Sweet

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En algún lugar lejano con personas que ignoramos como si su existencia misma fuese nula, nació una pequeña chica cuyo corazón era tan fresco como las flores en un muy cálido verano, aunque este hecho era poco visible para ella, los demás habitantes la aislaban cual bicho raro, ya que no conocían con exactitud él porque era diferente, por lo cual la alejaban sin tomar en cuenta su existencia, sin embargo, esto no le era si quiera molesto a aquella pequeña que con el pasar del tiempo iba creciendo; parecía un objeto en su casa, una rosa envuelta por ventanales de vidrio con el único propósito de resguardarla, sin saber que se asfixiaba en la oscuridad y soledad de aquella casa, la pequeña al ver que las personas la alejaban se fue secando lentamente, así que un día decidió cuidadosamente guardar todas sus emociones en una pequeña caja de madera, esta fue enterrada en un frondoso jardín, aquel día parecía uno como cualquiera pero para ella era un funeral sin flores y con un solo familiar.

La chica creció y ahora era una bella rosa en su primavera, el amor en esa época abundaba pero ella solo podía ver el caer de los pétalos más el cómo las flores abrían paso al sol, todo era igual, solo que con algunos cambios físicos, ahora aquella población solo la observaba por su belleza, pero seguían sin acercarse demasiado, solo se limitaron a poner una marca en su frente, como cual letrero invisible que dice no "acercarse"; su rutina era la misma de siempre pero tenía aunque curioso, un solo hobby, dibujar, sus dibujos expresaban un sabor amargo según ella, por lo tanto no guardaba nada de lo que dibujaba, siempre los arrojaba o dejaba en algún lugar con yerba, como si estos fuesen alimento para las plantas futuras de aquel lugar.

Un chico, animado, carismático, algo triste, pero con la sonrisa mas cálida, recorría los rincones del bosque en busca de paz, y de bellas flores, contemplaba su soledad y el silencio de la lluvia, recorría un nuevo terreno, total y desconocido para él, y allí lo vio, coqueto y casi destruido, un dibujo que reflejaba un corazón sincero pero con olor a tabaco, añejo como si llevara décadas en la cima de una solitaria colina, en ese momento solo pudo decir, " siento como si me enamorara de alguien a quien nunca conocí", allí comenzó una búsqueda insaciable de dibujos que se asemejaran a este o que fuesen del mismo autor, cada que lograba encontrar alguno lo observaba a detalle y aunque estos estuviesen un poco dañados los atesoraba como una joya nunca antes vista, eso esperaba él, que nadie más los hubiese visto; al pasar poco tiempo del haber escogida su nueva actividad favorita la observo a ella tan hermosa, y gris, tenia que se la autora de aquellos dibujos que llenaban su insaciable alma, aunque pareciese loco hacer ese tipo de suposiciones; ella lo miro fijamente y recorrió toda una calle para encontrarse con su rostro, pero cuando por fin estuvieron frente a frente solo sonó algo desafinado, ella tomo su mano y miro horrorizada su dibujo, pero su enojo pareció desaparecer al sentir el tacto de aquella mano desconocida, tomo el dibujo lo destruyo y siguió su camino, el chico no supo el cómo reaccionar ante lo que acababa de pasar, así que sin mirar atrás siguió también su camino.

Él regresó al bosque pensando que no volvería a buscar aquellos dibujos que lo cautivaron, lo que nunca pensó era volverla a verla ese mismo día, verla allí tan expedida, y gris, no cruzaron palabras, no era necesario, ella dio a entender que él le había robado algo, algo que nadie nunca vio, y que él se tomó el atrevimiento de esculcar.

—No lo volveré a hacer, discúlpame. Fue lo único que se escuchó en la soledad que ya no era tan soledad.

Él por su parte la admiraba a lo lejos en cada pequeña oportunidad, ella en cambio, solo miraba una pequeña mancha, algo cálida, demasiado cálida y sublime.

La flor fue madurando y al ser expuesta a la calidez de aquella "mancha" comenzó a florecer con un tono menos gris, pero el florecer no representaba una cualidad positiva, sino más bien negativa para ella, por lo que llego a pensar que había sido envenenada, sentía frecuentemente una presión en el pecho que no le permitía respirar con naturalidad sino en un tono más acelerado; los dos se siguieron viendo sin mediar palabras, solo se observaban en las sombras de un frondoso árbol, mientras en ocasiones ella dibujaba para él, y él recogía flores para ella, pero quizás el peso de no saber qué le sucedía a su cuerpo que había estado vacío por tantos años la agobio demasiado.

Aquella pequeña flor que viviendo en la incertidumbre diaria de un futuro que puede estar aun lejos de su término, tanto de un final cercano, decidió intentar clavar un cuchillo en su pecho, con la idea dispersa de arrancarse literalmente el malestar que habitaba en su ser, decidió esto impulsivamente como si su mente hubiese ordenado con palabras suaves que ante tan incertidumbre de una eternidad poco probable, la muerte quitaría aquel peso de sus hombros y el cuchillo seria su aliado, que fuese certero o no, era decisión de aquella deidad que se apiadara de ese ser envuelto en la locura; sonrió al ver la sangre correr por la fachada de su piso impecable y aburrido, sentía la calidez de hacer perpetuo lo que estaba en ella, quizás fue el caprichoso destino o lo que llamamos casualidad, aquel joven al no encontrarla en el lugar de siempre pregunto a cualquier persona que veía pasar, el paradero de su flor, la mayoría lo ignoraba, pero una persona al ver el dolor que reflejaban sus ojos decidió apiadarse y darle lo que necesitaba; a toda prisa como quien ha perdido toda cordura y razón de ser llego a aquel castillo que parecía de arena congelaba en el tiempo, trepo los escalones y allí la vio, perfecta, ya no era gris, esta perspectiva tenia ella también, más aun cuando el cuchillo no pudo ser enterrado del todo en su pecho, más cuando vio su mirar en los ojos de un chico salvaje que sin palabra alguna lo dijo todo 

¿quien eres?Where stories live. Discover now