Capítulo IX

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"Sensación"

A pesar de ser un desayuno simple, fue demasiado delicioso, al menos para el joven ojiazul lo fue, ya que sonreía dulcemente mientras comía su pan tostado con mermelada. Leone se deleitaba de la hermosura del pelinegro al verlo comer, porque incluso con migajas alrededor de sus mejillas y el cabello desordenado por la caída de ambos, se veía igual de precioso que siempre.

Gracias por el desayuno, Abbacchio — sonrió el menor tiernamente mientras le daba un sorbo al jugo de naranja.

Mh... — contestó el mayor con una leve sonrisa.

Una vez que el pelinegro terminó de comer, el albino se encargo de dejar la charola y levantarse, dispuesto a dejarla en la cocina. Pero una mano sostuvo su camisa, haciéndose que detuviera su marcha. Leone volteó a verlo interrogante.

No te vayas aún... — dijo el menor en un puchero — Vuelve, quédate conmigo.

¿Y quién era Abbacchio para no obedecer a su jefe? Soltó un suspiro y dejo la charola con los platos usados a un lado y volvió a sentarse en la cama con el. Bruno sonrió satisfecho y abrazo el cuerpo del mayor, reposando su cabeza en su pecho, sintiendo los escandalosos latidos de su corazón.

¿Tu también... lo sientes? — preguntó el menor inocentemente acariciándole el pecho al mayor.

El de ojos ámbar se quedó quieto, la voz suave de Buccellati y sus manos acariciando su pecho se sentían tan bien, comenzó a sudar levemente por los nervios que sentía, ya que Bruno había descubierto el sonido escandaloso de su corazón.

¿A qué te refieres? — logró preguntar el albino.

Bruno tomó la mano del mayor y la colocó sobre su pecho, justo donde estaba su corazón, el cual estaba igual de escandalizado que el contrario, y con las mejillas ligeramente enrojecidas le sonrió tiernamente al albino.

Yo... También siento lo mismo — confesó el menor tímidamente.

Bruno... — Leone quedó sorprendido, sus sentimientos estaban siendo correspondidos. ¿Acaso Buccellati siempre se habrá sentido de esa forma? ¿O solo era porque perdió la memoria? No tenía con claridad las respuestas.

Y entre más dudas surgían, la mano de Leone comenzó a bajar por el pecho del menor e inconcientemente apretó uno de sus suaves pectorales.

¡Ah! — gimió Buccellati.

Leone salió de sus pensamientos abruptamente al escuchar al pelinegro, el cual tembló muy levemente ante el apretón. Al ver su mano en su pecho la quitó rápidamente apenado.

B-Buccellati... Yo... lo siento... — se disculpó el mayor.

A-Abbacchio... — con su mano levemente temblorosa, tomó la mano contraría y la volvió a posicionar en su pecho — M-Me... Me gusta...

Leone se quedó boquiabierto ante el comportamiento del jovén, y al mover sus ojos hacia abajo, pudo observar como la erección del menor comenzaba a hacerse más notoria

Leone... — murmuró él menor mientras comenzaba a acariciar el torso del mayor suavemente. Ni siquiera sabía que hacía, solo actuaba de esa forma porque su cuerpo lo exigía.

Oh, mierda. Ahí va de nuevo el dulce pelinegro, incitando al albino a desbordarse en deseo, y si que funcionaba. Abbacchio soltó un leve suspiro de placer al sentir las manos del joven en su cuerpo. Pero no, no podía, el es su jefe, su capo, su líder, no puede dejarse llevar.

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