Apto

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“APTO”

Estaba en un vagón solitario, de un tren cualquiera, pensando en el sentido de la existencia mientras me terminaba un paquete de galletas aptas para veganos; estaba intentando entender el porqué de tanta confusión, de tanta soledad confundida con desesperación; pero no era capaz de llegar a la conclusión final. No era capaz siquiera de imaginar un mundo sin esperanza irónica, sin realismo hipócrita, sin una salud que no se tuviese que contaminar con una simple inhalación de lo que parecía ser O2, pero que no lo era del todo.

Era incapaz de ver una realidad mínimamente real en la que todo diese igual,  la qual esta ya no fuese una ilusión mental por la que finalmente tuviésemos que ingresar en psiquiatría o meternos en el mundo de la hipocresía orgullosa y ladrona a la cual llamamos política. Pero, fuese cual fuese la realidad, fuese cual fuese la ilusión, ya no valía la pena luchar por ninguna. Tal vez sería por miedo, tal vez sería por la desesperación de querer estar en una realidad distinta, en una realidad bonita, feliz; pero supongo que a estas alturas de la vida eso es tan poco probable como que te toque la lotería.

Los humanos… no sabemos lo que es la felicidad; intentamos creer que sí, pero en realidad no lo sabemos, intentamos idealizarla y hacer incluso como si viviésemos alegres por cualquier situación, en cualquier momento en cualquier lugar, pero la verdad es que esos actos de conocen como autoengaño.

Pero entonces, mientras pasaban las imágenes continuadas por la ventana, de un mundo bonito, casi perfecto, derrotado por la estupidez humana, sentí una bomba en mi interior que explotó y que me iba derrumbando por dentro muy lentamente; y, como siempre, mientras yo daba al mundo mis últimos alientos, la poca gente que se dió cuenta de mi estado de asfixia por inhalar demasiada arrogancia, sólo estaba pendiente de ser la primera en colgarlo en Instagram. Y como suele pasar, una vida nueva acaba en un sueño que o bien se haría realidad en el cielo u infierno, o bien acaba en una simple anécdota que ya no tendría la oportunidad de explicar porque como los humanos no entendemos a los gusanos, ellos tampoco nos entenderían a nosotros; aunque al final nadie entiende a nadie ni nada.

F.R.F.R.

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