Capítulo 02

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La hora de comer había llegado, suspire llevando mi vista a la ventana del señor Min YoonGi. El continuaba escribiendo cosas en su despacho, se exigía mucho y esperaba lo mismo de los demás.

Me preguntaba si el no tenia a nadie con quien pudiera pasar el tiempo, ya que era el primero en prácticamente todo. No me interesaba, pero cuando lo veía tan solo me preguntaba el porque.

Como su asistente personal me había tocado ir a varios eventos y cenas con productores o empresarios de algunas marcas. Pero Min nunca llevaba a nadie, podía observarlo con detenimiento pues mi mesa siempre la escojo tres mesas atrás de donde el vaya a sentarse.

Apagué mi computador. Ordene mi lugar de trabajo y salí de mi trabajo. Preferí caminar y de paso comprar cereal y leche para cenar, pues yo tenia dos hermanas que mantener.

–¡Tori! –Anuncie mi llegada– ¡Silvia!

Al instante salio una chica de 20 años, seguida de una bebé de apenas 5 años. Las dos me saludaron como en el país de mi madre se hace.

Silvia se ha sentido mal hoy. –Dijo tori.

–¿Tiene síntomas de algún resfriado?

–Creo que no. No lo se, quiero llevarla al médico.

Ambas sabíamos lo que eso requería: Dinero. Y yo no tenia para gastar y gastar, pero era mi hermana menor y tenia que hacerlo.

Tori con 20 años jamas había amado por ello seguía soltera y con falta de apoyo pues su único “amor” término por drogarla para hacerle perder al hijo que crearon en una noche “loca” y Silvia con 5 años tenia el trauma de ver a mis padres morir por un accidente, mi hermana menor creaba una enfermedad nueva por día, y lo peor es que su cuerpo decaía, eso me preocupaba era un trauma enorme para una niña de tan solo 5 años.

Dejando eso Silvia es una niña sana.

Desde la muerte de mis padres las tres nos quedamos solas, sabía que yo por ser la mayor debía sacarlas adelanté y es lo que intentaba. En ocasiones veía llorar a silvia, la arrullaba hasta que se perdía en un sueño profundo y tranquilo, luego iba a hablar con Tori, ella no lloraba pero cayó en una depresión y tenia que estar al pie de la letra con sus medicinas y sus citas al psicólogo de las dos. Cuando terminaba mi momento maternal era yo la que lloraba.

Mi sueldo me alcanzaba para el alquiler de la casa, los recibos de pago, las constantes idas al doctor con silvia y para vestir. Tori se conforma con lo que puedo darle, ha querido trabajar pero es mejor que una trabaje y la otra cuide a silvia y mantenga limpia la casa. Eso no quita que no le de libertad de salir, cuando me toca descansar tori aprovecha para salir.

Luego de cenar silvia se quedo dormida. Entonces le pedí a tori que sacara una cita con nuestro medico de cabecera para ver si era o no era enfermedad real.

Luz, tengo que pedirte algo.

–Claro tori. –Asenti invitándola a hablar.

–Verás, el padre de mi mejor amiga ha enfermado de sobre manera y me gustaría estar con ella.

Respire hondo, rápidamente pensé cuantas palabras usar para pedirle a mi jefe unos días de descanso. Pensé que en caso de fallar en aquello me haría la enferma y así poder también llevar a silvia a consulta médica.

–Esta bien tori, ¿Te sirven tres días?

Ella esbozo una sonrisa.

–Estan genial tres días, muchas gracias luz.

Le di un abrazo como apoyo para ella y para su amiga, y nos fuimos a dormir.

Al siguiente día repetí mil veces lo que le diría a mi jefe:

Señor Min, me han surgido algunos problemas personales. Si pudiera ser tan amable....”

Constantemente me recordaba que me llevaba bien con mi jefe y que el me valoraba por lo buena trabajadora que era. Aun así me preocupaba meter la pata pues el señor YoonGi casi siempre estaba ocupado, ahora tenia que pensar a que hora del día podría entrar a su oficina y pedirle el permiso.

Volteaba hacia su oficina y se veía mas que ocupado, el miedo por interrumpirlo creció. Volví mi vista a mi computador y como caída del cielo me llegó la notificación de una junta pendiente que tenia el señor Min.

El señor Min se toma unos minutos de descanso cada que tiene una junta. –Pensé.

Después de la junta le pediré un minuto para hablar.

No fue necesario, al segundo la notificación de un nuevo correo sonó. Era el.

»Señorita miller, ¿puede pasar a mi oficina por favor?«

Un contrato de amor. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora