No, no era el fin de la historia de nadie en este momento. Dicen que sí, que la muerte es algo más cercana y repentina de lo que creemos. Inclusive, la idea de asimilar que todos los años pasamos por el día de nuestra muerte como si nada me pone los pelos de punta. Pero tranquilos todos, nada de eso en esta historia.
Javi abrió los ojos para encontrar a un hermoso hombre horrorizado con toda la escena, sujetando lo que parecía una vieja llanta con arena en los brazos. Y sin tener mucho tiempo de apreciar su belleza volteó aliviado para darse cuenta que detrás de Adela y él estaba un chofer de camión furioso a punto de bajarse de su gran camión para exigir explicaciones de esta supuesta urgencia.
"¿Se puede saber que diablos tienes en la cabeza, niña?!!!! Nos has podido matar a todos" dijo el chofer del camión con todos los músculos de la quijada tensos. Su furia era algo fácil de percibir a kilómetros de distancia. Tranquilamente esos gritos llegaron a ser escuchado en Lima. Y fue así, que Adela bajó del auto y se dirigió como si nada hubiera pasado hacia la parte trasera del camión.
El chofer del camión aturdido a más no poder por la calma de Adela, la acompañó en un estado de ira silenciosa y su cara cambió cuando la encontró señalando las puertas abiertas de la carga que llevaba.
"Señor, es que noté que los escombros que lleva en su camión estaban cayendo por la pista. Y es verdad, pude no haber dicho nada pero intenté ser buena ciudadana y avisarte. No puedo ni imaginarme lo frustrante que hubiera sido que te des cuenta mucho más adelante" dijo Adela con calma y con seguridad de que después de esa explicación finalmente se podría llevar la fiesta en paz.
"Oye pituquita tonta, lo que haga con mi basura no es tu problema. Por entrometida casi nos matas a todos. Mi basura va donde yo decida que va. Punto" respondió el chofer del camión mientras se dirigía nuevamente a trepar a su asiento y a seguir su camino.
"Oye, es mi problema si decides que aunque sea un gramo de arena de tu basura va en estas pistas. Estas pistas no son tuyas ni mias. Son del país, así que asimila de una vez que no vas a poder hacer lo que te da la gana" respondió Adela con pura convicción.
"Lo que digas, niña. Suerte en tu misión de salvar el mundo, ahora muévete de la pista que ya mi hiciste perder suficiente tiempo" dijo el chofer despreocupado.
"No" respondió Adela a secas.
"¿Perdón? ¿No?" dijo el chofer con una risa burlona.
"No. Oíste bien, me tendrás que atropellar antes. No vas a salirte con la tuya. Y tengo a un testigo aquí para que muestre exactamente lo que pasó si decides hacerlo" dijo Adela segura que ya la batalla estaba ganada.
"Ehmmm... no, señor. No tiene ningún testigo. No le haga caso, ahora la convenzo de moverse" dijo Javi en calma y manteniendo el único grado de sensatez que podría sentirse en el ambiente.
"Javier, ¿de qué lado estas? No entiendo" preguntó Adela indignada.
"Del lado de quiero-vivir, Adela. Ya basta" dijo Javi. Y terminó la oración murmurando "Adela, en serio... estamos en medio de la carretera y no sabemos de que es capaz este tipo".
"Javi, esto es lo que hacen. Usan el miedo para intimidar y luego hacen lo que quieren. A mi no me van a intimidar con sus grandes palabrotas" dijo Adela sin pestañar.
"Bueno niña, si no entiendes con palabras tal vez esto te ayude a entender" dijo el señor mientras sacó una pistola enorme y antigua que dejó mudo a todos.
Silencio absoluto, el crujir suave de la arena arrastrada por el viento jugando con la desigual superficie de la pista.
"No me da miedo tu gran pistola oxidada. Limpia tu desorden y te dejo seguir tu camino tranquilo. A mi tampoco me pinta mucho quedarme rostizándome bajo el sol en plena carretera. Limpia y nos vamos todos por nuestros caminos" dijo Adela con la voz más calmada que llevaba en el repertorio de tonos de voz que Javi la había escuchado usar.
Javi en ese momento decidió ser testigo de lo que tuviera que ser. Confiaba mucho en su amiga, confiaba en su criterio y al mismo tiempo había sido testigo de tantos enredos en los que se habrían metido por malas decisiones lideradas por Adela. Este error implicaría uno que ninguno podría contar.
De pronto el 2do sonido del día más tenebroso, el sonar del seguro de esa vieja pistola oxidada y nada más.
"Como quieras, niña. No pueden decir que no les advertí".
Todo se detuvo, en cámara lenta (muy lenta), salió polvillo primero y luego lo que parecía ser una bala. Javi y Adela habrían visto muchas películas de acción, habrían visto como muchas veces esa escena del disparo se mostraba en cámara lenta. Nunca se imaginaron que en realidad se viera así.
Se vio como la bala viajaba lento en dirección al pecho de Adela, cada vez yendo un poco más lento. El viejo polvillo se expandía hacia los alrededores de todo, hasta quedar quieto formando un aura que casi que adornaba la situación.
Javi volteó a mirar a Adela y vio todo su mundo ser un poco más sobrio. ¿Sería así como se acabaría su vida? ¿Por medio de una estúpida discusión por basura? ¿Por convencer a un hombre sin nombre de que se haga responsable de lo que le tocaba? Lo pensó de nuevo y esta vez no le sonaba como algo tan descabellado. En realidad, sonaba mucho a algo bastante "ella".
Adela cerró los ojos esperando que la bala llegue a ella. Javi no pudo con todo lo que veía y corrió como un toro liberado después de la cuarentena más dolorosa y empujó a Adela. Ambos cayeron al concreto, a esa pista hirviendo.
Se miraron uno al otro, se miraron a si mismo. Y luego la mirada clave que cambiaría todo, miraron al frente para ver algo que hacía sentido cero en ese momento y ahí estaba: nuestro olvidado personaje del carro parado con luces de emergencia parado con las manos extendidas, todos los dedos abiertos; mirando fijamente la bala de esa vieja pistola.
Adela y Javi no sabían si reir o preguntar que creía que estaba haciendo ese interesante sujeto. Luego la posibilidad de reir quedó fuera de las opciones cuando vieron en el aire, congelado en la nada, lo que iba camino a matar a alguno de ellos.
YOU ARE READING
Ese mágico camino al norte
Short StoryLa aventura de dos amigos que decidieron espontáneamente ir a la playa de Pimentel para ver una estrella fugaz y terminaron encontrando en el camino mucho más que eso. Esta historia fue inspirada en un viaje de carretera al norte del Perú, partiendo...