Frío

16 1 0
                                    

Cuando regresé a casa lo primero que hice fue ir hacía mi habitación. Estaba empapado de agua, así que entré al baño y arrojé cada prenda de mi atuendo con cuidado dentro del cesto de ropa sucia que se llevaría a la lavandería. Miré mis nudillos lastimados y no pude explicarme como es que nadie se había dado cuenta de lo inflamados que estaban.

«Supongo que es lo que pasa cuando no eres el centro de atención de nadie»

Reí. 

Un pinchazo de dolor se apropiaba de mis manos con cada movimiento que ejercía, pero eso parecía importar cada vez menos. Mirar mis nudillos denotaba orgullo y valentía. Ya que en mí vida, pocas veces me había atrevido a ser valiente y golpear a Jackson había contado como una de ellas. 

Tomé otra ducha—ahora sin la presión de tener a alguien que me apresurara— y permití que por mi mente se atravesaran todo tipo de pensamientos. Unos llenos de gracia, otros llenos de interrogantes, pero no necesité prestarle demasiada atención a ninguno de ellos y al terminar me vestí con ropa cómoda para poder dormir. Sin embargo, no logré cerrar los ojos por más de un segundo. Hace solo un par de semanas las vacaciones habían comenzado, lo cual significaba que había demasiado tiempo para pensar en el pasado, presente y futuro. Tenía que cambiar mucho de mí presente si quería contrarrestar mis acciones del pasado y necesitaba esforzarme el doble si quería mejorar mi futuro...

«Mierda, estoy aterrado, no puedo negarlo»

Pero existía algo que me gustaba hacer más que hacer enfadar a las personas que amaba y era planificar. Así que tomé mi mochila y la abrí para tomar mi cuaderno de los deseos. Lo solía llevar casi a todas partes, ahí me gustaba escribir en forma de manifestación cada una de las cosas que mi mente quería y deseaba. Bastaba con abrirlo para recordar mis objetivos, metas y sueños. De ese modo, aunque mi mente olvidara casi todo, gracias a el podía recordar quien era yo.

«¿Qué deseo más que nunca en este momento?»

«¿Una nueva novia que no me sea infiel?»

«¿Un cambio de vida?»

«No, lo que verdaderamente deseo es recordar quien soy yo»

«Pero, ¿Alguna vez lo supe?»

Negue con la cabeza.

Probablemente aún estaba en busca de mí mismo. No obstante, estaba completamente seguro de que lo que más deseaba en estos momentos era hallar un poco de paz para poder encontrar mí felicidad a toda costa. Deseaba ser feliz, ser parte de algo grandioso y encontrar las respuestas que estaba buscando. Fue así como comencé a escribir sin parar, nada continuo, nada lineal. Solo yo, mi mente y el cuaderno sabíamos entendernos. 

Me di cuenta de que ya era bastante tarde cuando mis padres y mi hermana llegaron de la fiesta. Entonces guardé mi cuaderno tan rápido como pude y me arrojé a mi cama para simular que me encontraba dormido. 

—¿Ello?—me llamó mi madre al otro lado de la puerta.

—Debe de estar durmiendo, mamá—dijo Stella en una voz apenas perceptible para mis oídos.

—Entraré solo para asegurarme de que se encuentre bien

—Como quieras. Descansa—se escuchó el sonido de un beso y arrugué la nariz con incomodidad en cuanto escuché el rechinido de la puerta que nos separaba.

—¿Ello?—volvió a preguntar mi madre en medio de un tono de voz neutro.

—¿Hmmm?—respondí aún con los ojos cerrados.

—Ya volvimos de la fiesta, ¿Cómo te sientes?

—Mejor—respondí—. Les dije que solo necesitaba dormir—mentí con voz soñolienta.

—Si necesitas algo, por favor dilo. Estaré al pendiente de ti, ¿De acuerdo?

—Sí mamá, si necesito algo serás la primer persona en saberlo—le informé en medio de una sonrisa cansada. Mi madre asintió con la cabeza y depositó un beso en mi frente antes de arroparme como cuando era niño. Ese era el tipo de gestos que mi madre solía tener conmigo cuando no lograba alterarla y para ser franco, se sentía bastante bien. Cuando salió de mi habitación cerró la puerta detrás de ella, suspiré en medio de una sonrisa de oreja a oreja y me dispuse a dormir de una vez por todas.

En un parpadear de ojos me encontraba frente a la playa. Era un sueño, podía reconocerlo. Pero no entendía porque mis pies estaban descalzos si no había un Sol cuyo calor quemara, al contrario, tenía la necesidad de cubrir mis brazos con mis manos para evitar sentir frío y las tonalidades de la playa no eran nada similares a las de alguna playa que hubiera conocido antes, no había arena de color marrón o rojiza, solo gris; un gris apagado y sin brillo. 

Probablemente me encontraba dentro de una pesadilla, porque mi pecho dolía gracias a un gran sentimiento de tristeza que se apropiaba de cada parte de mi ser y una gran cantidad de rocas puntiagudas impedían que me moviera con facilidad, como si me encontrara acorralado sin estarlo. No quería estar aquí. Ráfagas continuas de viento chocando contra mi piel me hacían estremecer y el sonido de las olas retumbaba en mis oídos de una forma que lastimaba, ni siquiera era posible apreciar la belleza del mar entre todo ese ruido y ambiente. 

De pronto una chica pasó corriendo frente a mí sin notar mi presencia. Se detuvo solo a unos cuantos metros de mí, angustiada y desesperada. Decidí acercarme a ella con cautela y pude notar que no tenía ni la menor idea de que yo me encontraba ahí, porque estaba demasiado ensimismada, llorando como si lo que fuera que estuviera pasando no tuviera ninguna solución. Quise reconfortarla y decirle que todo estaría bien—aún cuando eso fuera mentira—. Pero cuando estaba a punto de tocar su hombro desperté.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Sep 20, 2024 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Silence Of DelusionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora