Página 1 del libro de escritos de Naomi Robinsón.

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Recuerdo que de pequeña mi mamá una vez me dijo que esperara a que terminara de lavar los trastes para llevarme a la plaza del pueblo, dijo, y la cito: no vas a morir por esperar un poco más.
Fue uno de esos momentos insignificantes que guardamos en nuestros recuerdos sin razón aparente. Aunque luego de 11 años puedo decir que estaba equivocada, no de manera tan obvia como para que yo con mis 6 años de vida pueda reprocharselo, apesar de que creo que fue un terrible consejo,o talvez lo terrible fue aplicarlo a algo más importante que salir a jugar un sábado en la tarde.
La razón por la que fue un terrible consejo, es que si, esperar un poco más puede matarnos. Soy testigo de que son hechos verídicos. Eh visto a tanta gente morir por esperar unos segundos más en hablar, en esperar en defenderse, en esperar a que la gente cambie. Las personas morimos por esperar un poco mas.
Yo mori, más veces de las que recuerdo. Murio mi alegría al saber que comeríamos fideos con salsa, murió mi emoción por dar un paseo familiar, murió mi sed de justicia y las ganas de siempre buscar  la manera de hacer el bien. Mori por dentro y no lo supe hasta el momento en que quise despertar a mi Yo real, pensando que simplemente estaba dormida o algo parecido, pero ya era tarde. Ya no existía esa parte de mi que me había acompañado por mis primeros 14 años de vida. En ese momento no supe que hacer y nuevamente murio otra parte de mi, antes de que pudiera identificar cuál, murió porque espere un poco más y decidí esconder mi problema de identidad, el problema de que ya no quedaba nada de mi, el problema de que ya no era nadie.
Por un momento pensé que como no quedaba nada de mi, podría comenzar de nuevo con una nueva Yo. Pensé mal. La gente que me rodeaba ya estaba acostumbrada a ver a mi aparente nueva Yo, la depresiva, la que lloraba de la nada sin razón aparente, la que tenía una mirada vacía y a la que las personas evitaban por no querer salpicar su día con mi melancolía. Pero esa persona no era yo. No lo sabían y yo no podía decirles que así era, porque entonces me dirían "¿Entonces quién eres?" Y casualmente era la misma pregunta que me hacía cada vez que tenía unos segundos para pensar, y estén seguros que cuando la gente te evita y esas más solo que hongo y cerrado que almeja, tienes mucho tiempo para pensar.
Y al final, murió mi credibilidad y mi hipocresía nació. Comencé a inventar una nueva Yo. Con cada grupo de personas, según sus gustos, su edad, su personalidad, inconscientemente cree las mías a base de las suyas para ser aceptada, para no andar sin rumbo como una persona sin personalidad, como un ser sin alma.
Al inicio, todo estaba bien, mi hipocresía se encargó de sacarme de las encrucijadas en las que me metían mis choques de personalidades. Pero luego llego la misma pregunta de antes, ¿Quien era yo?. Ya tenía personalidad, ya las personas no me evitaban, ya creía haber salido de ese pozo sin fondo en el que caía involuntariamente. Pero nuevamente, creía mal. La temporada de luto por las partes de mi que jamás reencarnaron en mi persona acabo, escondí bajo el tapete el sentimiento de culpa por el surgimiento de la hipocresía que sentía que seguía creciendo. Y simplemente me dije que esas no eran personalidades inventadas, que esa era yo, la nueva Yo. Pero ¿como podría estar segura? ¿Acaso algún día alguien vendría y me daria un libro con instrucciones para ser yo, la verdadera Yo? Lo dudo. Eso no pasa, no hay alguien que escriba la historia que es mi vida, y diga al pie de la letra como debía ser y como debía actuar. Definitivamente esto no es un libro de esos que me atan a ellos y me obligan a desvelarme hasta acabarlos. Esto es mi realidad, debo lidiar con ella, pero las preocupaciones llueven día tras día y la desesperación estuvo a punto de matar a mi esperanza. Hasta que en una tarea de literatura, leí algo que me identifico, a tal punto de sentir que describía algo que parecía ser mi Yo real. Decía: El escritor es la protesta, la contradicción y crítica, nadie que sea feliz y este satisfecho en su realidad va a buscar cambiarla, ya sea creandola o leyendo la que otra creo. Y en ese momento lo entendí, entendí que el Yo que buscaba estuvo siempre ahí, esperando ser detectado, me sentí en paz y completa, y a la vez descargada al terminar mi primer escrito, al dejar una parte de mi alma y mi mundo en una hoja de papel. Yo soy una escritora, y es todo lo que necesito saber.

 

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