Lo que el hielo ocultó: trae recuerdos.

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Capítulo 26

Lo que el hielo ocultó: trae recuerdos.

Cuando Roger Bernard salió de la sala de audiencias, que lo llevaron a su celda, seguía con la cara caliente y la nariz roja al conjunto con sus ojos.

Un recuerdo vago llegó a su mente.

Lauren solía estar durmiendo cada vez que él entraba a la habitación donde ella pasaba los días y noches. Se espantaba de una manera terrible, y entonces él tenía que susurrarle: Tranquila, soy yo.

Que Lauren supiera que era él no debía calmarla de la forma en que lo hacía, si de todas formas él tenía la culpa de que ella estuviera allí, ¿o ella misma era la culpable? A la verdad, en esos momentos, la mente de Lauren no podía echar la culpa a nadie de su situación. Su espíritu estaba vencido, casi acostumbrándose a vivir encerrada allí sin ninguna razón.

Al menos conocía a Roger, al menos creía que a él, ella le importaba aunque sea en una diminuta porción.

No había sabanas, se pegaba de la pared y se acostaba a bocabajo para poder calentarse un poco, por eso, cuando Roger la visitaba en la madrugada, que volvía de la ciudad, lo abrazaba y se metía casi debajo de él, para ver si podía calentarse.

—Tengo tanta hambre y-y no soporto el frío. —Esa noche Roger acariciaba desde la coronilla de su cabeza hasta las puntas de su pelo rizado un poco enredado.

Lauren bajó de peso de golpe en esos días. ¿No podía ver él todo el daño que le hacía?

—¿Quieres... comer ahora? —preguntó poniendo la mano que acariciaba su cabello en su hombro.

Lauren movió la cabeza.

—Por favor Roger, quiero volver a casa. Aunque sea a la tuya, por favor, me quedaré contigo, pero sácame de aquí, ¿por favor?

Roger cerró los ojos, volvió a acariciar su espalda.

—¿Y nunca me dejaras?

—Nunca te dejaré, lo juro, lo juro, lo juro... por favor escúchame Roger, lo juro.

Abrió sus ojos y levantó la cabeza de Lauren, después la acercó para que subiera a la altura de él.

—¿Quieres comer algo ahora?

Lauren asintió.

Roger la cargó y la llevó por el pasillo oscuro hasta la cocina. Sacó del freezer una manzana y un ramillete de uvas. Cortaba la manzana mientras Lauren le observaba.

—Está bien, abre tu boca. —Roger puso una uva cerca de su boca.

Ella abrió su boca, y la masticó, pero las lágrimas le salían sin poderlas evitar.

Roger limpiaba sus lágrimas, y se aseguraba de darle una uva cuando terminara de masticar. La manzana en trozos se las dio en su mano. Lauren se calmó un poco, dejó de llorar y terminó de comer la manzana.

Roger salió de la cocina, volvió con un peine de dientes anchos y peinó el cabello de Lauren hacia atrás, para desenredarlo.

—Tan bonita.

Lauren alzó la mirada.

—¿Nunca me dejarías? —Le preguntó mirando sus ojos jade. Eran de un verde oscuro intenso, y los de él tan claros. ¿Cómo dos verdes podía ser tan distintos?

—Nunca —respondió.

—¿No me ibas a dejar ese día, con tu maleta?

Lauren negó repetida veces.

Lo que el hielo ocultóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora