Capítulo 5

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Daniel caminaba nervioso junto a la ventana. Desde allí vería a Leo cuando llegara. La recepción era de una editorial muy conocida. Recordaba que Manuela le había hablado de ella. Ella y su hermano tenían un proyecto que querían venderles, ¿lo habrían conseguido?. ¿Por eso estaban ellos allí?. Finalmente vio a Leo al otro lado de la estancia. Podía ver su cabeza, y a su lado estaba aquella melena rojiza que ahora odiaba. En un momento, ambos desaparecieron, antes de que en un estrado el orador comenzara a hablar de los nuevos proyectos para aquel año, de los logros y aspiraciones de la editorial. Una mujer pasó por delante de él, totalmente desinteresada en el orador. Otra pelirroja, pensó. Aunque esta tenía el pelo de un tono mucho más claro, como el de las zanahorias. Nada que ver con las llamas abrasadoras de Carol. Así se sentía él, como una polilla quemada por aquella llama. Tenía que prevenir a Leo, es lo menos que podía hacer por él. Carol no iba a destrozar también a su hermano.

Volvió a buscar a Leo, y lo encontró al otro lado de la sala. Estaba medio apartado, prestando su atención a la pelirroja zanahoria. Caminó hasta ellos, sorprendiéndoles en una actitud mucho más que cariñosa. El orador del estrado presentó a las nuevas incorporaciones a la editorial. Sus nombres resonaban en la sala sin que les prestara mucho interés.

-           Vaya, pasas de pelirroja a pelirroja con mucha facilidad.-

La mujer se encaró con Leo y salió echando pestes, dejándoles plantados. El nombre de Manuela Reyes resonó en el estrado mientras la anunciaban.

-           ¡Espera!, ¿Qué coño dices Daniel?. Carol, espera cariño.- Leo salió veloz detrás de la pelirroja.

El cerebro de Daniel pareció empezar a encajar piezas. Miró hacia el estrado, y encontró a Carol, bueno, a Manuela, sonriendo. Ante él, había un híbrido. El cuerpo, la ropa, el aspecto, eran de Manuela, el pelo, el rostro, era su Carol.

Estaba tan aturdido, que cuando se dio cuenta, estaba fuera del edificio, caminando sin darse cuenta, hacia su coche. Antes de entrar, marcó el número de Manuela.

-           Me engañaste.-

-           No te engañé a ti, los engañé a ellos.-

-           ¿Por qué no me lo contaste, porqué esta mentira?.-

-           Cuando empezamos, te advertí. ¿Recuerdas?.-

-           Sin preguntas, sin justificaciones, lo recuerdo, sí. Aún así, pensé que confiabas en mí lo suficiente. –

-           Y confío, sino, no te habría dicho que vinieras hoy aquí.-

-           ¿Me contarás porqué todo esto?.-

-           Aún no, no puedo. Es...complicado, y aún ... aún no puedo.-

-           No es suficiente. Necesito más.-

-           Lo siento. Pero tengo que hacerlo sola. He de hacerlo sola.-

-           Confiaste en Leo. ¿Él lo sabe, verdad?.-

-           Él quiso meterse en todo esto, era una oportunidad para él.-

-           ¿Y yo, qué soy yo?.-

-           Tú rompiste mis esquemas. No tenía que haber...-

-           Dilo, no tenías que haberme dejado entrar en tu vida. Fui un imprevisto.-

-           No pude evitarlo.-

-           " ¿Qué te ha hecho?.- Manuela se sobresaltó al escuchar aquella pregunta de boca de su tía Maggie.

-           ¿A qué te refieres?, yo no...-

-           Pequeña, puedo oler a ese chico a kilómetros de distancia. –

-           ¿Cómo sabes...?.- Maggie resopló.

-           A ver. Me llamas pidiendo el adiestramiento completo con Catalina, cuando insistías en que con la mitad era más que suficiente para tus propósitos. Luego querías tener todo a tu favor cuando ocurriera lo que supongo que ha ocurrido. He seguido con mucho interés las noticias sobre tu trabajo, y sé que van más que bien. Esa actitud derrotista tiene que ser porque algo va mal con él.-

-           Creí que podía pasarlo bien con él. Pero le he terminado haciendo daño. No debí permitir que pasara. –

-           Si te duele a ti también, es que sientes por él más de lo que quieres reconocer.-

-           Siento por él más de lo que me puedo permitir.-

-           Entonces sólo te queda una opción, porque una dama del club nunca huye.-

"No pude evitarlo", era lo único que Daniel podía recordar de aquella conversación. Dejó que el tiempo corriera, necesitaba darse espacio. 10 días, y todavía seguía en carne viva por aquella maldita pelirroja. Sabía que necesitaba toda la historia, pero no podía preguntarla directamente a ella. "Todavía no puedo". ¿En qué estaba metida?. No aguantó más, tenía que sacarle todo, y quería mirarla a los ojos cuando lo hiciera. Cuando llegó hasta su casa, el cartel de se alquila lo sorprendió. Marcó su teléfono, y este tenía el buzón activado. ¿Qué estaba ocurriendo? La única opción era su hermano, pero después del numerito de la recepción, no tenía esperanzas de ser bien recibido. Aún así, se presentó en su casa. Cuando la otra pelirroja abrió la puerta, se sorprendió.

-           Yo...quería hablar con Leo.-

-           No está.-

-           Ya. Bueno, no sé si servirá de algo, pero... lo siento.- ella lo miró con recelo.

-           ¿Te haces a la idea de la que liaste?.-

-           Fue un mal entendido, pero tienes razón, tuve toda la culpa.-

-           Pasa.- Daniel se sorprendió.

-           ¿Qué?.-

-           Creo que sé por qué has venido.-

Daniel la siguió al salón y se sentaron uno frente al otro.

-           Tengo tantas preguntas, que no sé por dónde empezar.-

-           Entonces lo haré yo.-

Cuando salió de casa de su hermano, no solo tenía muchas respuestas, sino que estaba más que conforme con la relación de su hermano con aquella pelirroja. Tenía un gran corazón, y le había dado las herramientas para recuperar su vida. Además, después de descubrir que la de la peluca negra y lencería sexy que se le había beneficiado aquella tarde era ella, no pudo evitar sonreír. Si, las pelirrojas tenían mucho juego en esa materia. 

El Club de las Damas 02 - Una cazadora cazadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora