5.

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—Hemmings —masculló Sydney entre dientes, alcé mi cabeza y sonreí "seductoramente". 

—Creo que ese apellido me pertenece —sentencié mientras encendía el cigarrillo en mi mano. Tuve que hacer una especie de casita al rededor del fuego, el viento soplaba demsiado fuerte y en caso de no haberlo hecho, no hubiera conseguido mi objetivo. Ella miró con asco el cigarro, le di una buena calada y le eché el humo en la cara. Hizo una mueca de disgusto y reí, burlándome en su cara de ella—. Eres una idiota... —negué divertido con la cabeza. 

—Tal vez por eso te guste, digo, te gustan las idiotas ¿No? —fruncí el ceño ante su comentario. A mí no me gustaba nadie. Bueno, teorícamente. Porque sí había chicas que me gustaban... algunas me gustaban para follar, otras para admirar, algunas pocas para reír. Pero realmente no había nadie que me gustara en todos los sentidos. Y Sydney jamás llegaría a ser esa chica que me guste. No es fea, es hermosa y tiene un buen cuerpo. Pero no me llama la atención. Tal vez sí lo haga un poco, pero sólo para perderme un rato entre sus piernas. 

—Creo que tú no me gustas, sabes... —enarqué una ceja y la apunté con mi cigarrillo. Ella fastidiada, le dio un manotazo y lo tiró al suelo. La ira invadió mi cuerpo, soporto muchísimas cosas pero me irritan esta clase de personas. Me levanté y tuve que agachar la cabeza para poder mirarla a los ojos. Ella me miró, retándome. Sonreí de la manera más cínica que pude y comencé a caminar hacia enfrente, sin importarme que ella estuviera parada frente a mí, por supuesto Sydney tuvo que retroceder. Su espalda topó con la pared y ya no tenía escapatoria. Tomé su cara con una de mis manos y apreté sus mejillas mientras presionaba su cuerpo contra la pared—. ¿Sabes también qué más creo? Que no debiste hacer eso —negué con la cabeza y pude ver el pánico reflejado en sus ojos. Mi corazón comenzó a palpitar. Amaba esta sensación que obtenía al ver que alguien, me temía.

—Yo... lo, lo siento —murmuró en un tono demasiado bajo, trataba de safarce de mi agarre, pero no lo conseguiría.

—¿Qué dices? No te escucho —le solté la cara, sus mejillas tenían las marcas de mis dedos estampadas entre el rojo. 

—Que lo siento, puta madre —y en ese momento, pegué mi cuerpo contra el de ella y la besé. Mordí su labio inferior antes de irme de allí. Dejándola queriendo más. 

Bad //punk l.hDonde viven las historias. Descúbrelo ahora