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A veces solía preguntarse qué había detrás de esa puerta. Peligro, era claro, y no debería de acercarse, pero en el cuento Caperucita era valiente, curiosa e ingenua.

Él no era Caperucita.

No, porque el cuento en el que estaba era distinto. Era bizarro, asqueroso y lo aborrecía.

—"Lobo, lobo, ¿Estás ahí?"

No hubo repuesta alguna por lo que volvió a cuestionar.

— "Lobo, lobo, ¿Estás ahí?"

¿Y si en realidad no era Caperucita? ¿Y si en realidad era Alicia en el país de las Maravillas? Eso explicaría sus pesadillas estando despierto.

Porque del melancólico y oscuro tapiz de la pared manos comenzaron a tomarlo con fuerza. A reclamarlo y atraerlo.

El cielo se tornó oscuro y los monstruos comenzaron a subir por las escaleras. Daban tanto miedo. Se movían de una forma inhumana, logrando que sus huesos tronasen y que sus chillidos le desgarrasen sus tímpanos.

Se ahogaba con su propia saliva, con su propia sangre. Sus ojos sollozaban. Se estaba asfixiando en vida y la puerta cada vez se abría más y más y más, y la sombra del lobo feroz se asomaba cada vez más y más y más, hasta alcanzarlo.

" El día de hoy no estoy con ánimos de escribir, querido diario. El lobo feroz me devoró y yo tuve la culpa. Me duele tanto. Desearía estar muerto. Desearía que el cazador acabase con él de una vez por todas. Desearía mi final feliz. "

𝐋𝐨𝐛𝐨, 𝐥𝐨𝐛𝐨, ¿𝐄𝐬𝐭á𝐬 𝐚𝐡𝐢?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora