Al parecer la verdad puede ser bonita desde que el otro se beneficie de ella, pero hay verdades feas que no quieres mirar, saborearlas es como tragar fango, por eso se crean bellas mentiras que alivian el alma.
Me resultaba fascinante las obras que recreaba aquel hombre, para mi concepto le ponía todo el corazón a cada palabra que decía, se veía autentico, y no como el resto, era el tipo de persona que quería a mi lado, una persona como él no tendría defectos, estos no habitan en seres que no son de este mundo; cada viernes iba al teatro a verlo actuar, era famoso por sus expresiones tan delicadas y cautivas, era como un pétalo que caía y accidentalmente te tocaba, tan suave y pasajero.
Por alguna razón nadie sabía su nombre real así que lo llamábamos árbol de cerezos, ya que cada vez que actuaba parecía que el lugar quedaba adornado de pétalos e inundado de una fragancia inexplicable pero agradable y suave, era como las hojas en primavera que son arrancada por el viento, así de impetuosas se sentían sus palabras.
Al verlo acercarse fuera de su espectáculo no pude evitar gritar su nombre artístico con todo el entusiasmo que había guardado durante años viéndolo tan índole como los pétalos de una flor. Él solo me miro y sonrió de una manera que aún es el día no puedo describir; retiro levemente la máscara que usaba en su rostro y lanzo en mi un tipo de hechizo, una sonrisa que me paralizó como si el mismo miedo fuese caracterizado por él, solo hizo eso y se retiró, y así se desvaneció como siempre.
En la primavera siguiente lo encontré por casualidad actuando en otro teatro cerca de mi trabajo temporal, tan solo basto con ver su espalda para sentirme inquieta de nuevo, no pude evitar no asistir a su obra, aunque para el yo solo fuera un grano de arena entre la multitud que lo veneraba; pensándolo bien era diabólica la multitud que adoraba su rostro y sus palabras, no diría vacías porque no lo eran solo eran como algo nunca visto, absurdo por si solo, al terminar la función pude ver como todos los actores se quitaban sus respectivas máscaras, todas esas caras que parecían asombrosas eran tan comunes y normales pero él seguía siendo un misterio por sí solo, los guardias al descubrir que estaba observándolos tras bambalinas me sacaron del lugar, y el de nuevo sonrió sin mostrar la totalidad de su rostro. Cada vez sentía más temor e inquietud, al parecer es natural sentir temor a aquello que desconocemos, que se deforma.
Esa sonrisa me perseguía todas las noches, como si se alimentara de mis pensamientos, de todas las formas trataba de ignorar la sensación del recuerdo, tenía que cumplir con mis obligaciones diarias, aunque era extraño recordarlo tan vívida mente como si fuese algún tipo de amor en alguna vida pasada; conseguí repentinamente un nuevo empleo, era curioso saber que pasaba tras bambalinas en los teatros, al parecer conocía demasiado del tema y termine envuelta con ese mundo. Allí estaba él tan completamente consciente del demonio que tenía atrapado dentro, parecía ilógico el hecho de que yo fuese la única que se percatarse de esto, no importaba mucho, al fin y al cabo. así termino otra de sus grandes interpretaciones, otro día transcurrió, otro día sin ver su rostro de frente.
Solía merodear por los camerinos por la noche necesitaba hacer inventario de los que los actores requerían para el día siguiente, no sé cuándo sucedió exactamente, no recuerdo el día de aquel evento, solo lo recuerdo a él retirando su maquillaje con fuerza, como si lo que estuviese retirando en realidad fuese su propia piel.
—¿Que hace una pequeña ratoncita a estas horas de la noche? —pregunto el con ironía mientras aun retiraba su maquillaje.
—Disculpe si llegue a interrumpirlo, pensé que no había nadie, si gusta puedo retirarme, volveré más tarde. —Tenía la necesidad de huir, presentía que si lo mirase a los ojos terminaría en un túnel profundo del que nunca podría volver a salir.
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¿quien eres?
Romansael amor aquello hermoso tal primavera, sin embargo puede llegar a transformarse en un crudo invierno