Capítulo 6

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Manuela salió de la oficina con una amarga sonrisa en la boca. Le había dado su merecido a Clive. Delante de sus jefes, le había humillado, le había dejado en evidencia, en ridículo. Y además, se había despedido, saliendo por la puerta grande. No sabía si aquel cretino seguiría en su puesto, o si le despedirían, seguramente no, era un enchufado con un buen padrino. Pero le había hundido laboralmente. Ya no tendría peso dentro de la empresa, no sería nadie más que lo que se merecía, “el protegido de”. Alguien sin méritos propios. Y ella, tenía un gran contrato con la competencia, con los realmente grandes. Ahora tenía plazos que cumplir, un trabajo que la gustaba, y una cuenta corriente con más ceros. Si, la venganza sabía bien, al menos debía ser así. ¿Pero por qué no se sentía tan contenta?. Porque había perdido un trocito de su corazón en el camino. Daniel no había vuelto a llamarla. Bueno, solo una llamada a su buzón, donde no había dejado ningún mensaje. Le devolvió la llamada, pero no la cogió. Estaba claro. No quería saber nada de ella.

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Manuela sostenía el peso de la tablet sobre sus rodillas, mientras la pequeña se recostaba contra su pecho y escuchaba la lectura del cuento interactivo. La voz de Manuela se modulaba diferente cuando los personajes cambiaban. Sus ilustraciones flotaban y cobraban vida a medida que el programa reconocía la frase leída. Las alas del hada de pelo rojo y ojos dorados se movían con rapidez, mientras se desplazaba por la pantalla. La acción y las frases se combinaban en armonía, con sencillez, atrapando a los pequeños en el relato. El grupo de niños dividía su atención entre las tablet que tenían en sus manos, y la voz de Manuela. Cuando terminó el cuento, los niños se quedaron aún un rato enganchados al aparato que reposaba en sus manos. Jugando con las animaciones de las hadas, grandes y pequeñas. Le encantaba ser el centro de su atención. Cuando la propusieron hacer aquella presentación en el hospital infantil, no lo dudó.

Sintió un hormigueo en su nuca, y al girar la vista hacia uno del os costados, descubrió el porqué. Él estaba allí. Apoyado de forma indolente sobre una de las paredes, mirándola con aquellos ojos claros y depredadores. Sintió el conocido cosquilleo de la anticipación vibrar por todo su cuerpo. Y antes de que pudiese ponerse en pié del todo, pudo sentir el calor que desprendía el cuerpo de Daniel, muy pegado a ella. No tuvo tiempo de nada. La cogió de la muñeca, y la arrastró hacia una de las habitaciones cercanas, cerrando el pestillo y apretándola contra la puerta. No le dijo nada, no cruzaron ninguna palabra, solo fue una arrebato salvaje y sexual. Y cuando terminaron, él se fue con una pícara sonrisa en la boca. No había hecho más que acomodar su ropa, cuando recibió un mensaje en su móvil.

-           Cuando estés lista para hablar, yo estaré preparado para escuchar.-

Manuela dejó que una sonrisa iluminara su rostro. La pelota estaba ahora sobre su tejado.

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Daniel esperaba que Manuela le mandara un mensaje, que le llamara, algo. Entre paciente y paciente en la consulta, repasaba su teléfono. Hasta que alzó la vista y la vio cerrar la puerta con suavidad. Se acercó a ella, pero se negó a sí mismo el tocarla, porque sabía lo que pasaría.

-           No puedes estar aquí, tengo pacientes que atender.-

-           Revisa la lista.- él lo hizo.- M. Reyes.-

-           Bien señorita Reyes. ¿Qué la trae por aquí?.- se sentó sobre su escritorio.

-           Mi mano.-

-           ¿Qué la sucede?.-

-           Me duele.-

-           Mi especialidad son las articulaciones.-

El Club de las Damas 02 - Una cazadora cazadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora