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– ¿Y por qué no le pones más hielos? – pregunta Rubén como un niño pequeño.

– Porque me gusta ponerle cuatro nada más – responde ya fastidiada

– ¿Y por qué?

– Y porque sí, Rubén, dejame en paz.

El anteriormente nombrado toma un hielo y lo acerca al vaso. – ¿Qué ocurriría si lo suelto? ¿Explotaría la matrix?

– No, lo único que va a pasar es que yo lo voy a sacar y te lo voy a meter en la chota – lo señala amenazante

– Tú todo para tocarme, no es así?

Ella levanta sus hombros. – No te diré que no si sí, en parte – responde sarcástica

Rubén rápidamente pone el hielo dentro de la remera de ella una vez que se da vuelta y corre fuera de ahí.

– Que conchudo sos, vení para acá pelotudo – toma un hielo y sale corriendo detrás de él.

– No sé qué es eso así que no me ofende – se le escucha gritar a lo lejos.

Y así como dos niños pequeños se quedaron rato jugando a perseguirse y tirarse cosas olvidándose por completo de todo.

Eso era otra de las tantas cosas que a Rubén le gustaba de Julieta. Poder ser él mismo sin que ella lo juzgue, al contrario, siempre le seguía el juego sin importar verse ridículos o no.

fernet ; rubén doblas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora