tomándola suavemente de su brazo.

El corazón le golpeó con fuerza al ver sus ojos que lo miraban sorprendidos y no pudo evitar sonreírle a la dama que tenía enfrente. Pandora era una mujer sumamente bella y no podía negar que le fascinaba. Lo cautivó desde el momento en que se toparon el día que Hades solicitó ayuda del Santuario para conquistar a su consorte.

—¿Estás bien?

—S-sí—respondió muy quedo.

—¿Segura? Te noto distraída y no hay nadie cuidándote—Pandora lo vio con desconcierto.

—No, yo no necesito que nadie me cuide, soy perfectamente capaz de hacerlo sola—dijo recuperándose de la sorpresa, causando la risa del santo.

—Eso no lo dudo, pero creía que siempre tenías a un espectro contigo, no creo que Radamanthys sea tan descuidado. Nunca se sabe cuándo un santo de Atenea se te puede acercar para invitarte a tomar algo—Pandora abrió mucho los ojos ante esa declaración, era lo que ella creía, ¿la estaba invitando? —. Debo aprovechar que no hay un espectro o juez que quiera matarme por esto, ¿aceptas? —le sonrió.

La invitó a tomar un café y le entusiasmó que aceptara casi de inmediato. La llevó hasta una cafetería donde lograron encontrar un lugar despejado en la terraza, por lo que podían charlar al aire libre, sin ser molestados.

—Tuve una discusión con Radamanthys—le dijo después de que les sirvieran sus bebidas—, ambos estamos estresados por la boda y eso nos hace discutir más de lo normal.

—¿Y por eso te animaste a salir sin nadie para vigilarte?

—Tampoco es que no pueda defenderme yo misma—dijo frunciendo el ceño en señal de molestia.

—No lo dudo, pero los espectros no deben estar nada felices.

—Eso es lo de menos, necesitaba estar sola, pero agradezco tu compañía.

Mu, no pudo más que sonreír ante esas palabras, así que no dudó en prolongar aquella salida improvisada al ofrecerle una ida al parque de diversiones y, aunque un poco dudosa, Pandora terminó aceptando para felicidad del santo.

La comandante del ejército de Hades no estaba segura del por qué, pero sentía que algo cálido se instalaba en su pecho cada que el santo de Atenea la veía y le sonreía. No quería entretenerse pensando en el revoloteo que sentía en su estómago. Así que se concentró en lo que la rodeaba.

Pandora, veía con curiosidad todo a su alrededor, jamás había estado en un lugar así, o al menos no lo recordaba. Los niños corrían de un lado a otro llamando la atención de sus padres para que los llevara a tal o cual juego o les compraran alguna chuchería. El ambiente era alegre. Lo que la hacía sentirse cohibida y sin darse cuenta se acercó a su acompañante.

Mu, volteó a verla al sentirla cerca y pudo notar que se veía entre insegura y curiosa, y no pudo evitar pensar que se veía adorable. Jamás pensó alguna vez Eros lo fuera a golpear. Él amaba a su diosa a sus compañeros y a su aprendiz; filos, siempre estuvo presente, pero Eros, era la primera vez que se manifestaba en él. Enamorarse no estaba en los planes del santo, pero no iba ir en contra de sus sentimientos, no era propio de él. Le gustaba ser sincero con quiénes le rodeaban y con él mismo, por eso no iba a perder el tiempo debatiéndose entre sí era correcto o no.

—¿Es la primera vez que vienes a una feria? —escuchar la voz de Mu tan cerca la sobresaltó y de inmediato se separara de él.

—Eh... no lo sé—sonrió con cierto nerviosismo—, tal vez haya venido con mis padres, no estoy segura, ¿y tú?

—Tampoco había estado en una, pero Aioria dice que son divertidas—el santo sonrió y la tomó suavemente de la mano—vamos.

Pandora, simplemente se dejó guiar por él, aunque algunos juegos la atemorizaban, sobre todo aquellos que implicaban altura y velocidad, no se negó a ninguna de las sugerencias que el santo de Aries le hacía. Con él, se sentía segura. Así que, no dudó en subir con él a la montaña rusa y aunque al principio el miedo la invadió y no se permitió abrir los ojos hasta que sintió la suave, pero firme mano de Mu sobre la suya y entonces, no solo abrió los ojos, sino que también sonrió.

—Debo agradecerle a Radamanthys el que haya peleado contigo—dijo el santo una vez que bajaron de la atracción.

—¿Cómo? —Pandora puso una expresión de enfado.

—Sí—Mu la miró fijamente—, sí no hubieras discutido con Radamanthys, ahora no podría disfrutar de tu compañía, ni ver la linda sonrisa que tienes.

Pandora, abrió los ojos con sorpresa y un violento rubor se apoderó de sus mejillas cuando el santo besó con delicadeza su mano. Mu, no pudo más que sonreír al ver aquella timidez en ella; nadie le creería si contara que la mujer con poder sobre el ejército de Hades era capaz de sentirse cohibida ante los halagos.

—No... No digas tonterías—trató de sonar segura, pero sus nervios fueron evidentes.

—No son tonterías, es la verdad—la volvió a tomar de la mano—ven, tenemos tiempo para una atracción más, antes de volver; mi vida correría peligro sí te devuelvo más tarde.

La llevó a la noria, en la que la mayor parte del tiempo lo pasaron en silencio, admirando la ciudad desde la altura. Pandora, también le agradeció a Radamanthys por haber discutido con ella y en ese momento, ya ni recordaba por qué había sido y también, gracias a la compañía de Mu, todo el estrés por la boda de su señor había desaparecido. Sin duda uno de los mejores días de su vida.

Por fortuna, ya solo quedaban un par de días para que la ceremonia se llevara a cabo y, al fin, podría descansar, ya sólo deberían ocuparse de los detalles, como la decoración y la elaboración del banquete, que todos los espectros lucieran bien... Su mente comenzó a llenarse de ideas respecto a la boda y el estrés amenazaba con invadirla de nuevo, pero el suave tacto de las manos de Mu sobre su rostro, la hicieron apartar esos pensamientos y solo concentrarse en los amables ojos que tenía en frente.

—No deberías cargar con el peso de los preparativos para la boda tu sola.

Dijo el santo adivinando los pensamientos de la dama, pues había notado que su semblante sereno de pronto era cambiado por una expresión de preocupación, así que se propuso distraerla de sus responsabilidades aunque fuera por unos minutos más.

—No, sé que no estoy sola, pero no puedo evitarlo, todo tiene que quedar perfecto y yo...

—Lo estás haciendo bien, no te preocupes, y nos tienes a todos para ayudarte en lo que haga falta, no pienses en ello.

—Pero... —quiso protestar.

—Te daré algo en qué pensar, por lo menos lo que resta de esta noche.

Pandora no alcanzó a preguntar nada cuando los labios del santo de Aries se habían juntado con los propios; no fue un beso demandante, ni apasionado, apenas una suave caricia que duró un suspiro, pero que sin duda cumpliría su objetivo: distraerla de los preparativos de la boda y todo lo que pudiera preocuparla en ese momento.

—Es hora de que te lleve a casa—el santo sonrió y la tomó de la mano.

Bajaron de la noria y Mu la acompañó hasta el Castillo Heinstein, en donde Pandora lo invitó a pasar y él, no se negó. El santo sabía que no iba a ser bien recibido, pero no se amilanó y entró junto a Pandora hasta la sala donde se encontraban los tres jueces. La mirada que le dio Radamanthys, fue la esperada, los otros dos, se limitaron a intentar contener al juez de Wyvern.

Pandora se detuvo al contemplar a los tres jueces en la sala de su castillo y de inmediato cortó la conversación que sostenía con Mu. Aiacos tuvo que ponerle una mano en el hombro a Radamanthys como advertencia para que no se lanzara sobre el santo que acompañaba a su comandante.

—¿Dónde estabas? —preguntó el Wyvern tratando de controlar su furia.

—De compras—respondió sin expresión alguna, se giró hacia Aries—muchas gracias, Mu, puedes retirarte—el santo dudó en salir, pero asintió y se alejó no muy convencido—. Minos, podrías llevar esas cosas a los aposentos de mi Señor, por favor. Estoy muy cansada, no me molesten—dijo alejándose de los jueces sin darles tiempo a replicar nada.

Mu, caminaba hacia la salida a paso lento por sí escuchaba alguna discusión entre Pandora y el Juez de Wyvern, sabía que Pandora podía manejarlo, pero no podía evitar preocuparse, estaba a punto de traspasar el umbral de la puerta del castillo, cuando la voz de Radamanthys lo detuvo, se giró para verlo avanzar con paso rápido hacia él y enarcó una ceja.

—Aries—dijo en tono grave el juez—, no te quiero volver a ver cerca de la Señorita Pandora, mi deber es protegerla.

—Pues no tienes de qué temer—respondió en tono tranquilo—, porque no tengo intenciones de dañarla.

—Lo digo en serio—el Juez endureció la mirada.

—Y yo también, sí Pandora no me pide que me aleje, ten la seguridad que no lo haré porque tú me lo me pidas. Sí me disculpas...

Mu, se giró y comenzó alejarse. Radamanthys tuvo que controlar su furia, no podía atacar al santo y no podía pedirle a Pandora que no lo volviera a ver. Una orden así, solo se la podía dar el Señor Hades y a como estaban las cosas, dudaba que eso fuera posible. Una de las paredes fue la victima de su enojo.

Pandora, por su parte, se encontraba en su habitación rememorando el beso, su primer beso, ¿quién se hubiera atrevido a decirle que aquello iba a suceder? y más, ¿que vendría de parte de un santo de Atenea? nadie y sí alguien se lo hubiera dicho, seguro no hubiera vivido para contarlo. Sin embargo, había sucedido y a ella, la idea no le desagradaba.

Buscó entre las pertenencias que de sus padres guardaba hasta que encontró una de las novelas que su madre gustaba de leer y conforme avanzaba en la lectura, se preguntó si ella no estaría en la misma situación que la protagonista, y comenzaba a sentir algo por Mu. no lo sabía, pero no quería pensar en ello, tenía cosas más importantes de las que ocuparse. No tenía tiempo para pensar en un santo de hermosos ojos y sonrisa amable.

Claro que las cosas no siempre son como uno las piensa y Pandora, pasó el resto de la noche repasando en lo ocurrido ese día con una sensación de mariposeo en el estómago al que se negó a ponerle nombre.

¿Fin?

Miscelánea Saint Seiya. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora