Capítulo tres.

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Hielo. Desde la azotea de la planta 1 es lo único que puedo ver en este amanecer tan horriblemente blanco. No sé exactamente qué hora es pero sí que sé que es demasiado temprano para que pueda estar aquí, hay una norma que lo prohíbe porque corres el riesgo de congelarte. El sol apenas cruza la línea del horizonte y una brisa gélida me hiela los dedos. Hielo y frío. Siempre lo mismo.

Bajo las escaleras rápidamente, desde que sé que existen me ha costado volver a pisar un ascensor. Ayer por la noche anunciaron que hoy a las diez de la mañana les llegaría a los elegidos una carta con explicaciones y las órdenes que tienen que seguir.

Me gustaría que me tocara a mí para salir de aquí y averiguar de una vez que son esas cosas luminosas que vimos Jared y yo en las catacumbas, pero sé que si me toca ser parte del pelotón de esa misión puede que no regrese nunca a La Cuna, y eso es algo que no me importa mucho, lo que sí que me importa es mi familia. No quiero hacerles daño. Por culpa de Jared me he pasado la noche pensando en eso.

Cuando entro en casa mamá está despierta.

– ¿Dónde estabas?–Pregunta.

– He ido a pasear por la planta 4– miento.

– No sé por qué me cuesta creerte.

– Haz lo que quieras. Me voy a mi habitación.

– Nuiana, espera un momento– dice.– Mira, sé que no te gusta este lugar, pero quizás cuando seas grande el planeta ya se habrá recuperado y podrás vivir en el exterior así que no cometas ninguna estupidez, por favor.

– No voy a hacer nada, ya sabes que tampoco puedo hacerle nada.

No entiendo por qué me ha dicho eso, ¿acaso parece que vaya a presentarme voluntaria para la misión o algo? Me da mucha rabia que me trate como una niña pequeña, ya tengo diecisiete años, puedo cuidarme solita.

Cuando entro a mi habitación me tiro en la cama y dejo que pasen los minutos mientras me pregunto quiénes serán los escogidos, y si de verdad tienen alguna posibilidad de volver con lo que necesitamos sanos y salvos. Al cabo de pocos minutos me duermo.

– ¡Es solo una niña!– Dice mi madre sollozando– No la pueden obligar a ir.

Salto de la cama y salgo corriendo de la habitación en cuanto oigo a mi madre. Nunca creí que de verdad me elegirían, y quizá era por eso que tanto quería que lo hicieran, pero ahora no siento más que un nudo en el estómago que me oprime la barriga y me pone de los nervios.

– Nui, ¡no quiero que te vayas!– dice mi hermano pequeño, Ivik, abrazándome.

– Cariño, no dejaré que te lleven, iré yo por ti– dice mi madre.

Mi padre está sentado en una butaca releyendo la carta con una expresión triste. Nunca había visto a mis padres así.

– Un momento, que no cunda el pánico, por favor– digo intentando pensar en algo–.Papá, déjame leer la carta.

Él me la pasa. Está arrugada.

Planta 437, compartimento47

perteneciente a la familia Seirin.

Destinatario: Nuiana Seirin. Diecisiete años, Un metro setenta y seis, setenta kilogramos.

Se le quería informar de que ha sido usted elegida para participar en la misión B6601, la cual necesita la más urgente ejecución. Por eso mismo es usted convocada a las 12:00 de el día de hoy en la planta 115 donde se llevará a cabo una explicación más detallada sobre la misión y se le presentarán sus compañeros de misión.

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