Jude

Huida

Tras contarle a mi padre lo que había escuchado y lo que ello implicaba, ideamos un plan para escaparnos, era muy arriesgado, pero era nuestra última esperanza. Era imposible huir sin que nos descubriesen ya que estábamos cercados por vallas electrificadas y había una vigilancia constante. Además, aun si consiguiésemos escaparnos, alrededor del campo, solamente había una explanada, por lo que los alemanes nos seguirían y acabaríamos muertos irremediablemente. Así pues, la única manera viable de salir de allí era por la puerta.

En el campo, había un edificio en el que se almacenaban trajes de soldado y munición, pero era imposible acceder a él sin una buena distracción. Mi padre y yo estábamos trabajando en la construcción del único gran edificio que había en el campo, medía unos 10 metros de alto, por lo que si se caía causaría un gran estruendo. Comenzamos a construirlo de tal manera que cuando se acumulase el peso suficiente, se derrumbase por completo.

Una mañana sucedió lo que habíamos estado esperando por tanto tiempo, el edificio comenzó a temblar y, sabiendo lo que iba a pasar a continuación, fuimos hacia la zona que estaba lo suficientemente cerca del almacén como para alcanzarlo en medio del revuelo, pero que estaba lo suficientemente lejos como para no resultar sospechosos. Así pues, cuando el edificio se derrumbó y todos los oficiales corrieron para controlar a los prisioneros y averiguar lo que había sucedido, fuimos disimuladamente hasta el almacén. Allí había un guardia, pero conseguimos derribarlo y quitarle la llave porque estaba en shock por lo sucedido.

Nos vestimos y, tras coger un arma cada uno, nos dirigimos a la puerta. Los soldados que estaban apostados en esta nos pararon. Sospechaban de nosotros. Nos quedaba tan poco... "Vamos a buscar al arquitecto que diseño el edificio derrumbado, abrid la puerta u os abriremos a vosotros" gritó mi padre en alemán. Los soldados, sorprendidos por sus palabras, nos dejaron pasar y, finalmente, escapamos del infierno. O eso creímos.