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– Julieta, no es para tanto. – el mayor ríe siguiéndola a la cocina – es sólo una bebida, por Dios.

– ¿Sólo una bebida? – ella niega con la cabeza – es básicamente el elixir de los dioses

Rubén observa cada movimiento de la chica, embobado, pensando en cómo tuvo tanta suerte de conocerla.
Y es que, aquella chica argentina que ya conocía hace unos cuantos años, se había ganado su corazón sólo con su forma de ser.

Tan graciosa, tan sencilla, tan buena persona. Toda ella lo traía loco.

– Tierra llamando a Rubén, repito, tierra llamando a Rubén – ella pasa una mano por delante de su cara

– ¿Qué estabas diciendo? – pregunta él saliendo de su trance

– Pregunté si podías sacar el hielo de la heladera... – frunce el ceño – ¿Estás bien, boludo?

– Sí, pelotuda, estoy bien – imita fallidamente el acento argentino mientras le alcanza el hielo

– Tantos años teniéndome en tu vida y no aprendiste ni un poco el acento – niega con la cabeza haciendo una mueca – siento que he fallado, chaval

– Buenooo, que tú tampoco eres una experta en acentos – se ríe levemente – tendremos que vernos más seguido

– Por mí encantada – lo mira con una sonrisa y él la imita.

Arroba Dios, ¿cómo dejar de gustar de alguien?

fernet ; rubén doblas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora