La Despedida

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-Bájame, Sam, bájame,  ¡Ahora!- Miranda protestaba, desde su posición no podía verle la cara pero sabía que sin duda se estaba riendo de sus intentos fallidos de que le hiciera caso, el castaño no tenía planes de acatar las órdenes de su pequeña raptada, solo caminaba sin decir una palabra con una expresión risueña en su rostro con Miranda sobre sus hombros.

Sam se detuvo con una expresión extraña como si estuviera analizando.

-¿Ahora qué?- preguntó Miranda, dejado de moverse y de pegarle puñetazos en las espalda y rodillazos en el estómago porque sabía que era un desperdicio de energía, nada de lo ella hiciese iba a hacer que la bajara, la había arrastrado desde su habitación hasta el jardín, solo para tener una conversación que planeaba evitar a toda costa, aunque fuera en vano.

-Pequeña ¿engordaste de nuevo?- preguntó y por un momento Miranda se quedó en silencio- ¿no tenías una sesión de fotos mañana?

-¿Y? No es realmente importante, solo comí demás en al almuerzo, y por cierto crees que podrías bajarme, mi cabeza está comenzando a dar vueltas, y es realmente alto por aquí arriba.

-Lo siento, había olvidado que eras demasiado pequeña todavía- dijo mientras la colocaba en el suelo, en donde apenas le llegaba a los hombros.

-Mido 1.71, ¿sabes? No soy pequeña es solo que tú 1.85 supera cualquiera, maldito gigante de mierda- contestó indignada, cada vez que hablaba con él terminaba doliéndole el cuello.

-Sabes que odio que sueltes tacos o maldigas, abstente de decir esas cosas delante de mí, ¿Cuánto te volviste tan malhablada?- preguntó sin esperar respuesta alguna, ella había sido así desde siempre- bien pequeña, vamos a volver a los tiempos de la ardillita feliz y regordota que conozco-- la mira a los ojos, con una media sonrisa, ella todavía tenía el ceño fruncido, y parecía bastante molesta.

-¿Por qué llamarme ardilla cuando tengo un nombre?

-Porque no me justa llamarte como todos te llaman y además ¿qué hay de malo con 🐿  ardillita?

-Suena ridículo- protestó

-Miranda- cambio el tono, su voz ahora serena decía más de lo que podría expresar en palabras, la miro a los ojos sin decir nada, no había mucho que decir, la atmósfera había cambiado ya no se trataba de un juego habían sido amigos por 7 años, podían adivinar las siguientes palabras del otro- lo has estado evitando desde hace semanas, no es justo, la única cosa en la que pienso cuando hago las maletas es en ti, y lo único que me puede hacer deshacerlas eres tú, dime que me quede y lo are.

Sam había recibido una beca en el extranjero para ser futbolista, Dios tan típico, acaso no existía otro deporte para los hombres, pero que se le iba a hacer era su sueño yo también tenía el mío, sabía que si le pedía que se quedara conmigo lo haría y no podía hacerle eso, no se lo merecía, yo era su amiga y tenía que apoyarlo.

Es cierto lo estaba evitando pero no había un día en que no pensara en eso, ¿cómo sería mi vida sin Sam? No importaba, lo soportaría a toda costa, por Sam.

-Sam no tienes que pedirme permiso para hacer lo que quieres hacer, porque si lo quieres hacer quien soy yo para decirte que no lo hagas- odiaba esta conversación solo quería que terminara de una vez, estaba a punto de llorar y no quería que me viera llorando, no hoy.

Amor a lo Carmelita Donde viven las historias. Descúbrelo ahora