Prefacio

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Elliott

Me encontraba corriendo por las calles mientras un fuerte pitido invadía mis oídos. Aumentaba con cada segundo que pasaba y no entendía de donde provenía, pero deseaba que se detuviera. Mi sangre hervía y mis músculos exigían un descanso. Sin embargo, no podía parar. Mis piernas no respondían y se mantenían moviéndose uniformemente una delante de otra. Finalmente, cuando creí que me quedaría sordo de por vida, el molesto ruido se detuvo; al igual que yo.

Había recorrido bastantes kilómetros, estaba seguro de eso porqué me encontraba frente al puente Perrine, a las afueras de la ciudad. Tomé un momento para tratar de regular mi respiración y recargué mis manos sobre el barandal. Observé por debajo del puente la corriente del río Snake, donde la Luna se reflejaba luciendo más grande e imponente de lo que ya lucía. Los sonidos de la naturaleza acompañados del movimiento del agua lograron calmarme por un instante. Hasta que un flashback de lo que había pasado hace unos minutos llegó a mi mente de manera inadvertida y mi vista se nubló por completo para hacerme recordar a Alexis gritando horrorizada en una esquina de su habitación mientras me pedía a gritos que me detuviera, su mirada desbordaba miedo y la mía desbordaba rabia. Una densa capa de sangre cubría mis nudillos mientras mis puños chocaban contra la sonriente y egocéntrica cara de Jackson una y otra vez. Lo peor es que él no había hecho nada para detenerme...

«¿¡Por qué no hizo nada para detenerme!?»

—¡Carajo!—grité lleno de furia al mismo tiempo en que una gran abolladura se formó en el barandal. Justo debajo de mis manos.

Me aparté sorprendido al darme cuenta de lo que acababa de hacer y fue ahí cuando vi a una chica desconocida parada junto a una señal de tránsito. Solo a unos cuantos metros lejos de mí. Me miraba como si estuviera estudiándome; decidiendo si estaba en peligro o no. Me cautivó la manera en que su cabello se despeinaba levemente contra el viento y sus finas facciones, que ciertamente me estaban ayudando a olvidar.

«Olvidar que esto esta pasándome y sobre todo, olvidar que encontré a mí novia enrollándose con mí peor enemigo»

Necesitaba quedarme callado y tan solo marcharme de ahí antes de cometer alguna otra estupidez. Pero la impulsividad siempre me había caracterizado y no pude evitar caminar directo hacía ella. Adopté una postura intimidante mientras acortaba el espacio entre nosotros y esperé a que ella corriera antes de que pudiera acercarme. 

Pero no lo hizo.

—¿Te gusta lo que ves?—me burlé esperando que al menos mi aspecto la hiciera huir de mí.

No respondió.

Estaba consciente de que no merecía que me desquitara con ella. No obstante, estaba enojado y tenía que alejarla de algún modo por su propia seguridad.

—¿Sólo me mirarás?—le pregunté agriamente. Ella se mantuvo en silencio—. Que grosero de tu parte—agregué con indignación.

Mi propia mezquindad me hizo sentir vergüenza de mí mismo. Incluso mis padres estarían avergonzados por la manera en que estaba actuando. Pero esta chica no se alejaba, ni siquiera emitía algún sonido, solo parpadeaba.

Cualquier persona cuerda hubiera huido al mirar la sangre en mi ropa.

Cualquier persona cuerda hubiera huido al verme abollar el barandal.

Cualquier persona cuerda tendría miedo.

Yo tenía miedo, pero ella no.

Lo peor es que había claridad en sus ojos. Eran casi demasiado intensos. Demasiado inteligentes. No había ni un rastro de locura en ese par de ojos oscuros. A diferencia de los míos, que seguramente se veían totalmente desquiciados. 

Tenía que tocarla. Asegurarme de que fuera real y no solo un producto de mí loca imaginación. Así que me detuve frente a ella y sostuve su mentón con una de mis manos; tratando de tocarla con la mayor delicadeza posible.

—Es hora de que corras—le advertí a pesar de que mi sentido de supervivencia me pedía a gritos que fuera yo quien lo hiciera. Pero ella se quedó en el mismo lugar, mirándome con valentía. Sin inmutarse. Lo único que la delataba era el pulso de su cuello, que palpitaba incesantemente con rapidez. 

Estaba asustada, pero la curiosidad le impedía moverse.

—Te dije que corrieras—susurré avanzando un paso más hasta que casi estuve presionado contra ella—. ¡Corre!—grité bruscamente al momento en que su cuerpo brincó y mis ojos se abrieron.

Miré a mi alrededor con temor y suspiré al darme cuenta de que me encontraba en mi habitación.

«Un sueño, solo fue un sueño»

Me dije mentalmente para lograr tranquilizarme. No obstante, el temor volvió a inundar cada partícula de mi cuerpo al darme cuenta de que no recordaba como había llegado aquí. Pronto, frías gotas de sudor comenzaron a recorrer mi frente y el oxígeno que lograba entrar por mis fosas nasales apenas era perceptible para mis pulmones. 

Todo comenzó a volverse pequeño frente a mis ojos y supe que esa era la señal para salir de aquí. Sin embargo, un pinchazo en mis nudillos me detuvo al instante en que quise levantarme de mi cama y los miré para darme cuenta de que estaban lastimados e inflamados. Pero ya no sentía enojo o temor, solo preocupación.

«¿Qué pasó ayer?»

No lograba recordarlo.

Silence Of DelusionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora