Capítulo 3

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“Louis” suplicó sin aliento, acercándose un paso más. El omega tenía los ojos llenos de lágrimas y había palidecido con violencia. Sus dedos finos se aferraban con fuerza a una de las farolas que bordeaban el puente, pero temblaban ligeramente. Todo él temblaba.

Le dolía respirar. Harry se notaba débil, con el corazón latiéndole demasiado rápido y las manos sudorosas. El omega lo miraba con los ojos azules pálidos, como si todo el color hubiera desaparecido de su rostro de repente. Estaba en pánico; no podía perderlo, no podía dejar que saltase, él no. Era la Purga, era un guardia de nivel 10, lo había hecho todo, lo había visto todo, pero no el omega de los ojos azules, por favor, no estaba preparado para eso.

“No te acerques” advirtió él, con la voz casi desgarrada. Harry se quedó paralizado “No te acerques ni un paso más. Saltaré. Te juro que voy a saltar”

“Lo siento” su cerebro estaba completamente bloqueado; no sabía qué hacer, qué decir, si pedir ayuda si ordenarle que bajase… La palabra equivocada, un movimiento demasiado brusco, cualquier cosa podía precipitarlo al vacío “Lo siento muchísimo. Nunca usaría la voz contigo, Louis. Lo siento mucho. Baja al suelo. Baja conmigo, por favor, sólo quiero hablar”

“Eres peor que ellos” Louis sollozaba, agarrado a la farola, y cada sollozo estremecía su cuerpo entero y lo hacía entrar en pánico por medio segundo. “Eres todavía peor, porque casi me engañas. Casi me engañas, Harry”
“¿Que te…? No, no, no sé qué es lo que dices, pero podemos hablar aquí abajo. Por favor, escúchame. No voy a hacerte daño. Soy guardia de seguridad, no… por favor, baja. Sea lo que sea, podemos hablarlo.”
Louis se secó las lágrimas con una manga, y el corazón de Harry amenazó con salírsele del pecho. Casi respiró hondo cuando se volvió a aferrar con las dos manos. Casi.

“No quiero hablar contigo”
“Vale” cedió con facilidad “Yo… llamaré a mis jefes. Pediré otro guardia. Pediré un omega, ¿vale? No tendrás nada de qué preocuparte, pediré… pediré lo que tú me digas, y te ayudarán. Por favor, baja. Baja conmigo, por favor, por favor, podemos… no voy a…”

“No entiendes nada” susurró él con tristeza “No tienes ni idea de nada”

“Vale… eh…” su mente bullía a toda velocidad “Puedes explicármelo. Puedes decírmelo, y te ayud…”

“No puedes ayudarme. No puede ayudarme nadie. ¿Crees que puedes arreglarlo todo con un chaleco antibalas? ¿Crees que…?”
“Por favor” suplicó de nuevo “Bájate de la barandilla. Sólo… respira hondo y piensa. Razona. Por favor. Podemos seguir hablando de esto, y luego si quieres que te deje en paz, te juro que me iré. Te prometo…”
“No” le interrumpió él, casi gritando. “No me digas… no me prometas nada. No quiero tus promesas”

“Dime lo que quieres” dijo al final, desesperado “Dime lo que quieres y te lo conseguiré, sólo… no saltes. Por favor, no saltes”
“Márchate” susurró Louis, y la tristeza le rompió la voz “Márchate. ¿Qué te importa? No me vas a volver a ver de todas formas. Vete. No puedes ayudarme, nadie puede ayudarme.”

“Vale. Louis. Escúchame.” Respiró hondo “Tienes toda la noche. Toda la noche, hasta que suene la alarma. No tienes que hacerlo ahora. No tienes que saltar ahora, Louis. Te prometo que nunca te obligaría a nada.”

“Eso” su voz sonaba casi entrecortada “Es lo que decís todos”

“Louis, no me voy a ir”

Consiguió captar su atención; Louis lo miró durante un par de segundos, con el ceño fruncido y el rostro todavía brillante por las lágrimas.

“¿Qué?”

“No me voy a ir. No te voy a dejar aquí. Claro que me importa. Por favor, por favor. Baja conmigo y háblame.”

Yo mataré monstruos por tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora