Ella

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Entra en la cocina, intentando apartar sus demonios, porque el momento que iba a vivir lo requería, necesitaba poner toda su atención en la piel casi terciopelo de aquella muchacha caída del cielo. Estaba sentada en la encimera, la cocina era quizá, demasiado amplia para su gusto, pero había pagado ella, pues ella mandaba. Era rectangular, casi parecía un salón del tamaño que tenía. En el centro de la cocina, en forma de isla, una amplia encimera, de mármol, siempre fría como el hielo, que debajo tenía todos los elementos posibles de una cocina, ubicados con demasiado buen gusto, le encanta decorar, siempre quiso dedicarse a ello. Ahora que se estaba fijando, estaba todo perfectamente colocado para poder ponerse encima de aquella encimera que incitaba a tumbarse en ella, con todos sus electrodomésticos colocados para no molestar, impolutos, expectantes ante los acontecimientos que se avecinaban, si pudiesen hablar, le dirían que por ella han visto ateos rezar. -Qué te piensas tanto?- ya tenía el ceño fruncido, se estaba impacientando y él lo sabía. Estaba descubriendo que ya no controlaba tanto la situación en su cabeza, últimamente le rondaba mucho la idea, quizá más que idea, sensación, casi palpable de que ella iba a irse, y le estaba quitando energía, se sumía demasiado en sus pensamientos olvidando que es demasiado observadora y lo notaba todo, levantó la cabeza para salir rápido de aquella espiral de angustia y se encontró de frente con un cuerpo esculpido a la perfección, cada vez tenía más claro que dios es mujer, y lo tenía delante. Su loba estaba impaciente. -Piensas mucho, me voy a ir a fumar.
-Cuando te veo me quedo sin palabras- le dijo rápido, y se desabrochó el cinturón, ella sonrió y le agarró de la camiseta tan fuerte que sonó un crujido.
La levantó agarrándole las nalgas, empezaba la acción, con mucha intención metió la mano por su pantalón hasta acariciarle el coño, estaba mojada, ardiendo, la diosa elevando las temperaturas del infierno. Le quitó el cinturón con la boca. Seguidamente elimina toda su ropa, y se agacha a comerle la polla, suavecito para aumentar sus pulsaciones, casi hasta pararle el ritmo cardíaco, el la levanta, la sienta en la encimera e introduce los dedos, a la vez que la besa, ella le muerde el labio sin poder evitarlo, ha subido el nivel, ya no puede pensar, solo arde. Le abre las piernas, y la introduce despacito, la mira, los ojos en blanco, le suben las pulsaciones, ahí tiene a su loba, apunto de aullarle, de hacerle aullar. Aumenta la rapidez del movimiento, lo suficiente para que ella haga ruido pero no se corra, aún no. La mira, se la saca y la lleva hasta la cama, una vez tumbada la contempla, y ella frunce el ceño, está impaciente. Empieza a besarla el cuello, y baja lamiéndole el cuerpo entero despacio, con las manos agarrándole el pecho, sintiendo cada poro, notando la piel erizada, hasta llegar al templo, mueve la lengua despacio, con demasiado arte, hasta que escucha su sonido favorito, ella gime, de manera descontrolada, jadea, es el momento de follar hasta aullar a la luna. Despacio se la introduce, mientras mira sus bonitos ojos, que a pesar de ser azules, ahora mismo solo reflejan fuego. Juega a moverse muy lento, para ponerla intranquila, seguir subiendo la temperatura. Gime más alto, y el sin poder evitarlo acelera, la agarra del cuello y acelera, empieza a gemir tan alto que el ya sabe que va a correrse, se pone más cachondo, y se corren a la vez.
Ella se gira, y el observa su espalda, ya se la sabe de memoria, pero le encanta mirarla.
Se sienta en la cama y se enciende un cigarro, sabe que ese es el que más le gusta, incluso le gusta verla fumándoselo, si en algún momento tiene algo de poder frente a ella, es en el sexo, y dejarla extasiada mientras se fuma un cigarro, se lo confirma. Bendito placer.
Suena el teléfono, debe ser el lobo, le ha cambiado el semblante, y tiene la piel erizada, esta vez, algo no va bien, no es como siempre.
-Deja de mirarme, vas a tatuarme los ojos en la espalda- en ocasiones, es fría como el hielo, le sale solo, él lo sabe, pero no dice nada, ya no queda apenas tiempo, pronto, no oirá si quiera esa frialdad. Empiezan a abrumarle los pensamientos, en alguna ocasión, siente una pequeña toxicidad fluir hacia la superficie y no puede controlarla, le invade el miedo.
-No lo coges?- Se hace el tonto, si pregunta quien es, no va a decírselo, busca otro camino, gran parte de las veces, sin éxito.
-No es importante- dice.
-Por algo te llamarán, verdad?- nota como le suda la frente, y siente una punzada en el estómago.
-No me importa- miente.
Vuelve a mirarla, ha puesto música con un volumen tan bajo que parece un susurro, y tiene el móvil debajo de la almohada. Son las seis de la tarde, pero sabe que va a dormir hasta que su insomnio la desvele, esa cabecita tiene muchos frentes abiertos, y le ha dejado observando desde fuera. Ahora que lo piensa, quizá nunca llego a entrar.
Ha pensado en muchas ocasiones la forma de encontrar a quien ocupa su mente, ver a aquel que sus ojos admiran, o añoran, ya no sabe que creer, solo siente la distancia abismal con su gran amor. No sabe exactamente para que quiere ver la cara de quien ocupa su mente, solo siente impotencia y rabia, y se apodera de su cuerpo una angustia que se agolpa en el pecho, ya no está seguro de si es tan real como el cree, o ha sugestionado tanto su mente que ve cosas donde no hay absolutamente nada, puede que se diga eso simplemente para calmar la certeza tan dolorosa de saber que no fue, y no será.
-Voy a ducharme, estoy sudando- pero ella se ha dormido, debe agotar tanta guerra interna, y eso que el siempre intenta darle paz.
Se echa la culpa, porque a pesar de todo el amor que le procesa, y lo mucho que intenta cuidarla, el fue quien saltó del tren en marcha, y  le quedará la duda, de, si en vez de salir corriendo, hubiese hecho frente a la situación, quizá, y solo quizá, no habría otra persona llenando mente y corazón, en el amor de su vida.
Que iluso, pequeño ingenuo, sentado esperando el desastre, y firmemente decidido a no moverse hasta que el fuego le deje hecho cenizas.
-Tú no te ibas a la ducha?- le sacó de sus pensamientos de nuevo, llevaba al menos 1 hora observándola mientras se perdía buscando soluciones que no iba a encontrar, y lo peor, es que ella le había escuchado, y ni si quiera quiso contestarle. Si, queda demasiado poco.

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