死ぬ!

384 42 10
                                    

▬▬▬ Capítulo 6 ▬▬▬

  ▬▬▬▬▬ Muere ▬▬▬▬▬


Las luces de las velas, como si fuera por acción de un viento invisible, comenzaron a apagarse de a poco. Las tres únicas personas que había allí estaban sumidas en un profundo sueño oscuro que parecía no tener más fin. Pronto, un silencio sepulcral abandonó sus oídos para ser reemplazado por un silbido acústico que perforaba los tímpanos. Era el ruido del acero siendo arrastrado por el suelo de cerámica... era el Rey arrastrando su propia espada, esperando seguramente invicto lo que sería la próxima pelea, una donde Enay no podía siquiera acercarse.

—Siempre esperé este momento. Sabía que esos condenados iban a lograr escaparse.

—Parece que yo también siempre he esperado este momento.

Se escuchó un sonido tosco pero profundo, de una risa ahogada proveniente de la garganta del Rey.

—No quisiera lastimar a una dama, pero parece que no hay otra solución.

La espada enorme del Rey comenzó a lanzar chispas de fuego ardiente que tenían colores caleidoscopios en tonos lilas, azules y naranjas. El fuego se extendió por todo el salón hasta llegar a formar un enorme círculo entre él y la joven, encerrándolos fuera de Enay. Éste comenzó a tratar de correr para no terminar aislado en la lucha, pero Luna lo miró a los ojos, deteniéndolo.

—Corre —susurró entre sus labios casi imperceptiblemente.

El joven le negó con la cabeza una vez. Abrió los ojos sin poder creer que le estuviera diciendo eso. Ambos luchadores sabían que Enay no huiría dejándola sola allí.

—Ha dicho que te largues —repitió el Rey con una sonrisa de lado que enmarcaba su rostro distorsionado.

Izanagi extendió uno de sus brazos hacia el joven con la palma abierta, como si lo señalara. Luego, cerró el puño, lo que hizo que una tormenta helada de viento frío e invisible le golpeara contra su pecho hasta empujarlo varios metros por detrás. Su espalda chocó contra el muro de piedra del castillo, dejándolo sin respiración por varios segundos debido al impacto.

—Déjalo, él no tiene nada que ver aquí.

—¿Eso crees? —La voz chirriante de Izanagi rompió el aire gélido que lo separaba de Luna.

Enay se quedó sin fuerzas siquiera para levantarse, el golpe había sido demasiado devastador para todos sus huesos.

Luna comenzó a tener de nuevo aquel cambio de color de cabello tan característico. Enay sentía que iba a perderla de nuevo hasta que vuelva de ese trance, pero ella lo miró a los ojos... su dulzura aún estaba allí. Ésta vez sus ojos no habían cambiado a aquel negro tan desgarrador que lo miraba cada vez que trataba de protegerlos. Luna giró el rostro para observar a Izanagi, el cual la miraba con aquella sonrisa de lado. Ella extendió sus brazos hacia atrás, tomando fuerza del pecho como si estuviera acarreando con demasiado peso entre sus manos. Luego, chocó sus palmas frente a su cabeza con tanta velocidad que fue casi imperceptible a los ojos.

El Rey se vio envuelto en medio de un torbellino de agua blanca que pronto comenzó a congelarse. Éste, al ver que podría quedar atrapado entre el hielo, comenzó a lanzar más chispas de fuego con su espada desde dentro del tornado que seguía girando sobre él. Estas llamas nuevas alcanzaron a traspasar el agua para luego romper el lazo que lo sostenía; por último, éste precipitó en el suelo como si fuera sólo llovizna.

—Deberás hacer algo mejor, niña.

Luna tomó ese desafío con calma, sólo se limitó a quedarse parada con la cabeza ladeada, observando lo que viniera a continuación.

Yomi: Las Elegías Nostálgicas del Océano ©  [1# Team Agua/Concurso Literario Elementales]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora