Anatolia

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Este OS es una adaptación del mito de Eros y Psique. 

Contiene sexo explícito.


***

Siente sus manos como plumas en sus costados, su lengua se arremolina en el hueco de su clavícula y sus talones se anclan en sus caderas, atrayéndolo aún más hacia su cuerpo, como si sus embestidas desesperadas no fueran suficiente.

Cada noche, el silencio del palacio se llena de suspiros, de súplicas y de gemidos. Nunca dos seres se han entendido tanto sin conocerse. Se sienten, se disfrutan y se tienen.

—Agoney. —No es más que un susurro, pero lo hace con la lengua en su oído y su tono es tan desesperado, que está a punto de explotar—. No puedo más.

—Hazlo —le alienta en un jadeo ronco al ritmo del vaivén de sus caderas. Acelera y Raoul siente que se muere, si eso fuese posible—. Quiero sentirlo.

—Tócame —suplica, elevando la cadera, ofreciéndose aún más.

Agoney ríe, aunque suena más como un gruñido.

—No.

—Ago... —gimotea impaciente. Al ver que no responde, baja la mano desde el cuello del contrario hasta su erección, pero antes de poder siquiera tocarla, Agoney la retira con fuerza.

—Hoy quiero que te corras así. Quiero sentir como tu culo me engulle aún más y como te corres sobre nuestros cuerpos.

Raoul gime sin poder decir nada más. Está tan cerca.

Sin previo aviso, Agoney sale de él por completo, ganándose un manotazo en el hombro y un bufido frustrado. Pero la necesidad imperiosa de voltearlo y azotar y agarrar sus nalgas con fuerza es superior a él.

No lo ve, pues la luz en sus encuentros está prohibida, pero se conoce su anatomía de memoria. Se imagina a la perfección lo enrojecida que debe estar su piel; siente la carne rebotar contra su mano a la par que el gemido agudo de Raoul reverbera en la habitación. Se entierran en él hasta el fondo y tira de sus cabellos de seda para ayudarle a erguirse. Le indica que le rodee el cuello con sus brazos y Raoul obedece al instante. Agoney planta su pie derecho sobre el colchón de plumas y ancla su cadera aferrándose a ella con ambas manos.

Se lo folla a conciencia, dejándose la garganta, hincando los dedos en la carne, perdiéndose en su cuello, marcando la piel que no puede ver.

—Ago. Ago. —Un suspiro, un susurro diminuto pero lleno de necesidad. Agoney se apiada y su mano derecha repta por su piel brillante hasta toparse con su erección, humedad y tan dura que está seguro que con la primera caricia todo habrá acabado.

Raoul arquea la espalda al sentirlo, haciendo que Agoney se hunda aún más en él. Pierden el ritmo, gritan y gimen y lloran de placer. Todo se vuelve blanco. Puede que Raoul acabe antes, un orgasmo poderoso que lo barre por completo, pero Agoney lo sigue al segundo, arrastrado por todo ese placer.

Caen exhaustos sobre las sabanas, risas perezosas llenan sus bocas. Se buscan a tientas, acariciando la piel perlada en sudor allí donde la encuentran. Vuelven a enredarse hasta dar con sus labios. Se besan, mucho más tranquilos ahora que todo ha acabado, pero sin perder un ápice de la pasión que sienten por el otro.

—Buenas noches —murmura Raoul, acomodándose en su pecho.

—Buenas noches —responde Agoney, atrayéndolo hacia él.

El silencio vuelve a reinar en el palacio. Todo parece más oscuro cuando la respiración acompasada de Raoul colisiona con su pecho desnudo.

Es entonces cuando las voces aparecen.

#yomequedoencasa | drabbles para la cuarentenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora