Tres.

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La lluvia caía con tanta fuerza esa tarde que Eun temía que las gotas fueran a dejar marcas en su piel si no conseguía un refugio rápidamente

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La lluvia caía con tanta fuerza esa tarde que Eun temía que las gotas fueran a dejar marcas en su piel si no conseguía un refugio rápidamente. Corrió lejos de la orilla del Río Han, subiendo las escaleras como pudo, hasta que llegó al escaparate de una tienda de antigüedades cerrada. La brisa helada y algunas gotas de lluvia que aún lo alcanzaban al rebotar contra el asfalto la hicieron estremecer. Apenas llevaba una chaqueta fina y unos jeans de mezclilla, por lo que no tenía protección alguna contra el frío. Soltó un largo suspiro y decidió que no le quedaba más remedio que esperar a que la lluvia bajara, así que tomó asiento en la acera, abrazando sus piernas.

Mientras miraba las gotas caer contra el pavimento, luchaba internamente por mantener su mente en blanco, alejada de todos esos recuerdos que la lluvia traía consigo, de todos los errores cometidos en el pasado, de todas esas cosas que, aunque intentara evitar, llenaban sus ojos de lágrimas infinidad de veces diariamente, haciendo que su corazón doliera un poco más.

Lo extrañaba tanto, pensó, con los ojos cerrados, concentrándose en el sonido de la lluvia, ya que no había logrado ignorarlo.

A Sehun le gustaba la lluvia. Cuando llovía, sentía que estaba un poco más cerca de él, aunque doliera saber que no era real.

Se sorprendió a sí misma al darse cuenta de que sus ojos seguían secos. Quizás se había quedado sin lágrimas, pensó. Una lástima que las lágrimas no se llevaran junto a ellas el dolor que sentía en su pecho. Sin embargo, ¿a quién podía culpar cuando había sido ella mismo la causante de todo esto?

Sin darse cuenta, como muchas otras veces, tomó su teléfono y marcó aquel número que conocía de memoria y que sería imposible de olvidar, sin importar haberlo borrado, sin importar cuántas veces intentó olvidarlo. Había pasado dos años observando el número sin tener el valor de llamar.

¿Y si ya él la había olvidado? ¿Y si ya había hecho una vida sin ella? ¿Quién era ella para lanzarlo al pasado? Ya había sido suficientemente egoísta con el menor. Sin embargo, lo extrañaba demasiado y el tiempo lo único que hacía era agrandar y profundizar el agujero en su corazón, aquel donde él solía estar. Y entonces, dos años después, el egoísmo y la necesidad le ganaron a la culpa y sin siquiera pensarlo se encontró escuchando los repiques, ansiosa porque aún fuera el mismo número, pero el teléfono fue al buzón de voz.

Solo una vez más, pensó, solo para escuchar su voz, y volvió a marcar.

-¿Hola? -se escuchó luego de un par de repiques.

-¿Sehun? -susurró, su corazón latiendo más rápidamente, como solo él podía acelerarlo.

-¿Jieun? -la voz de Sehun sonaba estrangulada, pero pensó que el hecho de que aún reconociera su voz con tanta facilidad era una buena señal. Quizás sí había esperanza para ellos.

-Sehun... -susurró. Tenía tantas ganas de tomarlo entre sus brazos y abrazarlo. Se había levantado y ahora estaba de pie bajo la lluvia, pero no le importaba, ahora se sentía genial contra su piel.

-¿Qué... qué? -fue todo lo que respondió Sehun. Jieun lo entendía, sabía que en esta conversación era ella quien debía hablar, era ella quien debía las explicaciones. Incluso quien estaba dispuesta a arrastrarse hasta ser perdonada.

-Sehunnie, yo... -comenzó a decir, pero una voz al otro lado del teléfono, a lo lejos y que no pertenecía a Sehun, la hizo callar.

-Oye amor, había olvidado decirte que la ducha está actuando extraño, últimamente no...

-¿Amor? -preguntó. Los celos, en una forma que no había experimentado hace mucho tiempo, la invadieron y luego le siguió el miedo. Quizás había llegado demasiado tarde. Sehun no respondió, pero podía escuchar su respiración entrecortada al otro lado de la línea. O quizás solo era un malentendido. Eso era lo que quería pensar. -Quizás no llamé en el momento indicado -agregó, esperanzadoade que Sehun le dijera que siguieran hablando o al menos que llamara en un rato.

-Lo siento, pero quizás nunca será el momento indicado -la voz de Sehun sonó fría y Eunji no pudo hacer más que soltar un jadeo, como si la hubieran abofeteado, porque así se sintió.

-Sehun, no, por favor... -suplicó, pero se dio cuenta de que era muy tarde, ya había colgado la llamada.

Con el teléfono presionado contra su pecho, se dejó caer contra el pavimento. Nunca antes se había sentido de esa manera, ni siquiera cuando lo perdió la primera vez. Se sentía como un escalador que había durado mucho tiempo intentando llegar a la cima del monte Everest y que cuando finalmente lo había logrado, alguien salió de entre la nieve tirándolo por el borde. Y ese alguien era aquel al que ella mismo había empujado por el borde tiempo atrás.

Cerró los ojos e intentó regular su respiración. Esto no podía acabar así, no ahora que había logrado dar el primer paso. Quizás era egoísta, pero supuso que esa era su naturaleza, y no podía, no quería luchar contra ella. Sehun fue suyo, y aún lo era, solo debía lograr recordárselo.

Claro, tendría que pensar en la forma de hacerlo. Respiró profundo y se puso de pie. Estaba empapada y tiritando, aunque lo último probablemente no tenía nada que ver con el frío. Necesitaba encontrar un lugar, más cerca que su apartamento, para intentar entrar en calor. Recordó el café que estaba a unas pocas cuadras. Quizás eso le vendría bien y se encontraba cerca de su nuevo apartamento, quizás podría pasar la noche ahí para acostumbrarse.

A last night with the stars.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora