Confesiones.

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Por la mañana, las caricias de Alec despertaron a Magnus. Sentía su tacto caliente sobre su espalda,pero a la vez le dolía recordar las marcas que tenía sobre ella.

-Buenos días mi amor. -susurró Alec a su oído.

-Buenos días.-respondió moviéndose para cubrir su espalda.

Alec suspiro y se alejó un poco.

-Lo lamento...no volveré a tocarlas.

-Alexander...

-Sabes cuánto odio que me ocultes cosas. Pero entiendo, debe ser duro abrirte a alguien después de tanto tiempo.

Magnus suspiro y se acercó a Alec rodeándolo con sus brazos.

-No quisiera hablar de eso,pero...supongo que ahora que nos casaremos es necesario que hablemos de esto.

-No quiero que lo hagas por sentirte obligado.

-No lo haré por eso. -acaricio su mejilla.- Te lo contaré porque te amo, porque prometí no ocultarte nada desde que volvimos.

Alec miró con ternura al brujo y lo beso -Lo siento. Sabes que soy...

-Un gruñón.-concluyó él.

-Te amo.

-También te amo nefillim estúpido.

Ambos se sentaron en la cama y Magnus lo miró con un toque de tristeza.

-Mis cicatrices tienen más de 400 años...

Alec, debes entender que hace tanto tiempo que pasó que no me es fácil contarlo.

Tenía catorce años, aún vivía con mi madre, ella conocía mis poderes de brujo y también me había contado mi procedencia.

Temía que en algún momento me descubrieran y sufriera un mal destino.

Mi madre se llamaba Monique, era bella y de color de piel oscuro como el mío.

Un brujo en aquellos tiempos era un pecado para las religiones. A pesar de que los cazadores de sombras ya habían aceptado a los submundo, los tratados no nos protegían.

En las Islas donde vivía con mi madre, mi deber era trabajar en los puestos más duros de esclavo para llevar dinero a mi madre.

La magia no me servía de mucho en aquel entonces, no sabía cómo usarlos correctamente, así que debía someterme a las exigencias del trabajo. Eso incluía ser golpeado por satisfacción de alguien superior a mí. Látigos, cadenas...

Era joven y aprovechaban eso para lastimarme...

Un día enterraron cuchillas en mi espalda, otro castigaron mi mal comportamiento con latigazos.

Todo lo que merecía en aquellos tiempos era dolor.

Alec se aferró a Magnus y acarició sus mejillas.

-Magnus...

-Déjame terminar Alexander. Aún no sabes cómo acabó mi dolor. Fue gracia a mi padre...

Un día, volvía de mi arduo trabajo cuando encontré a mi madre sobre su cama.

Un hombre estaba a su lado y sonreía triunfante.

-Al fin nos conocemos Magnus.- susurro mientras acaricia el cabello de mi madre - Es un placer haber encontrado a mi primogénito.

-Mi padre está muerto.

-Monique querida, por qué razón le dijiste eso a nuestro hijo.- pregunto el hombre mirándola.

-Magnus no merecía la maldición que le diste. No quiero que lo lleves a ningún lado.

Aku Cinta Kamu (Fic de Malec)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora