Parte 2

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El viejo sauce que se encontraba cerca del pequeño lago, era uno de los fieles constantes de la joven. Fue en un día soleado, ella jugaba a las escondidas con su hermano, Jacob. Fue entonces, que lo vio y decidió ocultarse tras el frondoso sauce. Aunque, al darse cuenta de la hermosa vista que le brindaba aquel lugar tan peculiar, pero espectacular, pues, entre sus hojas que parecían gotas de lluvia, se podía apreciar los rayos de sol filtrarse sin cuidado alguno, y al mismo tiempo disfrutar el cálido clima de aquel verano. Dónde los gansos nadaban en las aguas tibias del lago, brindando un paisaje calmado. Y en ese instante que la pequeña, Adelaine, notó eso, supo que sería su lugar especial.

Un sitio testigo de la espera y del arrullo del viento. Que le brindaría la paz que en situaciones necesitaría.

Una tarde fue encontrada por su hermano, la cual la tomó por la cintura y la elevó hasta el punto en que sus pies quedarán suspendidos en el aire. Con una sonrisa en los labios, Jacob, cargaba a su hermana, quien se encontraba distraída (cómo siempre). Contemplando el cálido paisaje que se podía apreciar.

Desde las sombras él le observaba, y por su mente pasó asustarla. Con sumo cuidado decidió acercarse a su pequeña hermana, en ese entonces dé tan solo catorce años, y tomarla por detrás de la cintura, logrando así su objetivo, espantarla, pues un chillido asustado escapó de sus labios. Sus brazos que osaban de permanecer en los de su hermano, se movían con el único fin de librarse del agarre sutil que ejercía él en ella.

- ¡Detente! No te retuerzas. Nos harás caer a ambos. Basta. - soltaba Jacob con gracia, ante la postura que tomaba su hermana a tal ataque tan vil y sucio, ya que a ella no le parecía del todo justo, pero con Jacob, nada era como debía ser y eso para la joven era de su conocimiento.

- ¡Suéltame ya! Sabes que detesto que me asusten. - exclamaba agitada. Pues, su fuerza y paciencia se acababa para seguir tratando de salir de las garras de él.

Y Jacob, sabía que pronto ella terminaría agotada y él ganaría aquella treta en donde él resultaba ganador, siempre todo lo que quería lo lograba. Pero a él nunca le importó obtener nada que no fuera de su interés.

Rendida Adelaine, dejó sus lánguidos brazos caer a sus costados, con un resoplido que hizo levantar un mechón que se encontraba salido de su trenza, le dio a conocer que él había ganado.

Y así fue, pues Jacob le abandonó con extremada delicadeza hasta dejar sus pies descalzos en el pasto verde. Sin soltar sus brazos de su cintura, hundió la cabeza en el hueco de su cuello, donde absorbió toda su esencia, néctar a vainilla que desprendía de su suave piel y deleitaban sus fosas nasales, haciendo que su carne se erizara por completo y los latidos de su corazón se dispararan.

Con una sonrisa en los labios la muchacha posó sus manos en sus fuertes brazos. Debido a que entendía que con ese gesto él se disculpaba por el mal rato que le había hecho pasar. Ella no sabía enojarse con él. Con todos menos con él.

Y con tal sutileza sin qué lo viera venir, él se acercó. Con total lentitud se aproximó a aquel suave y expuesto trozo de seda blanco, efluvio a néctar. El corazón le corría a mil por hora, retumbando en su pecho. Rozó con sus labios entre abiertos su delicado cuello, dejando chocar su tibio aliento en su fina pero tierna piel. Y repartió besos húmedos en su cuello. Esa parte que le causaba tanto deseo por probar, ese pequeño trozo de piel tersa que añoraba recorrer. Ya que con la mirada ya no bastaba, lo sabía.

Estremecida por completo al sentir sus húmedos labios en su cuello. Y con la respiración entrecortada y el corazón retumbante en los tímpanos, unos cuantas elucubraciones abarcaron su mente. Considerada indecentes, pero que por alguna extraña razón están presentes. Cada que él está a su lado.

El Sauce de Adelaine [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora