4

516 62 9
                                    

La cabeza de Peter descansaba en su pecho. Después de ese horrible encuentro con Steve, aun conmocionado por ese beso, fue arrojado a una habitación por uno de sus secuaces, en la que su hijo se encontraba profundamente dormido en la gran cama. Al verlo, Tony se precipitó a revisar a su hijo con delicadeza para no despertarlo, en busca de heridas, sintiendo en su corazón el alivio de encontrarlo sin un solo rasguño, completamente ileso.

Se sentó en el borde de la cama, soltando un sollozo silencioso. Había mucho que procesar, mucho que entender y su cabeza comenzaba a doler. Se limpió con el dorso de la mano las lágrimas, en un vago intento de tranquilizarse. Su hijo estaba a salvo y deseaba fervientemente que Sarah también; no pudo evitar sentir algo de temor por la salud mental de Sarah, si él se había llevado un impacto enorme al ver a Steve, no se imaginaba cuál podría ser la reacción de ella que era su madre.

—¿Papi? ¿Eres tú?— la voz somnolienta de Peter lo sacó de sus pensamientos.

Su hijo tenía ese sexto sentido que, incluso cuando dormía profundamente, podía sentir su presencia. En las ocasiones en las que su turno terminaba muy de noche, cuando él llegaba a casa Peter ya dormía, pero siempre se despertaba ni bien se sentaba en la cama y le daba un beso y las buenas noches para seguir durmiendo.

—Aquí estoy, bebé, duerme— se inclinó para darle un beso en la frente.

—¿Por qué lloras?— preguntó su hijo, frotándose un ojo con su mano.

—Estoy bien, no te preocupes por mí — le intentó sonreír al niño—. ¿Donde está tu abuela?

—No sé, ella estaba aquí antes de que me durmiera...— las palabras de Peter se vieron cortadas por un bostezo. Tony no preguntó más, así que su hijo volvió a acomodarse para dormir.

Analizó la habitación. Era muy elegante, podía compararla con cualquiera de las propiedades de sus padres, pintada de un bonito color verde pistache, con muebles de cedro y enormes ventanas con cortinas blancas de gasa. Sintió un escalofrío cuando notó el parecido de esa habitación con la que había sido suya cuando aún vivía con sus padres.

Dejó que Peter siguiera durmiendo y él se dedicó a pasearse por la habitación. No fue sorprendente darse cuenta que la puerta había sido cerrada con llave desde afuera y lo más probable era que estuvieran unos guardias vigilando la entrada. Se acercó a la puerta que daba al balcón y la abrió para salir. Ese balcón daba para la parte frontal de la mansión, podía ver las camionetas estacionadas frente a la casa, la fuente y una vista muy clara al portón principal y la vía que, supuso, daba a la carretera.

Se recargó en el barandal de mármol y le causó curiosidad saber la razón por la cual le habrían puesto un recubrimiento de metal a la parte superior. Probablemente para mayor seguridad. Comenzó a armar un plan de huida; debía esperar a que volviera Sarah, no podía irse sin ella, ellos estaban en un segundo piso y abajo había un arbusto que amortiguaría su caída, así que bajarían por ahí. Podía robar un auto y dejarse ir contra el portón.

Demonios, estaba olvidando a Yon, a él tampoco podía dejarlo, el pobre había llegado ahí por él y si lo dejaba atrás, lo matarían. Pero no tenía la más mínima idea de su paradero y era seguro que no lo dejarían salir de la habitación en busca de él.

Sus pensamientos fueron cortados abruptamente cuando sintió la descarga eléctrica que recorrió su cuerpo, que al soltarse del barandal, cayó de espaldas con espasmos como réplicas. Casi quiso reír. Así que para eso era el metal. Oyó los torpes pasos corriendo de Peter antes de que llegara a él.

—¡Papi!— gritó el niño dejándose caer a sus espaldas, preocupado. No pensó que la descarga (o el golpe de su caída) hubiera sido lo suficientemente fuerte para despertarlo.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jul 24, 2021 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Back to youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora