Suena en la radio del coche Sky Blue de Elijah Blake, me encuentro en el asiento del copiloto de un Audi A3 al lado del Dante dirigiéndonos a Valle de Aosta.
Si como lo oís, estoy en el coche de mi supuesto amigo de la infancia dirigiéndonos al sitio donde mi padre mi dijo que fuera.
Os preguntaréis que pasó cuando Dante llegó a mi casa, pues sucedió esto:
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—Tu padre me envió una carta.
—¿Cómo qué te envió una carta? Quiero leerla. – le dije rápidamente.
Dante saca un trozo de papel de sus pantalones y me lo entrega, veo en ella la letra de mi padre. Empiezo a leer, en ella dice que viniera a por mí y me cuidara porque ahora yo estaría al mando y a él lo ha dejado como mi consejero o mi ayudante, no sabría cómo explicarlo, pero no dice nada más. Ninguna pista de el por qué tengo que ser yo la que le vengue.
—No entiendo nada.
—Lo entenderás mejor cuando vaya a la casa de campo. Allí papá dejó una cosa para ti. – dijo Frank – Ve pequeña, nosotros iremos en unas semanas, cuando acabemos unos papeleos.
Después de eso me puse hacer unas maletas con lo necesario, allí ya compraría más ropa, cogí el álbum que mi madre me regaló cuando cumplí los dieciocho y la pulsera que me regaló papá.
Y a partir de ahí se basó en subirme al coche junto a Dante, donde nos consumió el silencio.
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Sólo se escuchaba la música, no pasaban muchos coches por la carretera donde pasábamos. Dante no hablaba, ni giraba la cabeza para mirarme, solo miraba a la carretera, parecía que estuviera en otro mundo o básicamente pasaba de mí. Ya no teníamos cuatro ni ocho años. Ya éramos unos adultos y tengo que decir que no me acordaba muy bien de Dante, pero veo que la pubertad le pegó bien fuerte. Ahora es un hombre de veintiocho años muy atractivo, tiene el pelo un poco rizado de un color como el azabache y unos ojos electrizantes, que si los miras te puedes convertir en piedra. Tienen el cuerpo bien definido como si estuviera en el gimnasio todos los días. Creo que llevo unos minutos mirándolo fijamente porque de repente gira la cabeza para echarme una mirada fugaz.
—¿Qué pasa? ¿Por qué me miras? – dice seriamente.
—Perdona, estaba intentando recordar alguno de cuando éramos pequeños, pero no recuerdo mucho.
—Normal, eras muy pequeña, tendrías cuatro o cinco años – se calla. – Yo si me acuerdo de algunas cosas, pero es normal, yo era más grande que tú.
—¿Y de qué te acuerdas?
—Pues de cómo te encantaba montar con tu padre a caballo o de cuando jugábamos al escondite entre los viñedos. – enseña una pequeña sonrisa.
Veo su sonrisa y tengo que decir que es preciosa, todo de él es perfecto.
—Anda, mira, ya estamos llegando. Bienvenida al Valle de Aosta. – dice Dante señalando al frente.
Sigo el dedo hasta encontrarme con un paisaje precioso, todo lo de alrededor era verde, muchos árboles, casitas pequeñas, al girar la cabeza a mi derecha veo que pasamos encima de un pequeño lago, la cual se ve su agua super cristalina, bajo un poco la ventana y noto el aire fresco entrar por la ventanilla.
Se respira paz.
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A los pocos minutos llegamos a una gran casa, con muchos viñedos alrededor.
Empiezo a recordar pequeñas cosas del lugar, veo que es de un solo piso, pero ocupa muchos metros cuadrados. Bajo del coche cuando un hombre vestido de mayordomo me abre la puerta.
—Bienvenida de nuevo señorita Romano, la echábamos de menos, por si no se acuerda soy Michelle, el amo de llaves de la casa. – inclina levemente la cabeza hacia abajo, como si estuviera haciendo una reverencia.
—Oh, no me acuerdo muy bien, pero gracias y me puedes decir Adri, no me gusta que me digan señorita. – él sonríe un poco y se dirige al maletero del coche a coger las maletas.
—Vamos Adri, te voy a llevar a tu habitación. – dice Dante entrando a la casa.
Cuando entramos me quedo impresionada por cómo es la casa, en el salón veo una gran chimenea apagada y veo que la cocina conecta con el salón. Los techos son muy altos con unas vigas de madera impresionantes. Sigo a Dante y se queda enfrente de una habitación.
—Esta habitación es la de tus padres y creí que te gustaría estar en esta.
—Vale, gracias. Si no te importa me gustaría estar sola unos minutos.
—Claro, cuando acabes estaré en el jardín para que podamos hablar. – se marcha cerrando la puerta.
Desde la puerta veo la habitación y noto como si estuviera el perfume de mi madre impregnado en él. Llego a la cama y me siento, toco la cocha suavemente y noto que he empezado a llora.
En una de las mesitas veo una fotografía mía con mis padres y mis tres hermanos, la foto se sacó cuando tenía seis años, lo recuerdo porque fue cuando Emilio se rompió el brazo y en la foto sale con el cabestrillo. Era un niño muy torpe, se peleaba mucho y siempre se metía en problemas, pero era un gran hermano.
Abro el cajón de esa misma mesita y me encuentro con una caja, que una vez más pone mi nombre. La saco y la abro. Me encuentro con un colgante preciso y creo recordar haberlo visto antes, dirijo la vista otra vez en la foto y veo que es el colgante que lleva mamá y que yo miro con adoración.
Veo que el colgante se abre y cuando lo abro me encuentro con una foto de mamá y papá y al cerrarlo veo que detrás hay algo escrito:
Eres nuestro ángel, serás nuestra salvación.
<<¿A qué se refiere?>>
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Eres nuestro ángel
Roman pour Adolescents"Eres nuestro ángel, serás nuestra salvación"