𝔬𝔠𝔥𝔬

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Tardó dos días en sentir las palabras de Nieves entrar por su oído y meterse en lo profundo de su cabeza, pasando de rebotar de una manera muy suave en su cabeza a ser un martillo con el ruido de un tren insistiendo a cada segundo que pasaba.

Hacía años que el no sentía emociones tan fuertes en la sangre. Se sentía mareado, como si un cristal empañado no le permitiera ver más allá de su propia nariz.

Las paredes de su habitación le hablaban, escuchaba a Samuel, escuchaba a su madre, a Nieves, se escuchaba a si mismo gritar. Cayó de rodillas en su habitación y cubrío con las palmas de su mano sus oídos con la presión que un buzo sentiría al estar debajo de tantos metros cúbicos de agua y cerró sus ojos como un ritual que se los sellaría para no poder observar otra vez.
Su respiración irregular se mezclaba con las voces entonando una dolorosa sinfonía.

—¿Rubén estas bien?— Rubén no la escuchó, estaba más concentrado en la versión de Nieves que le reclamaba por ser tan inútil, pero la verdadera Nieves estaba ahí preocupada. Sintió sus pequeñas pero siempre confiables manos en su espalda.

—¡No me toques!— Gritó como una bestia herida tratando de sobrevivir una herida, la única diferencia era que Rubius no quería vivir.

rip [rubegetta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora