Capítulo 5: A pesar del tiempo y la distancia

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La observo reírse a carcajadas a través de la pantalla y me hace sentir como si estuviera ahí con ella, en una terraza al sol tomándonos una cerveza fresquita a la hora del vermú mientras los señores mayores juegan a las cartas apostando el dinero...

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La observo reírse a carcajadas a través de la pantalla y me hace sentir como si estuviera ahí con ella, en una terraza al sol tomándonos una cerveza fresquita a la hora del vermú mientras los señores mayores juegan a las cartas apostando el dinero de sus pensiones y los niños corretean por la plaza espantando a las palomas entre gritos. Por un instante me siento en casa.

Está mejor de lo que pensaba que estaría, está contenta y eso me hace feliz porque la última vez que hablamos estaba triste, decaída, sin saber qué hacer con su vida y con sus mejores amigos fuera. Pero ha cambiado el chip por lo que me está contando y me alegro un montón porque la quiero tanto... que cuando hicimos vídeollamada hace unas semanas y la vi así me entraron ganas de coger el primer vuelo de vuelta a España y dejar esta locura atrás. Menos mal que no lo hice porque esta experiencia nos está ayudando a salir de nuestra zona de confort, a las dos.

Pero todavía me cuesta ver a Emma y no poder darle un abrazo en condiciones, de los nuestros, esos que te llenan. Sé que a ella le pasa lo mismo cuando a través de la pantalla del portatil me pone morritos y me dice cuánto me echa de menos. ¡Hala, ya quiero llorar! Me río por la cara que ha puesto y decido cambiar de tema.

— ¿Has pensado en lo del trabajo que hablamos la última vez, Em? —pregunto recostandome en la silla porque sé que esta conversación nos va a acostar.

— Y otro día más Judith jodiendo un momento bonito, un clásico amiga —rehúsa contestar poniendo los ojos en blanco.

— ¡Venga Emma! Dime por lo menos que lo has pensado, no te pido más —digo armándome de paciencia y juntando las manos.

— Lo he pensado —contesta poniéndose seria y yo sonrío, bien— pero no lo veo, y ya sé lo que me vas a decir pero escúchame —hace una pausa y asiento— el trabajo está bien, es de lo mío pero no es aquí Judi y yo no me puedo permitir vivir en madrid cobrando 950€ al mes y teniendo que pagar un piso de 800€, es inviable, ojalá fuera de otra forma.

La comprendo y entiendo la situación perfectamente porque están las cosas muy difíciles ahora mismo y no solo para los recién graduados sino para muchísima gente que se ha quedado en paro y no la contratan en ningún sitio, las cosas no están siendo fáciles en España, tenemos muchísimos parados y los jóvenes estamos en trabajos que no son de lo que hemos estudiado trabajando muchas horas estando muy mal pagadas y eso sin protestar porque te echan a la mínima con la excusa de mierda de "hay muchas personas que quieren tu puesto, así que si no te interesa te vas". Estoy harta de que se romantice la precariedad laboral y se vea como algo normal cuando no lo es o se le reste la importancia que tiene porque es algo muy serio.

— Tienes toda la razón pero tiene que haber algo que puedas hacer, no puedes estar en casa comiendo techo todos los días y dejándote ir porque sé que lo estás haciendo y ni se te ocurra negarlo —le digo cuando veo sus intenciones— busca algo que puedas sacar dinero y ahorrar para irte a Madrid y conseguir un buen trabajo porque sabes de sobra que en el pueblo y alrededores no vas a poder ejercer el periodismo, triste pero cierto.

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⏰ Última actualización: Apr 03, 2020 ⏰

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