Capítulo 1 - Una mañana de mayo

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Érase una mañana fría, así como toda mañana de mayo, Ángel Gabriel se estiraba, como siempre, luego de despertar para ir a la universidad. Tomó una ducha, desayunó algo rápido, se cepilló los dientes y agarró su mochila para iniciar un nuevo día. Hizo el triple check: celular, billetera y llaves. Un cuarto check eran sus audífonos. Aunque no los utilizaba todo el tiempo, siempre debían estar en caso su mood cambie y decida escuchar algo de música en el camino. Solo se despidió de su abuela, ya que su madre solía salir antes que él de la casa. Nunca entendía cómo hacía ella para estar lista mucho más rápido que él. Sin embargo, eso no era algo que le quitara el sueño, tenía cosas más importantes que hacer. Como por ejemplo: llegar pronto al paradero y tomar el bus que lo deje a tiempo en la universidad.

"Ugh, ojalá que llegue y el bus siga ahí", decía mientras intentaba acelerar el paso hacia el paradero, "porque siempre me pasa que, apenas aparezco, el bus ya está saliendo."

Afortunadamente, esa fue una buena mañana. El bus apenas estaba llegando y no habían muchas personas esperando para subir. Ingresó, pasó su tarjeta por el lector y rápidamente, como era su costumbre, buscó un asiento al lado de una ventana. Él lo hallaba más cómodo, ya que así podía leer o jugar tranquilo. Más personas subían mientras se acomodaba, colocaba la mochila en sus pies y revisaba su celular. No era el tipo de persona a la que todo el mundo le escribía, pero sí tenía una que otra notificación pendiente.

"Espero que nadie se siente a mi lado hoy", decía a sí mismo mientras miraba por la ventana y rodaba los ojos, "voy a ponerme a repasar mis carácteres, así que no debería tener distracciones."

Sacó un cuaderno donde ya había plasmado otros sinogramas y empezó a hacer trazos de su memoria. En su concentración, no había notado que otro joven se había sentado a su lado y observaba cómo aquel chico delgado, de lentes y cabello ondeado escribía carácteres con mucha facilidad. Su asombro era tal que incluso parecía que iba a pegar su cabeza en el cuaderno de Ángel Gabriel. Este, al notarlo, se volteó enojado a preguntarle cuál era su problema. Sin embargo, cuando lo miró, el joven le devolvió la mirada y una sonrisa. Ángel se ruborizó y no le salieron palabras para reclamarle nada. El joven lo saludó muy amablemente y lo felicitó por su habilidad para realizar aquellos trazos.

"Gracias...", le dijo con voz temblorosa y evidente nerviosismo.

"Eres muy talentoso, de verdad." Le dijo aquel joven con una linda sonrisa.

"Es pura práctica y memoria, nada más que eso...", respondió rápidamente para no parecer presumido, "cualquiera podría hacer lo mismo si estudia, conoce el orden y lo practica tanto como nos lo exigen a nosotros."

"¡Ah! Entonces ¿te obligan a estudiar esto?", preguntó.

"No, no... No es lo que quise decir. Me refiero a que en mi universidad son muy exigentes con el nivel de chino y nos dan muchas horas para estudiar y practicar bien el idioma.", respondió aún nervioso.

"Oh, ya veo...", respondió con otra sonrisa, "de todas formas, creo que es un talento. Mucho gusto, me llamo David."

En ese instante, Ángel recordó que justo esa mañana había dicho que no quería tener distracciones, así que solo sonrió y se presentó con aquel amable muchacho. Él no solía tener ese tipo de experiencias. O, al menos, hace mucho no se sentía de esa manera. No obstante, algo dentro suyo empezó a oscurecer su juicio e hizo que, de repente, empiece a tener pensamientos extraños, por lo cual decidió dejar de hablar con David.

"Lo siento, debo bajar aquí, adiós.", le dijo mientras se levantaba rápidamente, a pesar de que su paradero aún estaba algo lejos.

"Oh, pero me has caído muy bien, me gustaría seguir hablando contigo sobre tus carácteres, y demás cosas...", le dijo David muy amablemente.

Sin embargo, Ángel lo ignoró y solo se fue. No volteó a despedirse una vez más ni a pensarlo un poco. Descendió del bus y empezó a caminar hacia la universidad. Aún era temprano, así que caminando no iba a llegar tarde. Empezó a caminar mientras una voz dentro suyo comenzó a hablarle.

"Al menos esta vez no fuiste tan estúpido y te detuviste antes", le dijo aquella voz en un tono tosco y crudo, "ya te das cuenta de que ese tipo de cosas no son para ti."

"Sí, ya lo sé...", respondió con tristeza, "esta vez te obedecí y recordé todo... No te vayas a enojar conmigo, por favor."

"Querido, ¿cómo enojarme? Tranquilo, ya está, te detuviste y no pasó a más."

"Sí, no te preocupes, esas cosas no volverán a suceder."

Mientras tenía esa pequeña conversación en su cabeza, continuó caminando hasta que llegó a la universidad. Ingresó con su carné y se dirigió hacia una máquina expendedora en su facultad por un café. Ahí, se encontró con sus dos amigos, Marcia y Bruno. Ambos de 18 años, que, sin importar la diferencia de edades, eran buenos amigos de Ángel y se llevaban muy bien.

"¿Qué tal el tráfico hoy?", preguntó Marcia a ambos en un tono amable.

"Para mí no es problema, vivo bastante cerca.", respondió Bruno sin pensarlo mucho.

"Pues... estuvo normal...", medio respondió Ángel aún cabizbajo.

"¿Te sientes bien?", le preguntó Marcia algo preocupada, "bueno, no te ves tan bien."

Ángel levantó la mirada y rápidamente intentó reponerse. "Sí, está todo bien, solo es algo de sueño quizá.", intentó responder y no deprimir a sus amigos.

"Bien, entonces vamos al salón de clases que ya hace frío y la primera clase está por comenzar. ¿Practicaron sus caracteres?", preguntó Bruno sin recibir respuesta de ninguno de los dos.

Ingresaron al salón y su clase inició. Dos horas seguidas de chino mandarín para luego llevar dos horas más de la clase de inglés. Al menos, todo esto mantenía ocupada la mente de Ángel, aparentemente.

Llegó la hora del almuerzo y tenían que buscar algún lugar dónde comer. Aunque debían correr para encontrar algún sitio disponible, su elección casi siempre era el comedor de la universidad. Su facultad no era tan grande, por lo que muchos se conocían entre sí. Ese era el segundo año de estudios de Ángel, así que ya era reconocido por varias personas. Eso explicaba por qué muchos lo saludaban en los pasillos o entre clases. También explicaba por qué, a parte de Marcia y Bruno, tenía otros círculos de amigos. Lo cual hacía que fuese prácticamente imposible que él esté un minuto sin gente cerca. Sin embargo, a pesar de ello, Ángel se sentía muchas veces solo, y no existía ninguna persona que supiese lo que realmente le estaba sucediendo.

Un trastorno de identidad disociativo no diagnosticado era lo que aparentemente aquejaba al joven estudiante, pero esto era algo que ni él mismo sabía. Él consideraba que aquellas voces en su cabeza, a veces discutiendo o diciéndole qué hacer, eran algo normal que todas las personas experimentaban. Sin embargo, no tenía ni idea de que su caso era un poco más extremo.

"¿Ángel? ¿Ya no vas a seguir comiendo?", le preguntó Marcia al ver su plato medio lleno.

"No, no tengo mucho apetito hoy. Además, tengo que hacer algunas cosas luego de clase. No tengo cabeza para nada."

"Uy, últimamente andas haciendo muchas cosas luego de clase...", le dijo Bruno en tono escéptico.

"Ja, ja, amigo, no te pondrás celoso ahora, ¿verdad?", le respondió Ángel en tono sarcástico.

"Pfff... para nada. Ve, haz tus cosas y nos vemos mañana."

Las clases terminaron y Ángel no quiso ver a nadie más. Salió de la universidad y se fue a caminar un rato. A pesar de que era una tarde fría, era soportable y le apeteció dar un paseo por el parque. Se sentó en una banca y pudo ver a los niños jugar y a los perros correr. Era una tarde muy calmada y tranquila. Sin embargo, en ese instante, algo dentro de su cabeza hizo que su visión se nublara por unos segundos y su personalidad cambiara.

"Al fin... Ya me tocaba salir a respirar un rato", decía Gabriel con tono de fastidio, "no es posible que ese inútil haya tenido más poder que yo esta mañana, ahora es cuando se evidencia quién debe prevalecer al final de todo... Y yo mismo me encargaré de que así sea."

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