Dos amantes se separan a causa del destino, cada uno se va por diferente camino.
Sin embargo elizabeth no lo puedo dejar ir, jamás podría dejar ir al amor de su vida
Lamentablemente lo único que el dejo fue una carta.
Pero...¿Que paso antes de que...
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Hace 10 años.
—¡meliodas! —chillo risueña la pequeña, con una de las más bellas de sus sonrrisas. Mientras su mejor amigo la perseguía animadamente.
Meliodas corretiaba, mientras escuchaba la dulce voz de la pequeña elizabeth en suaves risas y pequeños gritos de felicidad. Ella era tan hermosa que cautivó el corazón del chico.
—¡te tengo! —grito el rubio mientras se tiraba encima de ella, cayendo cara a cara debajo de la hiervas verdes. Aun siguieron con risas y juegos tumbados en la pequeña colina. Mientras Meliodas no perdia la oportunidad de sacarle la mejor de sus sonrisas.
—Ay...Meliodas —continuaba ríendose ante las cosquillas que el rubio le proporcionaba—. Jajaja por favor basta.
El divertido rubio no paro con su juego mientras se acercó a ella para darle un rápido beso en la mejilla.
—¡tu turno! —chillo alegre el rubio, ignorando el sonrrojamiento de la chica, por su repentino atrevimiento. Se levanto y huyó corriendo por la colina—. Atrapame ¡Si puedes!
—¡Te atrapare! ¡pervertido! —bromeo ligeramente, mientras abandonaba el lugar solo para devolverle la broma a chistoso de meliodas.
Los dos jóvenes corrían entre gritos y risas por toda la colina. Bromeando con tiernos juegos y dulces momentos entre ellos. Meliodas no había tomado importancia el tiempo al estar tan concentrado en la dulce mirada de la chica. Fue Elizabeth quien se dió cuenta de ello, al ver como poco a poco se oscurecia el firmamento y las nubes se tornaban grises.
—Meliodas..creo que va a llover.. —dijo con temor. Elizabeth no le agradaban las tormentas y sobre todo si había bulliciosos truenos—. M-meliodas c-creo que va llover
—Elizabeth...tranquila estare a tu lado toda la noche..si es necesario —dijo con seguridad, intentando calmar a la chica, quien sonrrio ante su dulce protección.
—Gracias..meliodas —respondio con ternura al verse protegida por el.
Meliodas alzo su mano izquierda hacia ella y la albina captando lo que se refería de inmediato la agarro con la suya y entrelazaron con dulzura sus dedos. Ella todavía era muy inocente para tener 9 años, pero le traía seguridad estar cerca del rubio y disfrutaba los momentos que pasaba a su lado.
Los dos se encaminaron rápidamente bajo la colina y fueron de inmediato a la hermosa casa que se encontraba más abajo.
La madre de elizabeth y meliodas compartian una vivienda para sus hijos, por ser vecinas. Y eso agradaba tanto a meliodas como a elizabeth que se conocian desde sus primeros pasos.
El padre de elizabeth había muerto en un accidente, dejando a su madre sola, quien recibió apoyo de su mejor amiga la señora Demon. Ella los acogaba en su hogar desde que elizabeth y su hermana gelda se quedaron sin papa.
