— "!¿Q..Qué creen que hacen?! ¡Yo no les he hecho nada! ¡P..Por favor! ¡Paren! ¡Paren! ¡PAREN! ¡DETENGANSE! "
Sus intentos por cubrirse de los golpes eran en vano. Ellos no se cansaban, y le resultaba una locura que cada vez tuviesen más fuerza para lograr lastimarlo. Su rostro, sus brazos, sus costillas y principalmente, su corazón.
Nadie lo escuchaba dentro de ese baño, todos estaban en clases pretendiendo que nada malo ocurría con él. Con su mente.
Sus compañeros eran tan malos y merecían ser castigados.
Tenía tanta hambre.
" ¡Pero ellos no se estuvieron, oh, querido diario! ¡No lo hicieron! Me golpearon una y otra y otra vez, me duele tanto... Me duele... "
El pequeño e indefenso niño analizaba cada hematoma en su rostro e incluso cada rastro de sangre en sus labios, su ropa desaliñada y las marcas de uñas en cada zona de su piel. Estaba tan destrozado. Tan débil. Tan.. inservible.
Y sonrió ante aquel último pensamiento.
" Oh, querido diario, soy inútil para el lobo feroz, tendrá que conseguirse otra Caperucita Roja. Tendré tiempo para que llegue y me salve el cazador. "