Algunas semanas antes, 6 de abril, año 99, Castro, Chiloé
Población: 17 363
*Militares: 2 000
*Funcionarios militares no armados: 420
*Cadetes: 500
*Funcionarios civiles: 2 000
*Trabajadores secundarios: 4 500
*Otros civiles: 7 943
Porcentaje de inmunidad: 27.7
La puerta sonó con el suave y rítmico toque que su secretaria siempre usaba. Claude Walker sonrió. Realmente la guapa secretaria era lo único bueno de su trabajo. Claude solo tenía veinticuatro años, y ya llevaba dos trabajando como Encargado General de Reclamos Administrativos del Ayuntamiento de Castro. Cuando su padre, Steffan Walker, le ofreció trabajar para él, no lo dudó, puesto que ganaría bastante dinero. Un buen trabajo, consideraba en ese entonces, era lo único que le faltaba. Bastante apuesto, de espaldas anchas y piernas fuertes, se alegraba de ser más alto que la mayoría. No demasiado brillante, solo había avanzado por los años de escuela dado que su familia le costeó una privada. Una vez terminó, sus padres le dejaron no hacer nada más que lo que le diera la gana por un par de años -más que nada ir al gimnasio y a probarse a la Defensa Costera, donde no fue admitido por no saber nadar. Luego de saltar de trabajo en trabajo, creyó tener la vida resuelta con la oferta de su padre, pero descubrió que en realidad lo habían encajado en la oficina que nadie quería ocupar, ya que solo recibía quejas idiotas de problemas menores en la capital del mundo, Castro.
- Adelante.
Una señorita pálida y de grandes anteojos entró a la oficina sin hacer ruido.
- El señor Miguel Soletic y la señora Millaray Lincol desean verlo, señorito.
- Diles que pasen en cinco minutos, preciosa. Pero antes ven, siéntate aquí- dijo Claude, señalando su propio regazo.
La secretaria fingió confusión, y mirando al suelo, dio media vuelta. -En seguida les comunico, señorito. -Y salió por donde había entrado.
Aun sonriendo, el joven Walker dio un leve puñetazo en la mesa. -Ya caerá, fiera, ya caerá. -se animaba a sí mismo- Pero, de todos modos, al fin llegaron estos otros, es mi oportunidad de largarme.
Resulta que hace algunas semanas, Claude había recibido una carta muy interesante. Un grupo independiente de entusiastas investigadores estaba reclutando gente para enviar una expedición al mundo silencioso. Se prometía aventura, fama y dinero, que eran todas cosas que Claude deseaba, en especial el dinero. La carta se la había enviado un tío suyo, Vicente Walker, quien sabía de la falta de claridad en el futuro de su sobrino. A diferencia de la mayoría, que lo consideraba un caso perdido, Vicente veía en Claude un joven talentoso que había sido excesivamente mimado. La carta no daba muchos detalles, pero afirmaba que los investigadores, que eran una alianza entre chilenos, chilotes y mapuches, habían obtenido permisos y financiamiento para explorar zonas prohibidas de otra forma. Los objetivos eran varios, pero a Claude no le importaban mucho. Entendía que rescatar cosas valiosas de hace un siglo, cuando el mundo era completamente diferente, le podría reportar muchos ingresos.
Entraron entonces ambos visitantes, con expresiones amistosas en sus rostros, tan diferentes uno del otro. Miguel Soletic era un hombre de cuarenta años, una barba corta y recién afeitada. De contextura ancha y vestido de militar, avanzó hacia Claude para estrecharle la mano. Un paso más atrás esperaba para saludar Millaray Lincol, una señora algunos años más joven, con cara simpática y pelo negro y ondulado. Ambos se veían bien alimentados, y en general se notaba que habían pasado toda su vida en lugares protegidos y relativamente cómodos. Claude sentía como instintivamente le gustaba hablar con ellos, personas que tenían cierta altura de miras, y planeaban aventuras fuera de su zona de comfort, teniendo la sabiduría de hacerlo enviando a otros a tal peligro y así mantenerse vivos fuera cual fuera el resultado de estas. Al mismo tiempo, Claude sentía que si seguía el camino que su padre deseaba para él, terminaría siendo muy parecido a estas personas, bastaba ver a Miguel, un militar que seguramente había hecho toda su carrera en la marina que patrullaba permanentemente Talcahuano o quizá Valdivia, así que lo más peligroso que habría visto serían bestias marinas.
- Espero que haya tenido tiempo de considerar nuestra oferta, señor Walker. -dijo Soletic, interrumpiendo la cadena de pensamientos de Claude.
- Por cierto, así fue. De hecho, estoy totalmente de acuerdo en participar de la expedición.
Los ojos de sus visitantes se abrieron en sorpresa y satisfacción. Su partida seguía creciendo y ahora tenían a alguien que podía encargarse de los registros y comunicaciones.
- ¡Magnífico! Si te parece, podemos partir rumbo a Valdivia ahora mismo. Erm, mañana por la mañana, si es más cómodo.
-Oh, salgamos hoy mismo. No tengo que despedirme de nadie de todos modos. Mis amigos son unos superficiales, no entenderían la grandeza de la misión que he aceptado.
Millaray y Miguel se miraron, casi con una sonrisa. Quizá simplemente Claude no era muy introspectivo.
De hecho, Claude tenía lo básico ya preparado para viajar. En general, en su imaginación, el ser inmune y su capacidad para manipular a la gente serían suficientes para volver sin un rasguño.
Pocos se dieron cuenta de la ausencia de Claude Walker al día siguiente, pero una persona celebró en solitario esa noche: era Paloma Toloza, su secretaria, la cual no se atrevería a decírselo a nadie, pero en el fondo deseaba que el joven heredero de la dinastía Walker no volviera de su peligroso paseo.
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Canciones del Alma - La Erupción
Science FictionNovela fan-ficción de Stand Still. Stay Silent, webcomic de Minna Sundberg. La idea es dearrollar que hubiese sucedido con el rash en Chile.