Manuela intentaba recomponerse frente al espejo del baño de señoras. Dos puñeteras semanas, y aquel loco la había pedido que se casase con él. Sus ojos miraron otra vez el anillo con los pequeños diamantes incrustados. Aún no podía creerlo. Se había quedado a dormir en casa de Daniel, y cuando despertó, notó algo extraño en su dedo. Sus ojos somnolientos no lo apreciaron la primera vez que lo vio, pero la sorpresa hizo que los abriera más. Y él tenía su cara muy cerca, observándola con aquella orgullosa y embobada sonrisa en ella.
No, y no era eso suficiente. Allí estaba ella, en aquel restaurante, cenando con sus padres diez horas después de ponerle el anillo. Ese hombre no la había dejado tiempo para asimilarlo, y ahora la lanzaba a los leones. Si, parecían gente agradable, pero no podía negar que la miraban con recelo. Seguro que sospechaban que había gato encerrado. Todo había sido demasiado rápido, incluso para ella.
Manuela soltó el aire con rapidez, y se enderezó antes de salir del baño. Mientras se acercaba a la mesa, volvía a apreciar la ropa cara y de clásica elegancia de la madre de Daniel. Así como la postura estirada del padre de Daniel, como si supiese de ella algo que su hijo se negaba a ver, y que él había notado nada más verla.
- ¿Ya has vuelto?.-
Daniel la sonreía con complicidad, encantado de sí mismo.
- Les contaba a mis padres sobre los cuentos que escribes.-
- Ah.-
- Sí, Daniel piensa que eres la nueva J. K. Rowling de los cuentos infantiles.-
- Bueno, aún es pronto para saberlo, solo tengo en el mercado dos cuentos.-
- La verdad, yo no acabo de entender muy bien ese concepto que le habéis dado Leo y tu. –
- Oh, en realidad es sencillo. Las tablets se han convertido en algo habitual en los hogares, y los niños son unos usuarios entregados, sólo había que hacerles llegar algo que les resultase atractivo. Leo ideó las plataformas de soporte, yo sólo me encargué de la historia y las ilustraciones.-
Daniel rebuscaba en su teléfono la página web de la editorial. Cuando encontró lo que buscaba, se la tendió a su madre para que la echara un vistazo.
- No le hagáis ni caso, es una auténtica artista. Las animaciones son tan importantes como los cuentos. Leo solo hizo que fuera más atractivo.-
- 50 centavos. No parece que vayas a ganar mucho dinero vendiéndolos a ese precio.-
Manuela tomó el teléfono y deslizó el dedo por la pantalla.
- Bueno, al descargarlos directamente desde la página, se eliminan los gastos de impresión, distribución y otros tantos. Yo creo que ganar 20 centavos por cuento descargado no está nada mal.-
- No me mal interpretes, pero creo que Leo ha hecho bien en no dejar su otro trabajo. Quién sabe el tiempo que tardaréis en poder vivir de esto.-
Manuela le tendió el teléfono al padre de Daniel.
- Creo que si aprovechamos el tirón, Leo no tendrá que preocuparse por sus finanzas en una temporada. Se lleva 5 centavos por cada cuento, y si las cuentas no me fallan, pronto tendrá una cuenta corriente con siete cifras.-
El padre de Daniel elevó las cejas todo lo que pudo, volviendo con interés su mirada a la pantalla.
- Creo que llevamos más de 200.000 descargas, si multiplicamos por 5, sale una buena suma. Y solo en ese cuento. Cuando entreguemos el tercero, quizás se piense en serio el montar nuestra propia empresa.-
El padre de Daniel se quedó un rato sin habla. Había pensado que aquella chica era una caza fortunas. Daniel tenía una buena carrera y tenía una increíble proyección, y sobre todo era de una buena familia. Cuando escuchó a su hijo hablar de ella, solo pudo pensar que se trataba de una hija de inmigrantes mexicanos. Estaba convencido que lo había seducido, y que lo manejaba como un pelele. Pero ahora no sabía que pensar. Aquella vertiginosa propuesta de matrimonio tenía que tener otro origen. ¿Estaría embarazada como sospechaba su mujer?.
- ¿Ya habéis pensado en la fecha para la boda?.-
Daniel se apresuró a contestar por los dos.
- Ese es un tema que tenemos que discutir. Manuela no quiere hacer planes, hasta que su abuela me dé el visto bueno. Si por mí fuera, este fin de semana estábamos volando a Irlanda.-
- ¡Escocia!.-
- ¿No os lo había comentado?. Manuela es medio hispana, por parte de padre, y medio escocesa por parte de madre. Por eso este pelo tan fogoso.-
No pudo evitar acariciar con sus dedos el recogido de Manuela, se moría por liberar aquella cabellera de su injusta prisión.
- Ya te lo he dicho. Cuando vaya a visitarla será con calma, no solo un par de días. Así que tendrás que esperar a las vacaciones.-
- Pero todavía faltan 4 meses.- dijo enfurruñado.
- Es lo que hay. Así que tómatelo con calma.-
La madre de Daniel sonreía para sus adentros. Ella era incapaz de resistirse a Daniel. Siempre era una blanda con él, pero es que era demasiado responsable como para negarle aquellos pequeños ataques de rebeldía que le daban tan rara vez. Al menos esa mujer no se dejaba comer la tostada. Tenía mano dura cuando hacía falta. Pero sabía que lo quería, solo hacía falta ver como se inclinaba hacia él buscando una caricia. Era lo que su hijo necesitaba. Una mujer cariñosa y con los pies en la tierra. Para la que la familia es importante. El miedo a perder a su hijo se había desvanecido. Ganaba una nuera.
- ¿Y dices que Leo y tú queréis crear una empresa?.-
Daniel sonrió para sus adentros. Cuando su padre hacía esa pregunta, es que el hombre de negocios había tomado el control. Eso, y ver a su madre bebiendo relajada de su copa de vino, le dijo que Manuela se había ganado a sus padres. Sólo una cena y ya eran suyos. ¿ Y se sorprendían porque fuese tan rápido?. No, no era un irresponsable, ni estaba poseído por el sexo. Bueno, de eso un poco sí. Lo que ocurría, es que no quería darle tiempo a que se diera cuenta de que podía conseguir algo más. Había muchos hombres más guapos, más ricos, más poderosos que él, y no estaba dispuesto a correr el riesgo de que Manuela se fijara en ellos, ni de coña.
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El Club de las Damas 02 - Una cazadora cazada
Romance¿Qué ocurre cuando una buena pieza se cruza en el camino de una cazadora, pero no es la que quiere dar caza? Que puede conseguir las dos, o puede quedarse sin ninguna.