El inicio

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-Zoe Belrose, que tenga un vuelo agradable- la azafata encargada de confirmar mi identidad me devuelve el pasaporte y el billete, y me cede el paso para recorrer los últimos metros que me separan del avión.

Recorro el pasillo de embarque mientras el ruido que crean las ruedas de mi maleta se expande por todo el espacio. Me detengo mientras los azafatos del avión van guiando a los turistas perdidos, incapaces de encontrar su asiento. Les echo un vistazo, todos transportan maletas de cabina y una bolsa de mano, lo que significa, en la mayoría de los casos, que se trata de un viaje destinado al ocio, osease unas vacaciones. En cambio yo, estaba a punto de darle un giro de 180 grados a mi vida.

Ensimismada en mis pensamientos no percibo que una de las azafatas, encargadas de dar la bienvenida a los pasajeros, está esperando a que entre en el avión, quieta, mirándome de arriba a abajo, seguramente pensando que tengo algún problema.La sonrío como modo de disculpa  y me dirijo a mi asiento, 8 D. El azafato encargado de ayudar a los pasajeros me ofrece su ayuda para colocar mi maleta en la zona situada encima de mi asiento, se lo agradezco, y me coloco adecuadamente en mi asiento.

Aprovecho para utilizar mi móvil los últimos instantes antes de que comience el despegue, me quedo mirando fijamente la foto que tengo como fondo de pantalla, una niña pequeña me sonríe mientras juega con la arena de la playa de l'espiguette, y una mujer rubia le presta su ayuda para construir, lo que parece ser, un intento fallido de imitación a la gran muralla china, aunque he de decir que estaba bien lograda para una niña de esa edad y habiéndose creado a base de arena mojada por el agua del mar.

Desbloqueo el móvil, borrando ese recuerdo de mi cabeza, preguntándome si estoy haciendo lo correcto. La nostalgia y un atisbo de sonrisa, se abren paso en mi, dejando tras de sí un pequeño vacío en mi interior. Me dispongo a responder los recientes mensajes que aparecen en el inicio de la pantalla, la mayoría deseándome un seguro y cómodo viaje, y otros, intentando, por última vez, que me replantease mi decisión, antes de que fuese demasiado tarde, aunque para mi, ya lo fuera, a pesar de todos esos sentimientos que, ahora mismo, rondan por mi cabeza.

Conecto los auriculares, abro Spotify y reproduzco la playlist de los hits mundiales, reproduciéndose automáticamente uno de los éxitos actuales, "Blinding Lights". La voz de The Weeknd me transporta a un universo paralelo a este, y me evado totalmente de la realidad, hasta que, la presión de una mano en mi hombro, me saca totalmente del trance en el que me había sumergido.

-Abróchese el cinturón por favor, en pocos minutos procederemos a realizar la maniobra de despegue- el chico, que anteriormente me había ayudado a colocar la maleta, me dirige una sonrisa educada y a la vez disculpándose por la interrupción del proceso en el que se encontraba mi mente.

Me abrocho el cinturón, y, tal y como me dijo el azafato, en cuestión de escasos minutos el avión comienza su preparación para el despegue. Una vez llegado a la zona acondicionada para su realización, el avión comienza a coger velocidad y en cuestión de segundos, alzamos el vuelo.

Poco a poco, mi país natal va disminuyendo de tamaño y, finalmente, se acaba por desvanecer bajo las nubes.

Adiós Francia, es el momento de comenzar una nueva vida, lejos de ti, de tus costumbres, de tus grandes emblemas y reconocidos monumentos. Me despido de las increíbles veladas, de los paseos por los Jardines del Trocadero, de las maravillosas vistas desde la majestuosa torre Eiffel, de las tardes de visitas culturales en el Louvre, y de las aguas del grandioso río Sena.

Allá voy Noruega, mi nuevo hogar, país de los grandes e imponentes fiordos, con una enorme extensión de naturaleza inalterada y con sus grandiosas auroras boreales, espero que me recibas con los brazos abiertos.

Noruega fue la excusaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora