Capítulo 5

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El día que el Progiscor aparecería amaneció brillante y soleado. No había ni una nube en el cielo y los pájaros trinaban alegremente.

—Maldición —gruñó Draco, cuando el hechizo que había invocado para tirarles todas las plumas a esos pájaros falló. Se inclinó por fuera de la ventana y ajustó el ángulo.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó Ron, detrás de él, mascando ruidosamente una manzana.

—Su parloteo es molesto. Quiero ponerle fin.

—Creo que sólo están felices.

—Exactamente. Debo detenerlos.

Ron jaló a Draco dentro del dormitorio otra vez, causando que su hechizo fallara y golpeara el techo de la torre, haciendo añicos varios ladrillos. Los ladrillos rotos cayeron para golpear el piso a menos de dos metros de donde Longbottom estaba. Draco se inclinó fuera de la ventana, justo a tiempo para ver a Longbottom mirar, ahora con terror, hacia el cielo. Draco sonrió. Por lo menos no había sido una pérdida total.

—Sólo porque Harry te dejó no hay razón para maldecir a pobres e indefensas criaturas. ¿Sabías que le tomó más de una hora a Hermione regresar la nariz de Seamus a donde se suponía que debía estar?

—Potter no me dejó.

Ron dio una última mordida, luego tiró el corazón de la manzana en un bote de basura a diez metros de distancia y sonrió.

—Debí haber sido cazador en lugar de guardián.

—Nunca he sido dejado. Soy genéticamente incapaz de ser dejado.

—¿Crees que si uso un gira tiempos pueda ir atrás y ser un cazador?

—Es sólo un contratiempo. Un pequeño percance.

—Eso es lo que creí. Intentar algo nuevo. Cazador y guardián... darle a otro la pelota y recibirla son dos cosas muy distintas

—Sí, ese es un buen punto, Weasley —Draco lo miró especulativamente—. Nunca pensé que fueras un gran pensador.

—Yo pienso un montón de cosas... A veces.

—Bueno, he hecho lo de darle a otro. Lo de recibir sólo necesita algo de trabajo —Draco echó un vistazo al reloj—. Los otros estarán aquí para nuestra reunión muy pronto. Probablemente debería darle otras cien cepilladas a mi cabello. Quiero lucir de lo mejor cuando Potter llegue. Hacerlo darse cuenta de lo que se está perdiendo.

Cuando Draco se fue, Ron puso una cara de confusión.

—¿Pasar? ¿Recibir? Yo pensé que siempre había jugado como buscador.

* * *

Cuando Crabbe, Goyle y Potter entraron al dormitorio de los chicos de séptimo año de Gryffindor, Draco los saludó calurosamente, actuando como el perfecto anfitrión. Les mostró dónde sentarse y les ofreció algo de beber, todo sin patear a Potter tan fuerte como podría. Algunas veces su auto control lo maravillaba hasta a él. También logró no lanzarse a besuquear a Harry. Obviamente, su autocontrol bordeaba en lo legendario.

Sin embargo, fue una terrible llamada al besuqueo cuando Harry ignoró las sillas para sentarse, en lugar de eso, sobre la cama de Draco.

Haciendo su mejor esfuerzo para no pensar en Harry sobre su cama, Draco abrió su baúl y sacó una bolsa.

—Más temprano, hoy, el elfo doméstico Drippy...

—Dobby —corrigió automáticamente Harry.

—...me trajo los artículos que pedí —Draco extrajo cinco cámaras Muggles de la bolsa y le entregó una a cada uno de sus coconspiradores; luego colocó el saco, todavía parcialmente lleno, sobre el piso. Crabbe, Goyle y Weasley examinaron las cámaras y él explicó: —Recuerden, nunca van a mirar al basilisco directamente. Eso los mataría. Pueden, sin embargo, sobrevivir si lo miran a través de una de estas. Quedarán petrificados, pero de eso pueden ser curados.

Un Slytherin en ropa de GryffindorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora